8.20.2004

2004, going, going, gone.

Es viernes. Ya se me acabó la mitad del mes y no me percaté. ¿A dónde se fue el 2004? Al principio, cuando todavía prometía, andaba en Chicago. Se vació en palabras dichas a larga distancia, escritas en la madrugada. Más tarde el 2004 se llenó de proyectos y planes mientras las películas transcurrían y las botellas de vino se gastaban al compás de melodías que hoy son pedacitos de espejo triturado en la basura. Luego el 2004 amenazó llevarme a vivir de vuelta a casa de mis padres. Hasta las maletas hice. Hasta renuncié. Pero no me dejé, al final; al final les hice caso a los que no me querían dejar ir y aquí sigo. Y de repente, estamos a finales de agosto. Así es, señoras y señores, el sesenta porciento del año ya se largó y no supimos ni a dónde. O bueno, yo no sé si quiero saberlo. No sé si me interesa. Me interesa un poco más a dónde piensa ir el resto de este año. La colita que le queda. Bien se sabe que son las gotitas de la felicidad las que mejor saben. La bachita del 2003, por ejemplo, me hizo muy feliz. Lo malo fue que se portó como presidente a final de sexenio y le heredó las broncas a este pobrecito 2004. Pero no le hace. Tal vez sería bueno reanudar los festejos. Ya estoy preparando a mi cuerpo para lo que sea que este otoño me depara. A ver si unas millas (aunque no en ese plan), a ver si por fin la beca. Aquí, otras personas, escribirían "Ya veremos".

Yo no.