8.31.2004

Adiós

Se fueron ya los días de mucho mucho calor. Los de más sol y más calor ya se marcharon. Se han quedado unos cuantos rezagados que buscan confundirnos, que juegan con nosotros y nos molestan en los días que salimos con manga larga sólo para descubrirlos traviesos y soleados en las banquetas. Pero los grandes ya se marcharon. Llegaron los días de mañanas frescas de veintidós grados. Los que riegan las banquetas y se entretienen con los automovilistas chocones. Los que nos obligan a guardar las sandalinas y se burlan de nuestros dedos indefensos cuando fabrican charcos que nos esforzamos sin éxito en esquivar.

Qué dulces son los rostros de los adolescentes, me doy cuenta hoy mientras hago fila para comprar un café. Qué prometedores esos rostros feos e inacabados. La mayoría de sus rostros están desproporcionados. Narices demasiado grandes para rostros tan pequeños, dientes de adulto que se asoman tras las carcajadas infantiles, cuerpos grandes atrapados en una maraña de movimientos torpes. ¿Qué hay en ellos, en su fealdad temporal, en esas miradas que todo lo ignoran sin saberlo? La posibilidad. Eso. La deliciosa promesa de que todo se puede, todo es nuevo, falta todo por venir.

Ugh. Qué cursi ando.

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8.30.2004

Colliding worlds

Es un poco extraño, verlos así. Es un poco extraño pedir una cerveza en la barra y levantar la vista y descubrir uno, dos, tres, ¡cuatro! pares de ojitos conocidos del otro lado. Ojos que se abren un poco más cuando nuestras miradas se cruzan y que rápidamente miran a otro lado antes de que yo alcance a reaccionar. Antes de que pueda sonreírles. Entiendo su sorpresa, entiendo su extrañeza. Yo también siento algo raro. Como si yo fuera otra. Como si estuviera en un territorio desconocido. Como si mi territorio estuviera habitado por otras personas. Un poco lo que se siente cuando uno regresa a su casa y encuentra las sábanas revueltas (who slept on my bed?, digo yo con cara de oso enojado). Una conciencia de que uno no deja de ser ciudad ni siquiera cuando uno se lo propone. Ese recordatorio de que, no importa la pulserota negra, no importan los hombros al descubierto, no importa la cerveza helada en la mano, no importan los tacones y los pantalones rotos, porque al final de cuentas, en fila, como sin querer, acabarán todos por desfilar entre curiosos y anhelantes, así como no queriendo se tropezarán contra mi espalda, rozarán con cuidado un hombro a lo mejor, y no importa porque yo voltearé y miraré y sonreiré y ellos no sabrán qué decir, y yo sólo un hola y ellos, al fin, cuando puedan hablar: "hola miss".

8.28.2004

Balance

Y lo mejor, lo mejor de todo (de tooodo), es que fue sin perder el glamour.

8.27.2004

Wonderful

Este fin de semana pinta perfecto. Por una cosa, por otra, por lo que sea. Empezando por el hecho de que amaneció viernes, amaneció good hair day, blusa chida de rayitas amarillas y anaranjadas, pantalón blanco a la cadera, zapatos color miel. Alumnos amanecieron de perfecto humor. La perspectiva de mi llegada tarde los puso de buenas y no se les quitó cuando a las siente treintaysiete finalmente hice mi aparición atolondrada. Unos minutos más tarde,mientras camino entre las filas, un ego-boost (Miss, you look very pretty today), y una confirmación de que ya no soy la maestra novata de hace cuatro semestres (Thank you, but we're still going to have a class today). Ya no temblé, me atonté, me reí nerviosa, me abochorné ni nada. El piropeador se puso rosa clarito, yo sonreí detrás de los lentes y los demás rieron de buena gana. Tuvimos una buena clase. Más tarde, Pablo me obsequia Los diarios del dolor, que tan difíciles estaban de conseguir. Comemos fuera y afuera. Me gusta el sol aunque haga calor. Me gusta la pasta. Me gusta el libro chiquito y las palabras en la pasta de la cubierta del CD que acompaña este libro cuyo protagonista es el dolor. Se me está haciendo agua la boca mientras lo miro esperándome, chiquito, delgadito, junto a mí. Ojalá que todos los fines de semana fueran así.

Redención docente

Ayer estuve molesta todo el día. Fui una maestra horrible y terrible. No debería decirlo, pero ellos tampoco fueron los alumnos ideales. Tenía razón mi querido profesor de Literatura de la carrera. Es mentira cuando dicen los papás que quieren a todos sus hijos por igual. A los maestros nos pasa lo mismo. Hay grupos a los que queremos más. Hay grupos con los que trabajamos mejor. El de ayer nadamás no coopera. Entiendo que es muy temprano. Entiendo que les dé flojera. Pero he tenido otros grupos a la misma hora, he tenido grupos casi igual de pequeños, y se podía. Y reaccioné mal ayer. Ayer me cansaron y yo a ellos. Les grité, fui sarcástica, irónica, muy dura; castigué, amenacé, en fin. Esa no debería ser la estrategia. No sé si soy yo. Pero luego, con el grupo de hoy, las cosas son diferentes. Llegué ligeramente atrasada. La perspectiva de no tener clase los puso de buen humor y afortunadamente no se les quitó cuando yo llegué. Son muchísimos en esta clase. Un salón lleno de adolescentes que hablan y dicen y preguntan. Treintaypico contra mi. No siempre alcanzo a devolver todas las bolas. Me cae rebién este grupo. De repente, uno dice: "Miss, you look very pretty today", y se pone colorado. Me doy cuenta de que ya no soy la novata de hace tres, cuatro semestres. Ya no tartamudeo, ya no me volteo, tampoco me jalo la blusa para que no se asome el ombligo bajo la blusa de rayas amarillas y naranjas. Lo miro sonriente y le digo, "Thank you, but we're still going to have a class today". Y nos reímos todos y empezamos la clase. Mientras venía pensando en eso, una hora después, recuerdo algo que pasó esta semana y que no había escrito. Estoy esperando a Pablo para comer. Hay mucha gente por todas partes. De pronto me cruza apresurada una figura que no alcanzo a distinguir. Escucho Miiiissss y volteo hacia la voz que camina rápidamente cargando una mochila verde. Alcanzo a recordar su nombre: "Mario..." y sin dejar de caminar me sonríe y me avienta un beso y dice adiós. Fue todo. Todavía me entra un calorcito rico en el corazón cuando me acuerdo.

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8.26.2004

Jelp!

Hay cosas misteriorsas y pavorosas. Hay cosas que me dan muchísimo miedo. Hay cosas que no me puedo explicar y que están mucho más allá de mi control. El código achetemeele es una de ellas. Con horror me doy cuenta de que los reportes de los últimos blogonautas son verdad. Mi menú derecho ha desaparecido de la página principal sin dejar rastro. No es la primera vez que sucede. Pero sigo todavía sin entender el motivo. ¿Acaso hay por ahí alguien que se burla de mi humilde condición de ignorante? Por favor!! Yo sólo quiero el menusito de letras escarlata de regreso. No eran más que unas poquitas palabras. Si alguien sabe algo de ellas, favor de comunicarse conmigo. Recibirán a camibo mi eterna gratitud. Y la gratitud, bien lo dice mi madre, es la memoria del corazón. El mío los recordará con una sonrisa cada vez que vea esta paginita.

