8.25.2004

Te recuerdo

Un hombre al otro lado del océano ha dicho "Recuerdo. Te recuerdo". Y con eso ha conjurado a la muchachita esa que yo era hace cuatro veranos. Le ha puesto la falda verde otra vez, y le ha vendado los dedos de los pies a la bailarina que al principio supuso que yo era. Ha ido todavía más lejos y le ha puesto palabras en los labrios: "Es que no puedo, ahora mismo no estoy lista", y, mientras olvida intencionalmente dotarla de los lentes oscuros (porque nunca le gustaron), también acomoda despacito en la garganta, sobre la lengua: "Pues sí, nos gustamos y nos besamos una vez, ¿y eso qué?" Y mientras hace esto, mientras juega a disfrazarme de la mujer que ya no soy para entretener a una cerveza oscura, vuelve a despedazar una servilleta nervioso. Ja. Nervioso él. Pero ahora que lo vuelvo a ver, él todavía veinteañero, con su camiseta amarilla, me doy cuenta de que sí está nervioso. Y aquí estamos, los cuatro, él y yo y nuestras respectivas versiones anteriores, sin saber muy bien qué hacer. ¿Qué hacemos? ¿Nos ponemos a platicar todos? ¿Los observamos nomás? Me parece que lo que hacemos es otra cosa. Estamos agregando los subtítulos que ellos no pudieron ver cuando coincidieron. Cuando ella, mirada penetrante dijo "nos besamos una vez ¿y éso qué?", le explico mientras se toma otra cerveza, ella estaba protegiéndose. ¿De mí?, se ríe él desde París. Por supuesto, afirmo, no quería que te dieras cuenta de las ilusiones que ya se estaba haciendo. No quería que la trataras como con condescendencia, que le dijeras que todo era un juego. Los volvemos a mirar...El de la camiseta amarilla dice "Es que ese besito, ese besito inocente, en el puente..." y termina de hacer jirones la servilleta y se calla. Él, ahora treintañero recién estrenado completa la frase: "...¿no crees que podríamos llegar a algo, a tener algo?" Eso era lo que seguía. Ahora todo tiene sentido. Ahora es demasiado tarde.