8.20.2004

Parking lot romance

Estoy enamorada. Hoy lo conocí. Guapísimo, interesante, amable. Veníamos saliendo de comer Pablo y yo. Me habían encajonado y parecía imposible que yo pudiera salir del lugar en donde una hora antes nos habíamos estacionado. Pablo se ofreció a sacar él la camioneta. No, me negué, qué tal que hubiera venido sola... Tengo que hacerlo yo (yo y mi maldito complejo de autosuficiencia feminista, por eso luego nadie me quiere, por eso luego se marchan todos tan campantes, al cabo "ella puede"). Se resigna y me mira forcejear con el espejo, el volante, las distancias. De repente sale él no sé de dónde. Él. Nos miramos a los ojos. Viene caminando por la acera. Alto, camisa azul, saco sport. Se detiene. Freno. Guarda su teléfono celular en el saco y se asoma al diminuto espacio que hay entre mi camioneta y el auto de al lado. Me empieza a hacer señas. De repente las indicaciones de Pablo no se oyen más. Nadamás puedo leer sus labios: Más, más, ahora sí, reversa...Lo que veo en los espejos ya no tiene sentido. Se baja de la acera, se para frente a mi ventana, me llama hacia él. Otro poquito, así, sí, dicen sus labios hermosos. Bajo la ventana. Me gusta su voz, me calma. Sonrío como una estúpida mientras avanzo torpemente hacia atrás y hacia adelante. Casi puedo oler su after-shave. ¿Dónde ha estado toda mi vida? Ocupado, me dicen sus canas. Teniendo hijas de mi edad, dicen las patas de gallo de su rostro bronceado. Por fin logro salir. Me entristezco. Hasta aquí llegó nuestro idilio. Le mando un beso, sonríe, se marcha.