Escribir

Escribir es un ajuste de cuentas con la realidad. Escribo cuando/porque/cada vez que la realidad me rebasa y necesito ganarle yo a ella. Es la batalla que libro cada vez que me siento frente a la página, la pantalla y entonces la realidad ya no puede moverse. La tomo prisionera en mi hoja, entre mis líneas y entonces ella hace, ella se convierte, en lo que yo quiero. Por eso me gusta escribir.

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8.25.2004

Dolencias

Me duele todo el cuerpo. Me duelen músculos que no sabía que existían. Tengo una protuberancia en donde deberían de salirme los cuadritos del acdomen (sí se puede, sí se puede, sí se puede), a lo mejor ya me van a salir. Luego en la espalda, me salió como un hueco a la altura de la cintura que antes no existía. Me estoy transformando. Al rato no me voy a reconocer si me veo en la calle. Nadamás espero que ya no me duela.

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Te recuerdo

Un hombre al otro lado del océano ha dicho "Recuerdo. Te recuerdo". Y con eso ha conjurado a la muchachita esa que yo era hace cuatro veranos. Le ha puesto la falda verde otra vez, y le ha vendado los dedos de los pies a la bailarina que al principio supuso que yo era. Ha ido todavía más lejos y le ha puesto palabras en los labrios: "Es que no puedo, ahora mismo no estoy lista", y, mientras olvida intencionalmente dotarla de los lentes oscuros (porque nunca le gustaron), también acomoda despacito en la garganta, sobre la lengua: "Pues sí, nos gustamos y nos besamos una vez, ¿y eso qué?" Y mientras hace esto, mientras juega a disfrazarme de la mujer que ya no soy para entretener a una cerveza oscura, vuelve a despedazar una servilleta nervioso. Ja. Nervioso él. Pero ahora que lo vuelvo a ver, él todavía veinteañero, con su camiseta amarilla, me doy cuenta de que sí está nervioso. Y aquí estamos, los cuatro, él y yo y nuestras respectivas versiones anteriores, sin saber muy bien qué hacer. ¿Qué hacemos? ¿Nos ponemos a platicar todos? ¿Los observamos nomás? Me parece que lo que hacemos es otra cosa. Estamos agregando los subtítulos que ellos no pudieron ver cuando coincidieron. Cuando ella, mirada penetrante dijo "nos besamos una vez ¿y éso qué?", le explico mientras se toma otra cerveza, ella estaba protegiéndose. ¿De mí?, se ríe él desde París. Por supuesto, afirmo, no quería que te dieras cuenta de las ilusiones que ya se estaba haciendo. No quería que la trataras como con condescendencia, que le dijeras que todo era un juego. Los volvemos a mirar...El de la camiseta amarilla dice "Es que ese besito, ese besito inocente, en el puente..." y termina de hacer jirones la servilleta y se calla. Él, ahora treintañero recién estrenado completa la frase: "...¿no crees que podríamos llegar a algo, a tener algo?" Eso era lo que seguía. Ahora todo tiene sentido. Ahora es demasiado tarde.

8.24.2004

Flacura

Anuncio invisible en formato telepático que me gustaría transmitirle a todas las personas con las que me topo para que lo procesen ANTES de que empiecen a formular las preguntitas esas que ya me están cansando:
"Sí, estoy adelgazando. No, no sé cuánto peso. No, estos pantalones no me quedaban así. Como perfectamente y de todo. Es más, segurito como más que tú. Ya sé que no te atreves a preguntarlo, pero no soy anoréxica, ni bulímica. Nadamás voy una hora diaria al yoga, no me mato haciendo ejercicio. Nadamás se me ocurre el hipertiroidismo que tuve hace tiempo, pero el último examen salió bien. Sí, fue hace menos de seis meses el último examen ¿te lo enseño?"
Las personas con sobrepeso se quejan y sufren de muchas cosas, y los entiendo, y me apeno por ellos. Pero algo es cierto: Con los gordos la gente no siente tanto derecho como con los flacos de andar comentando así desfachatadamente sobre su peso. Es como si la flacura les permitiera opinar abierta y descaradamente sobre el cuerpo y peso del flaco en cuestión. Les juro que si pudiera pesaría más. Les juro que me como todo lo que me ponen enfrente. Les juro que no lo hago por hacer sentir mal a nadie. Dicen que los flacos no son tan felices como los gordos y si siguen los interrogatorios sobre mi peso y talla, estoy segura que van a conseguir convertirme en una persona muy irritable.

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Caída libre

Es muy difícil ver a un amigo caer. No es envidia de verlo - a él sí- enamorado. No es amargura de saberlo - a él también- ilusionado. Es nadamás el vértigo que siento de verlo tan arriba, tan sin red protectora. Me voy a callar, aunque no es lo que normalmente algo. No sé si tengo la autoridad moral para decir: "No lo hagas, te vas a caer". No sé si tengo las cualificaciones adecuadas para aconsejar. Yo, la intrépida. Yo la corazón de condominio (ahí no estoy de acuerdo pero eso dice él), la que se avienta, la que da, la que se da en la madre una y otra vez. No es por gusto corazón, tú sabes que no es deporte extremo. Es ingenuidad de verdad. Es porque he pensado que sí era. Igual piensas tú, me dices. "Ella es". Ya no voy a discutir contigo. Ya no voy a hacert señas desde acá abajo, desesperada. Ya no voy a quedarme sin voz gritándote que por favor te bajes.
Acá te espero con el árnica y el curita.

8.23.2004

Mi reino por un cigarro

Son las once de la mañana. Algo no está bien. Los dichosos mecanismos de defensa no están funcionando. Pensé que podía vivir en la negación total. Pensé que si no podía borrar, podía al menos ignorar. Ojos que no ven, corazón que no siente, etcétera. Que podía saber lo menos posible, que, por una vez en la vida, no saberlo todo me salvaría. No es cierto. Y de repente otra vez me duele todo. De repente otra vez respiro por la herida. No no no no nonononononono. Habíamos quedado que ya no. Habíamos quedado que el alcohol acabaría con las neuronas esas que se dedicaban sólo a perder el tiempo. Habíamos quedado que el yoga ayuda a la concentración, al control mental. Y de repente no sé de dónde sale la tripa, y el coraje y otra vez. Back to square one. A ver, vamos mejor a sacar estos pendientes. Necesito un break de cigarro. Chin. No traje. El sábado en la madrugada, en un arranque de buena intención, dejé la cajetilla nueva en casa de los sabrosos. Cuando tomé mi bolsa y mis llaves y mi celular y anuncié entre las risas y el humo y el whisky que me marchaba. Argh. Tonta, tonta, tonta. ¿Hay alguien por ahí que traiga cigarros? ¿Alguien por ahí que me regale unito para mi paz mental?

Medicina alternativa.

Incapaz de conseguirme un método de olvidación como el de Eternal Sunshine of a Spotless Mind, recurro a métodos diferentes. Desencantada ante la inexistencia de una empresa como esta, me tiro a los brazos de la medicina alternativa. Para ya no recordar ni pensar ni nada. Así que rompo simbólicamente las cartas (es un decir, pero finjo que lo hago mientras presiono Delete), apachurro los discos bajo las llantas de mi auto, regalo el resto. Les pido a los demás que no te mencionen. Este sea tal vez el acto más público que haré: Interrumpiré conversaciones para decir, "No quiero saber". Insistiré cuando traten de contar sustituyendo tu nombre por gestos absurdos, mirando fija, intensamente: "De verdad". Y entonces, confundidos se quedarán callados dos, tres segundos sin saber qué hacer. Alguno me ha preguntado "...¿tanto así?" No fue necesario contestarle. Ok. Hierbas, chochos, yoga. Negación total. Piensan que no es tan sano, pero nadie dice nada porque al menos ya los he dejado en paz. Lo aceptan porque así no tienen que escucharme againandagainandagain con lo mismo. No importa. Mientras no exista me sirve. Mientras me mantenga alejada de eso, me vale.

8.22.2004

Makeover

A ver cómo se nos ve este nuevo look.

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8.21.2004

Disco 2000

Estoy cansada. Es viernes y debería de estar durmiendo. Pero quiero salir. Hace mucho que no quería salir. Me baño. Me pongo mousse. Vamos a ver si puedo tener el pelo chino. Tocan la puerta. Mi prima. Tiene dieciocho años. Hace una semana empezó la universidad. Hace una semana empezó a vivir sola. Oye, ¿me prestas rímmel y lipgloss porque los míos están en casa de una amiga? Claro, pásale. Oye Liz (por alguna razón es la única persona que conozco que puede decirme Liz impunemente), ¿sabes dónde queda el Café Iguana? Sí, ¿por? Es que quiero ir con unos amigos, pero no sé cómo llegar. ¿Vas a manejar tú? Veo la hora. Son las once. La veo a ella, toda sweet, con su blusa de tirantes y el cabello con el jairdu que yo quería esta noche para mí. Te vas todo Constitución hasta Zuazua, volteas en MARCO para tomar Dr. Coss....Oye, a ver, pero ¿cómo tomo Constitución? Híjola. ¿Tus papás saben a dónde vas a ir? Sí. ¿Con quién vas? Con unos amigos de la prepa que también están aquí. Ok, vamos a hacer esto: Ve por ellos y te veo aquí en 5 minutos. Y es así como una se convierte en guía de turistas del Barrio Antiguo. Le digo dónde estacionarse. Le digo cómo llegar. Me avienta un beso despreocupado y se pierden ella y sus amigos y su auto en las calles del Barrio Antiguo. Me marcho yo. Me habla Adriana. Llega Shamán. Los encontramos en el lugarcito ese en el que se encuentran. Reímos. Adriana está feliz. La abrazo y soy feliz con ella. Ya no queremos estar aquí. Tomamos otra vez la calle. Caminamos en la madrugada buscando, buscando. Encontramos. Cheves para todos. Aquí sí nos gusta la música. Bailamos, reímos, saludamos. Fumamos, bailamos, hablamos. Miramos, somos mirados. Reímos. Voy al baño. Me miro en el espejo. Me encantan mis aretes verdes. Necesito una pulsera que les combine. Me gustan mis pantalones rotos. Me miro y no están tan mal, mis chinos. Podría volver a peinarme así. Lo que sí está medio mal es mi equilibrio. Me miro en el espejo otra vez. Reconozco los síntomas en mi mirada. Suspiro fuerte. Inhalo. No puede ser. regreso. Nos abrazamos. Cantamos. Los demás se miran entre ellos. Ya se dieron cuenta. ¿Quieres sentarte? ¿Quieres agua? Se reprochan mutuamente, ninguno quiere la responsabilidad. Ninguno se dio cuenta antes. Ninguno me preguntó si había cenado. Aysh. No pasa nada. Y luego, de pronto, estoy en mi casa. Y luego, de pronto, me esfuerzo porque todo se quede en su lugar. Y la única que no se mueve soy yo. Me acuesto en mi cama para que todo termine. Me duermo no sé cuánto tiempo. Abro los ojos. Estoy en el baño. Damn it. Yo sólo espero, espero de veras que el alcohol tenga la capacidad de distinguir cuáles son las neuronas rebeldes que debe eliminar. Yo sólo espero que se estén muriendo las neuronas esas que me siguen obligando a recordarlo.

8.20.2004

Parking lot romance

Estoy enamorada. Hoy lo conocí. Guapísimo, interesante, amable. Veníamos saliendo de comer Pablo y yo. Me habían encajonado y parecía imposible que yo pudiera salir del lugar en donde una hora antes nos habíamos estacionado. Pablo se ofreció a sacar él la camioneta. No, me negué, qué tal que hubiera venido sola... Tengo que hacerlo yo (yo y mi maldito complejo de autosuficiencia feminista, por eso luego nadie me quiere, por eso luego se marchan todos tan campantes, al cabo "ella puede"). Se resigna y me mira forcejear con el espejo, el volante, las distancias. De repente sale él no sé de dónde. Él. Nos miramos a los ojos. Viene caminando por la acera. Alto, camisa azul, saco sport. Se detiene. Freno. Guarda su teléfono celular en el saco y se asoma al diminuto espacio que hay entre mi camioneta y el auto de al lado. Me empieza a hacer señas. De repente las indicaciones de Pablo no se oyen más. Nadamás puedo leer sus labios: Más, más, ahora sí, reversa...Lo que veo en los espejos ya no tiene sentido. Se baja de la acera, se para frente a mi ventana, me llama hacia él. Otro poquito, así, sí, dicen sus labios hermosos. Bajo la ventana. Me gusta su voz, me calma. Sonrío como una estúpida mientras avanzo torpemente hacia atrás y hacia adelante. Casi puedo oler su after-shave. ¿Dónde ha estado toda mi vida? Ocupado, me dicen sus canas. Teniendo hijas de mi edad, dicen las patas de gallo de su rostro bronceado. Por fin logro salir. Me entristezco. Hasta aquí llegó nuestro idilio. Le mando un beso, sonríe, se marcha.

La Huasteca en rosa

La Huasteca es rosa, pienso mientras enciendo el último cigarrillo de la mañana. Miro por el retrovisor. Un sol callado y fosforescente se asoma como el responsable de que hoy la Huasteca sea rosa. Desde hace algunos minutos son las siete de la mañana... Me asusta darme cuenta de lo bien que funciona el cerebro después de la segunda tirada al cigarro. Me consuelo pensando en la botella de agua que ya llevo a la mitad, y en todo el ejercicio que he estado haciendo últimamente. En el radio hay una canción cursísima (can't smile without you I can't smile without you I can't laugh and I can't sing I'm finding it hard to do anything) y me siento bien porque estamos a 24 grados Centígrados y me doy cuenta de que yo sí puedo sonreír. Y pienso en que debería de estar escuchando BBC Mundo para poder comentar algo sobre lo último en clase y después me acuerdo de que hoy les toca a ellos exponer clase y seguro no habrá tiempo y vuelvo a voltear por el retrovisor y el sol me encanta y me encantan mis aretes verdes grandes (esos sí true 80's vintage from my mother's closet) y hoy sí me salió el jeirdu despeinado just-rolled-out-of-bed (y de hecho sí vengo casi derechito de la cama, si no fuera porque hice una pequeña escala para ponerme unos jeans y unos mules y brillito en los labios y rímmel) y me siento contenta y de pronto mi pie pisa fuertísimo el freno y botella de agua y exámenes por revisar y Trident strips y yoga mat y toalla de hacer ejercicio y CDs van a dar hasta el frente y me doy cuenta de que he quedado a un milímetro de estamparme contra el Honda clarito que quién sabe por qué demonios se detuvo frente a la luz roja si yo venía tan distraída y, y, y,
Es viernes, afortunadamente. Es viernes y tengo hambre y ya me comí unos chocorroles y me tomé medio jugo de manzana y litro y medio de agua y me fué un cigarro y uysh, me siento bien, yo creo.

2004, going, going, gone.

Es viernes. Ya se me acabó la mitad del mes y no me percaté. ¿A dónde se fue el 2004? Al principio, cuando todavía prometía, andaba en Chicago. Se vació en palabras dichas a larga distancia, escritas en la madrugada. Más tarde el 2004 se llenó de proyectos y planes mientras las películas transcurrían y las botellas de vino se gastaban al compás de melodías que hoy son pedacitos de espejo triturado en la basura. Luego el 2004 amenazó llevarme a vivir de vuelta a casa de mis padres. Hasta las maletas hice. Hasta renuncié. Pero no me dejé, al final; al final les hice caso a los que no me querían dejar ir y aquí sigo. Y de repente, estamos a finales de agosto. Así es, señoras y señores, el sesenta porciento del año ya se largó y no supimos ni a dónde. O bueno, yo no sé si quiero saberlo. No sé si me interesa. Me interesa un poco más a dónde piensa ir el resto de este año. La colita que le queda. Bien se sabe que son las gotitas de la felicidad las que mejor saben. La bachita del 2003, por ejemplo, me hizo muy feliz. Lo malo fue que se portó como presidente a final de sexenio y le heredó las broncas a este pobrecito 2004. Pero no le hace. Tal vez sería bueno reanudar los festejos. Ya estoy preparando a mi cuerpo para lo que sea que este otoño me depara. A ver si unas millas (aunque no en ese plan), a ver si por fin la beca. Aquí, otras personas, escribirían "Ya veremos".

Yo no.

8.19.2004

Sangüicheras

Ayer conocí a Helena. Nació en Marzo, pero apenas la conocí. Es una bebé hermosa. Es mentira eso que dicen de que todos los bebés son hermosos. Es hermosa la vida, la vida que empieza. Pero hay bebés bonitos y bebés no tan bonitos. En este caso ella es preciosa. Y tiene excelente carácter. El otro día hablábamos de bebés y pensé en todo lo que este año he aprendido y deseado y sobre todo en lo que ha sucedido...La clase de yoga me gusta cada vez más. Ayer sudé como hace mucho no sudaba. Éramos muchos, además. La maestra era otra, el estilo también. Lo que más me gusta es la capacidad que tiene el cuerpo de hacer cosas que pensamos que no puede hacer. Lo que me sorprende es cuánto esfuerzo se requiere para hacer cosas que parecen tan simples. Estar parado, con una pierna al aire, la otra estirada, el brazo siguiendo la línea de la pierna, la respiración, los músculos tensos, el sudor que no me deja mirarme en el espejo. Quería ir al cine, quería ir a despedir a M que se va a vivir a California, quería rentar otra película. Pero es una cuestión de horas. De aritmética simple. Y en las cosas del tiempo, no hay números negativos. No puedo tener actividades suficientes para 24 horas y sólo 18 horas disponibles. Y no porque me importe tanto, por decir, dormir. A estas alturas ya el sueño comoquiera me hace falta, las horas que sean. Más bien porque no puede uno andar yendo a tomar café de despedida a casas ajenas a las 10 de la noche. Más bien porque no hay películas en el cine a las 11 de la noche. Porque el Blosboster a las 12 ya cerró. Así que ni modos, a manufacturar sangüiches en la maquinita esa que me gusta pero que no es fácil de lavar. ¿Habrá sangüicheras desechables? Ya me acabé el jugo de manzana. No me duró casi nada. Hay que comprar más, y más jamón también.
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8.18.2004

Día difícil

Ya se me está haciendo esto muy cansado. Levantarme al diez a las seis, bañarme, arreglarme, checar que la ropa combine y sea decente. Salir al mundo cuando todavía está oscuro, prender el radio, escuchar BBC Mundo, tomar notas mentales, fumarme un cigarro. Llegar corriendo a la escuela, (hasta hoy, no he llegado nunca después de las 7:28) prepararlo todo, dar la clase, empezar a aprenderme los nombres, esforzarme por no olvidar los datos. Hoy, a punto de ahorcar a una niña. "Miiiiiiissssssss. A ver Mis, mira, yo sé que ahorita todavía no llevamos nada hecho de esta actividad, pero a ver, si me contestas una preguntita rápida ya nos ponemos a trabajar y terminamos prontísimo...¿sí?" Suspiro. Tampoco trajo la tarea. Vamos a ver, la pregunta. "¿Exactamente entre quiénes fue la guerra esta de la guerra fría?" Ni modo. Por cada uno que sabe quiénes eran los Rosenbergs y qué hizo Truman hay dos o tres que dicen "Oye, que este Charles De Gaulle no era ese piloto que le dio por primera vez la vuelta al mundo?" Y entonces hay que decirles que no, que se llamaba Charles Lindbergh y que lo que hizo fue cruzar el Atlántico. En fin. Hoy los puse a oír música, "We didn't start the fire"(ahora que está otra vez de moda lo ochentero), y a relacionar la letra con la Guerra fría. Los oigo cuchichear: "Who is Billy Joel?" "Some old guy" y me doy cuenta de que son muy pequeños. Este año soy más lista y no digo "Todos recordamos la caída del Muro de Berlín, las dramáticas imágenes..." Porque ahora sé que alguno levantará tímidamente la mano y dirá: "Miss, pues hemos visto fotos..." y otro: "....en los libros de historia". Y entonces ellos sabrán que yo lo ví en la tele. Que eso que ellos han leído en sus libros de Historia, yo lo ví después de las caricaturas. Así como mis maestros recordaban dónde estaban cuando mataron a Kennedy, o el '68. ¡Soy una ruca! A propósito de los ochenta, de repento veo lo que se ponen y me acuerdo de mí. No a su edad, a su edad se me hacía horrible todo lo ochentero, pero antes, cuando tenía a lo mejor 9, 10 años. Cuando usábamos AcquaNet para detenernos el peinado, y zapatos picudos de piso y tachuelas y camisetas sin hombro y cosas así. Ahora ellos los vuelven a usar. Pero no los "vuelven" a usar. Ellos nunca lo usaron. Es como yo con los pantalones acampanados y las plataformas. Aysh. El caso es que estoy muy cansada. Ya me está empezando a doler todo el cuerpazo. Ha estado intenso el yoga. Ayer hubo un momento donde se me hizo que ya no iba a poder más. Las músculos tensos, las piernas temblando, el sudor escurriendo sobre la frente. Pero terminé entera y feliz. De ahí, salir corriendo al miercolitos (celebrado en martes, ya sé, pero yo qué), hacía mucho que no nos juntábamos. Qué cosas. Que si G va a tener gemelos, que si a A le dieron anillo y se casa el año que entra (quién la viera, consenso general), que si no sé quién osó apersonarse en casa de su fan número uno acompañado de su novia, que si Rubí, que si la fiesta del coworker de C, que si le gusta, que si no le gusta, que si alguien quiere whisky, que no importa que sea martes, que si galletitas, que si ya me voy, que si hay que hacer algo el fin...En fin. Hoy no me podía mover en la mañana. Siento que me han faltado muchas cosas. Escribir muchas cosas. Y no me alcanza el tiempo. Y tengo trabajo, y calor, y dolor de brazos, y cafecitos pendientes y películas sin ver, y clases que tomar y clases que impartir y correos que responder y AAARRGGHHHH...

8.17.2004

Misunderstandings

¿Será que se frustran los autores cuando escribimos tratados sobre su obra? ¿Será que se frotan desesperados las sienes cuando no sé quién sugiere no sé qué cosa sobre el significado de lo que han escrito? ¿O será más bien que nadamás suspiran resignados ante el hecho de que lo escrito les ha dejado de pertenecer y es ahora de los lectores? Todavía no sé cómo sentirme ante la creciente confusión que mis posts producen. Particularmente porque la única que se da cuenta de esto soy yo. Ellos no lo saben. Ellos me han leído y entienden. Leen lo que entienden. Entienden lo que leen. ¿Y yo? ¿Y mi intención? No importa. Estas palabras ya no me pertenecen.

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El chistoso es una lacra social (Orsai)

El chistoso es una lacra social, dice Hernán Casciari. Cómo me río con lo que escribe ese señor.

Cuerpo

Por fin lo hice. Después de mucho darle vueltas, después de mucho postergarlo, ayer me decidí y lo hice. Era ayer o nunca. ¿Verdad que te gustó, querido cuerpo? Así me lo imaginé cuando te escuché suspirar contento. Así me lo confirmó el sentimiento de bienestar generalizado que tenías después, cuando todo hubo terminado. Ahhh, benditas endorfinas. ¿Y sabes qué es lo mejor de todo? Que esto nadamás depende de ti y de mí y de ciertas circunstancias que no están en lo absoluto relacionadas con las voluntades ajenas, con los sentimientos y el "amor". Vuelves a ser todo para mí, y vuelvo a ocuparme de ti como se debe. A procurarte bienestar y placer y ricuras. Ya lo hacía, es cierto. Ya hacíamos tú y yo las cosas del baño diario prolongado, las de la depilación cuidadosa y periódica, las del alimento y la bebida. Pero esto nos estaba haciendo tantísima falta! Es cierto que al principio nos costó un poco de trabajo. No puedo obligarte a que así nadamás vuelvas a ser el mismo, a hacer lo mismo. Me di cuenta en el espejo, cuando te miré de reojo tumbado, esforzándote, los brazos tensos, las piernas cuidadosamente dobladas. Pero cada vez lo vamos a hacer mejor. Cada vez vamos a poder más y nos vamos a seguir deleitando sólo tú y yo. Lo supe cuando, contenta, abrí los ojos y sólo estaba la luz de unas cuantas velas. Lo supe cuando me incorporé y todo tú estabas cansado y feliz. Esta vez no vamos a abandonar la clase de yoga.

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8.16.2004

Marloboros Medium

Basta de cursilerías y cosas así. Basta de adioses y llantos y eso. Soy una mujer fuerte que se despierta a las cinco de la mañana todos los días. Soy un cafre al volante de una suburban prestada. Soy otra vez la del café primero que nada y los cigarros segundo que nada y los exámenes difíciles y las miradas duras a los alumnos que osan interponerse entre mi clase y el orden. La que sabe la respuesta a todas sus preguntas. La de los zapatos rojos y los aretes y la pulsera y el collar rojos. La que levanta la ceja interrogante cuando intentan hacerse los chistosos. Nadamás que no hay que confiarse. Nadamás que no hay que mostrar el temblor de las manos. Prohibido usar el apuntador de láser para mostrarles dónde queda Venezuela en el mapamundi que me queda alto porque luego luego se nota el mal pulso.

Ahora lo sabe.

Mi madre y yo hemos pasado buena parte del fin de semana juntas. No es la primera vez en las ùltimas semanas. No es la primera vez desde que eso ha sucedido. Pero no se lo había dicho todavía. No le había contado. Al principio porque creía que si no lo contaba no existiría. Luego porque me avergonzaba. Pensé que de alguna forma lo intuía, pero me equivoqué. Ha estado preocupada por mí, me dijo. Eso es normal, siempre se preocupa. El sábado, no obstante, mientras ella y yo compartíamos una ensalada y comíamos pasta y bebíamos vino (yo bebía vino), me confesó su verdadera preocupación. Le angustia verme adelgazar de esta forma. Le aterroriza pensar en tantas enfermedades desconocidas mientras semana a semana se da cuenta de que cada vez se me caen más los pantalones, de que cada vez las ojeras son más difíciles de camuflagear. Suspiro. La miro con ternura y me reprocho haberla mantenido tanto tiempo al margen. No se merece esto. Que se entere del corazón partido si eso la aleja del cáncer y los virus y las cosas absurdas que se imagina. Bebo un poco más de vino. Sé que desaprueba un poco, pero no le importa. Me sabe lejana, me supone en peligro, y eso es más importante que un regaño por las cosas del vino. Elijo con cuidado lo que voy a decirle. Me da pena. No sé cómo. Respiro hondo y le cuento sólo lo más relevante. Hace mucho que no lo pienso a fondo, este asunto. Hace algunas semanas que he dejado de llorar casi por completo. Adquiero el tono de quien se esfuerza en recordar algo que sucedió hace mucho. Muy pronto en la historia me percato de que estoy fingiendo. "Es todo", concluyo. De alguna forma la comida, el ambiente, la confidencia, me parecen irreales. No existen. No están sucediendo. Esta persona no soy yo, esta mujer traicionada que cuenta, que recuenta no puedo ser también yo. Quiero ser su hija nadamás. Quiero que me lleve al médico para que me revisen y se me quite esta molestia, me receten una vitamina, unos análisis de sangre. Quiero que se duerma conmigo y me abrace y esas cosas. Pero ya soy grande y ella también lo entiende. Le agradezco que no me diga que ya se lo imaginaba. Le agradezco que se queda sus conjeturas de madre sabia y me ofrece sólo un puñado de palabras consoladoras: "Me duele mucho que te pase esto a tu edad. Me duele porque entiendo perfectamente lo que significa en general y en particular, pero sobre todo porque me parece injusto en un corazón tan tierno. Me da gusto sólo por una razón: No va a volver a sucederte nunca. Vas a aprender, vas a crecer. Entiendo que no me lo dijeras, y eso me parece una muestra más de que estás aprendiendo a ser fuerte. Te quiero, lo sabes". Y ya. Me doy cuenta de pronto de que existe entre nosotros ahora un respeto diferente. Me admiro de su reacción respetuosa y serena, y me duele. Ahora somos adultas las dos. Ahora soy yo.

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8.13.2004

Lo malo.

Lo malo de irse sin planearlo un viernes por la tarde a visitar a la madre que se ha quedado sola el fin de semana no es no llevar cepillo de dientes, ni zapatos que combinen.
Lo malo de subirse cansada al auto y manejar dos horas no es llegar a una casa vacía y no tener llaves para entrar.
Lo único, único malo de todo ello (horror, me estoy volviendo regia de verdad) es darle cien pesos de propina al tipo de la gasolinera y sólo percatarse de ello cientocuatro kilómetros más tarde.
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Que no se me olvide, PORFAVOR no volver a ir NUNCA a hacerme cosas en las uñas. Yo no sé quién me dijo que a mí me debe gustar que me corten y me saquen sangre y que encima me dé pena reclamar y termine pagando por todo el numerito.

Viernes 13.

Miiisssss, dice una niña en la primera fila con blusa verde fosforescente, are you superstitious? Sin saber bien por qué motivo, le respondo medio dormida, medio endolacada: Nope, and actually I'm having a wonderful day. Si pudiera contar como superstición, lo único que de alguna forma me altera, es soñar que se me han caído los dientes. Cuatro veces en la vida he soñado que se me caen los dientes. En las cuatro ocasiones alguien que conozco ha muerto poco después: Mi abuelo, el padre de mi tía Carmen, Tío Pepe y Ricardo. Antenoche soñé que se me caían los dientes y francamente me sentí mal todo el día. Anoche murió alguien en uno de mis sueños. Si así va a cumplirse mi profecía, nadamás en un sueño, me da gusto. De otra forma estoy asustada. Nunca había soñado un cadáver. Nunca había tocado, ni siquiera en sueños, a una persona muerta. Era una joven que conozco poco. Se llama Julia y me sentí preocupada.
PS: Nunca ha sido mi intención confundir a mis lectores. Acuso recibo de dos correos de lectores confundidos y prometo aclarar pronto el punto.

8.12.2004

Fin de una era.

Escucho Pulp para escribir estas palabras. No siempre escribo y escucho música. Antes nunca lo hacía. Antes. Cuando todavía no era esta de ahora. Cuando todavía no nos conocíamos. Cuando todavía yo no sabía - ¿quién lo sabía?- lo que estaba por ocurrir. En los próximos días serán dos años. Muchas veces visitamos ese día en que coincidimos. Muchas veces discutimos sobre si era casualidad o causalidad. Todavía no lo sé, y francamente no me importa. Tampoco me interesa lo que sucedió o no. Me importa lo que me queda. "Nos conocimos cuando éramos catedráticos, en un círculo académico", bromeábamos. Reímos mucho juntos. Un sábado por la mañana me pidió un ride al salir del curso que ambos tomábamos como requisito para impartir una clase de preparatoria. Yo no sabía su nombre y él sólo conocía el mío que aparece en las identificaciones pero que no es el que en realidad me identifica. Poco después me convertí en la Maztrich. A él se lo debo. No quiero aquí retocar las cosas. No se trata de restaurar los momentos amargos para que se vean felices ni pintar nada de un color que no es. Sería muy irresponsable de mi parte. Pero me voy a permitir mirar un poco atrás. Nadamás mientras él termina de empacar los sueños y se va a vivir a Londres.
Una vez me dijo que la música pertenece a quien la escucha. Por eso Pulp es mío. Por eso Common People soy yo desde esa tarde en la carretera, por eso Bar Italia como una pedrada musical directo a mi buzón de correo electrónico, por eso el sountrack de Amélie y tantos discos. Y no se los robé, me los regaló. Yo tengo mi teoría correspondiente. Los sueños son de aquellos con quien se comparten. Y él y yo compartimos sueños desde el principio casi. Además claro, de los amigos, y las películas y las tardes en el cine y los cigarros y las vacaciones en la playa y las mudanzas y las borracheras y luego, después, los insultos y las reclamaciones y todo eso desagradable. Pero fuimos amigos antes que nada. Por eso en su caso no me molesta nada. Por eso me da gusto que se vaya, que lo logre. Porque este no es uno de esos sueños fallidos, robados. El nuestro no fue nunca un plan conjunto, fue nadamás un sueño coincidente, soñado en sintonía. En enero de 2003 le regalé unos lapiceros rosas punto 0.7 mm y él una servilleta con la promesa de que no me dejaría soltar el proyecto del posgrado en el extranjero. He estado muchas veces a punto de soltarlo, de que me lo suelten y todavía no sé si va a concretarse, pero luego pienso en él, que todavía está angustiado por la visa que no llega, y sonrío y me doy cuenta de que en él también se cumple un sueño mío. Y me da gusto porque lo quiero. No lo quiero porque hayamos sido novios, no sé por qué lo aclaro. Lo quiero porque los dos tenemos un problema de autoestima (de mucha) y porque hacemos todo lo posible por que a ninguno se le suba. Lo quiero porque si no fuera por él no existiría la Maztrich, ni yo me hubiera pintado el pelo nunca, ni Nueva York ni Sudáfrica ni lunecitos ni Marlboros rojos ni Bossanova la gata, ni metrosexualidad ni concektual ni astrakto ni patologías autoinducidas, ni arreglos a las dos de la mañana ni nada de nada.
Que te vaya bruto, Piri.

8.11.2004

High-heeled Kamikaze

Ahora síestá lloviendo. Chin. Ayer, preocupadísima por los tacones, el agua y las caídas y nada (digo, nada, porque la preocupancia fue gratis, no nada porque ni me caí y eso me decepcione). Pos hoy que no me preocupé, ha empezado a llover. Hoy, cuando necia, reincidente y suicida decido otra vez ponerme los tacones, llueve juerte afuera. Pero es que...era lo único que le iba al ausfis. A la blusa stretch de manga larga, cuello formal, color azul pizarra-botoncitos de carey escondidos, a los career pants y el cinto nuevo con la hebilla plateada. Al pelo que de pronto se ve mucho más largo y me hace ver, distinta, mayor, otra. No lo pude evitar, lo lamento rodillas queridas, lo siento mucho, glamour adorado. Me someto a la voluntad de las banquetas mojadas, a la burla de Tláloc, a las miradas atónitas de los peatones que atestiguen mi caída inevitable. Allá voy, impasible a mi destino, como al patíbulo, como virgen al altar de los dioses prehispánicos, así así así. Calladita, paso lento, frente levantada, impasible, vestida de azul.

Pensaciones

Pensé que tú también me querías. Pensé que me querías tanto como yo. Pensé que con que yo te amara por los dos bastaba. Pensé que no había nada peor que me dijeras "No he conseguido quererte, aunque sé que debería". Me equivoqué todas y cada una de las veces, inclusive en la última. Pensé entonces que no estaba todo tan mal: tal vez sólo era que no podías querer, que no sabías amar. Y ya de ahí, nada podría ser peor, pensé. Y luego resulta que sí, que sí haycosas peores: que quisieras amar a otra. Que no me lo dijeras.
¿Qué sigue?

8.10.2004

NO HAY TAL LUGAR

Quieroeste libro de la amadísima María Luisa Puga. Digo amadísima y me abochorno, pero es cierto. Su Antonia me marcó tanto, me causó tantas cosas...no sé.

Póliza

No la encuentro. No sé en dónde está. Mi póliza de seguro. Necesito saber si puedo salir así. Está lloviendo afuera. No sé si mucho, pero hay muchos regámpalos. Esta mañana temprano, me puse el pantalón Misoyemis (sorry, pero no voy a poner el link a la anécdota original), la blusa blanca de grecas negras sin mangas, los tacones altos tipo sandalia que tanto me gustan, y me fui. No tardé mucho en darme cuenta que la elección de ropa interior había sido inadecuada: tirantes desobedientes, bordes curiosos que se asoman por donde no deben, the works. Es lo malo cuando son chiquitos, se la pasan jugando cuando no es hora de jugar. En fin, el caso no es ése. El caso es que está mojado, afuera. Yo todavía no salgo, pero meimagino que va a ser difícil el viaje. Va a ser difícil llegar del otro lado del estacionamiento sin mojarme y/o sin caerme. Me da tanto miedo caerme. Argh. Hoy no es día para escribir. Otra vez los pendientes son más que yo.

8.09.2004

Domingos, abuelas, lunes.

Otra vez es lunes. Qué rápido. Apenas estoy terminando de digerir el fin de semana. Todavía puedo ver el reflejo verde de una botella vacía de Buchanan's sobre una mesa que se encuentra un piso más abajo de la terraza en donde estoy sentada fumando un cigarrillo. Todavía no termino de disfrutarlo, ¿cómo carajos me dicen que ya es lunes? Empezó muy temprano. Ayer, comida familiar. Música de amores pasados y malpagados en donde están los señores. Regreso a la cocina todavía tarareando "..la boca que era mía, de qué boca será...?", acomodo unas vasijas. Mi abuela me mira desde la lucidez confundida de sus ochentaycinco años y suspira. "...antes de que me quieras, como se quiere a un gato....me largo con cualquiera, que se parezca a tííííí". Con el brillo de los ojos detrás del cristal de los lentes me dice: ¿y tú?. Yo la miro como casi siempre, con una mezcla de incredulidad y condescendencia, de la paciencia para con el que ya no lo tiene todo tan claro, de la sonrisita callada para con el que dice de repente disparates. "Yo qué?" Se ríe con pesadumbre: "¿No te habrás equivocado tú con el único amor que tuviste?, ¿no se te habrá ido la oportunidad ya a tí así como a mí?" De repente ya no sé en dónde poner la cazuela del cortadillo. Se preocupa mi abuela. Se preocupa que "se me haya ido" el amor de mi vida, el tren, la felicidad. Porque a ella se le fue. Por orgullo, pero orgullo del de adeveras que tenían las mujeres aquellas que estas de ahora apenas imitamos en circunstancias muy extremas. Me avergüenza admitirlo, pero me alegra un poco que haya sido mi abuelo y no Andrés. Si hubiera sido Andrés tal vez ella habría sido muy feliz, pero no habríamos existido mi madre ni yo ni mis hermanos ni nadie de nadie. Qué triste, que ella no tiene nietos pelirrojosojoazul como Andrés. Qué mal, que no es la viuda triste que se encontró una vez que regresó del supermercado diciendo "Cómo pudo Andrés casarse con esa mujer tan sin chiste", como si todavía le doliera. Abuela, no te apures abuela.

8.08.2004

Fin de semana

El alcohol, - no el tiempo, no el amor, no el perdón, no el olvido- cura todas las heridas.


¿Cómo llegué a este lugar lleno de gente, música, risas, alcohol y humo? ¿Cómo es posible si yo ya estaba en pijamas? ¿Por qué vestirme de año nuevo y jeans, lentejuelas con pantalones rotos, pintarme los ojos, abrillantar los labios, subirme a los tacones? ¿Cómo si yo ya estaba en pijamas, ya le había prometido a Tolstoi y a Anna mi viernes? Por culpa de una llamada de amor, por eso. Pero del otro amor, del que sí dura, del que sí es incondicional, el que no necesita palabras bonitas, ni ropa interior nueva, ni piernas depiladas, ni nada de nada. “Yo sé – me dice por teléfono con cara de nomeinterrumpas- que hay que respetar el dolor y la soledad y el cansancio ajenos, pero no lo voy a permitir. No puedo permitir que desaparezcas de la faz de la tierra así como así. No voy a dejarte que sigas agachando la cabeza y quedándote escondida abajo de las colchas. Te estoy hablando para que te arregles porque vamos por ti en este instante. Ya lo sé que no somos nosotros con quieres estar. Ya lo sé que no quieres vernos a nosotros, que nosotros no vamos a llenar el vacío que tú tienes. Pero nosotros a ti sí, porque te extrañamos. Porque no merecemos privarnos de la tú que conocemos por culpa de alguien que ni alcanzamos a conocer. Porque él no ha perdido un segundo en quererte y lo tuyo ya es demasiado. Estamos saliendo por ti. Vístete”. Y entonces termina uno tomándose una botella de tequila y cantando a todo pulmón, y abrazando a los amigos y sonriéndole a desconocidos a las cuatro de la mañana. Y se siente una feliz y amada.


No es todos los días que una se levanta con crudas deliciosas de tequila a la una de la tarde. No es todos los días que viene el carpintero a instalar un armario. No es todos los días que se va una en shorts de playa al súper y compra guantes y fibras y amonia y cosas así. No es todos los días que una se arrodilla y lava una pared. No es todos los días que una llena una caja de hojas con pantallas de blogs impresas y las quema. No es todos los días que una regala un par de aretes a alguien a quien siempre le gustaron. No es todos los días que tira una a la basura la ropa interior esa que nunca se usó de tanto estar en todas partes menos en el cuerpo. No es todos los días que pone uno una fila de discos bajo las llantas del auto antes de salir de la cochera. No es todos los días que se baña uno durante una hora y termina de llorar las últimas lágrimas ahora sí. No es todos los días que se va uno a las doce de la noche a festejar el cumpleaños de una catalana en una terraza llena de luces de colores. No es todos los días que los hombros al descubierto se ven tan dorados al sol. No es todos los días que el cuerpo se mira tan en armonía. No es todos los días que la cena la prepara un cocinero vasco y prueba uno croquetas y cerveza y jamón y vino tinto y salmón y, y, y. No es todos los días que los ojos se ponen brillantes cuando alguno dice “oye, ¿y qué fue de...?” No es todos los días que una puede recuperarse así sin pensarlo y responder “Ya no quiero saber nada más sobre ese asunto”, y esbozar una sonrisa genuina (porque ahora sí ya se han ido los discos y los aretes y las palabras y los recibos y la ropa interior y todo de todo) y seguir la charla por otro lado. No es todos los días. Nadamás ayer.

8.06.2004

Antisocial.

No he escrito, ya lo sé. No he estado. Mentira. Excusa vil. Antes, cuando no estaba, también escribía. Antes me las ingeniaba. Últimamente no. Últimamente apago el celular, no reviso los correos, no escribo, me largo dando portazos. Al mismo tiempo, voy a reuniones, conozco gente nueva, sonrío, estrecho manos desconocidas, me presento, me doy cuenta de que ya no soy una maestra nueva. Una maestra joven sí, pero ya no una maestra nueva. Y traigo un montón de palabras conmigo y encima de mí, pero me parece más bien que sobre todo contra mí. Las palabras contra mí. Todo el día, persiguiéndome, recordándome cosas que pensé que ya había olvidado. Así, voy en el auto y de repente empiezan a formarse las canallas imitando los diálogos que él y yo sustuvimos (quise escribir tú y yo, pero recordé a tiempo que estas líneas ya no son para sus ojos). Me obligan a subir el volumen, cantar canciones que no quiero cantar. Y de todas formas no se van. Por más actividades que pongo en el día. Por más películas que rento. Ayer, por ejemplo, renté Trolosa. Varias veces tuve que detener la cinta, devolerla, volverla a ver. No siempre entendía lo que estaba pasando. No entiendo sueco, y tengo que conformarme con confiar en que la compañía subtituladora ha hecho un buen trabajo. Es una historia tristísima, de amor pero también de venganza. Ah, se me había olvidado, pero el NYT dice en un artículo sobre ciencia que la venganza es buena. Yeah.
Recomendación para los productores de quitaesmalte barato: Las personas que compran quitaesmalte, por más barato que éste sea, no tienen intenciones de arruinar sus uñas tratando de quitar las simpáticas tapitas a presión que vienen bajo las tapas de rosca de las botellas de quitaesmalte. No nos obliguen a comprobar que la acetona tiene un sabor horrible.

8.04.2004

Tenpleit

Solicito nuevo tenpleit. Este ya me tiene hasta la madre.

Miscelánea

Que qué escuchábamos Thelma y Louise en la carretera, me han preguntado. También si lo de Artemio y yo en el aeropuerto alguna vez sucedió.
La primera es fácil de contestar: Música de cantina cantada por mujeres.
La segunda, me encantaría decir que fue algo que me imaginé, pero el dolor ha sido muy de a deveras. Antes, había treintaytantasmil palabras que atestiguaban lo sucedido (que lo predecían, lo contaban, lo recontaban) en este lugar, pero tuve que borrarlas todas.

8.03.2004

¿Qué hacen?

¿Qué hacen dos mujeres sin marido (una porque no tiene, la que sí tiene porque el suyo no está) un lunes en la tarde? ¿Qué hacen dos mujeres sin hijos (una porque los ha mandado de vacaciones, la otra porque no los tiene) una tarde calurosa de agosto?

Toman la carretera y compran macetas y beben clamatos y escuchan música, eso es lo que hacen.

8.02.2004

Lunes

A mí no me engañan.

Los lunes traen más horas. Los lunes son más largos que los demás días, particularmente que los domingos. Empiezan más temprano y no se acaban nunca. Los lunes no deberían de existir.

Me largo.

Aeropuertos

Anoche fui por Pablo al aeropuerto. Juro que no fue mi intención llegar con tanto tiempo y sin nada qué leer. Y de repente me doy cuenta de que otra vez es diciembre, y otra vez se me ha hecho temprano para ir a recoger a alguien. Un viernes frío, casi tan tarde como hoy. Botas altas, pelo largo, suéter negro de cuello alto, bufandita de esas de adorno. Es la primera vez que voy a verlo así. Es la primera vez que voy a verlo desde que nos hemos dicho las cosas del (ja!) amor. Y mientras fumo un cigarro y espero a Pablo, me miro otra vez, ahora desde la distancia y el desengaño. Estoy parada mirando la pantalla. He pasado los últimos meses mirando pantallas que me entregan las palabras de él. Esta vez miro una pantalla que me indicará que las palabras sobrarán por un rato. Llevo un letrero con el nombre del hombre que se ha enamorado de la mujer que él piensa que soy. Pasa media hora, cuarenta minutos. Apenas puedo esperar. Estoy feliz y nerviosa y feliz. Me paseo de un lado a otro. De pronto, me parece que lo veo frente a la banda que transporta el equipaje. No estoy segura de que sea él. La última vez que lo ví era Julio y él tenía barba y otros planes y otra ciudad. De repente tengo miedo. Mientras me miro así, siete meses más joven, siete meses más estúpida, se me hace un nudo en la garganta y pienso mejor en irme y pedirle a Pablo que tome un taxi. Qué tonta, ya lo sé. No lo pienso en serio. Es nadamás uno de esos actos impulsivos míos, como ir a recoger a un hombre lleno de esperanzas al aeropuerto una noche de diciembre. Sale, él, no Pablo: se ve cansado, se ve contento. ¿Cuándo fue la última vez que su rostro tuvo una sonrisa como esa al verme? Ahora me doy cuenta de que no lo sé. Mira el letrero que llevo con letras moradas y suelta una carcajada, su cabeza me guía a encontrarlo al final del camino que forman las vallas esas que no atino a describir. Nos miramos brevemente y de repente, estamos abrazados, mi suéter negro y su camisa de cuadros rojos. Descubrimos que nos gustan a cada uno las orejas del otro. Descubrimos que podemos besarnos y que queremos besarnos todavía más. Aquí es donde alguien debió escribir FIN.

8.01.2004

Guargh

No me había dado cuenta de que alguien ha estado jugando con mi template.
No me había dado cuenta de que ya no se ve nada a la derecha.
No me había dado cuenta, de verdad. ¿Cómo fue?

Nocturna

Qué rico es cenar nadamás antipasti y una copa -una nadamás- de vino tinto.
Qué rico arrellanarse en la silla y cerrar lento los ojos y sentir aaahhh.
Qué rico, el queso y el jamón serrano y las alcachofas y las calabazas y...

Qué difícil darme cuenta de que entre más me alejo menos puedo regresar.
Qué difícil la notificación de facto de mi status de persona non grata en tus territorios.
Qué difícil, los discos rayados y las palabras devueltas y las noches sin dormir, otra vez.