8.02.2004

Aeropuertos

Anoche fui por Pablo al aeropuerto. Juro que no fue mi intención llegar con tanto tiempo y sin nada qué leer. Y de repente me doy cuenta de que otra vez es diciembre, y otra vez se me ha hecho temprano para ir a recoger a alguien. Un viernes frío, casi tan tarde como hoy. Botas altas, pelo largo, suéter negro de cuello alto, bufandita de esas de adorno. Es la primera vez que voy a verlo así. Es la primera vez que voy a verlo desde que nos hemos dicho las cosas del (ja!) amor. Y mientras fumo un cigarro y espero a Pablo, me miro otra vez, ahora desde la distancia y el desengaño. Estoy parada mirando la pantalla. He pasado los últimos meses mirando pantallas que me entregan las palabras de él. Esta vez miro una pantalla que me indicará que las palabras sobrarán por un rato. Llevo un letrero con el nombre del hombre que se ha enamorado de la mujer que él piensa que soy. Pasa media hora, cuarenta minutos. Apenas puedo esperar. Estoy feliz y nerviosa y feliz. Me paseo de un lado a otro. De pronto, me parece que lo veo frente a la banda que transporta el equipaje. No estoy segura de que sea él. La última vez que lo ví era Julio y él tenía barba y otros planes y otra ciudad. De repente tengo miedo. Mientras me miro así, siete meses más joven, siete meses más estúpida, se me hace un nudo en la garganta y pienso mejor en irme y pedirle a Pablo que tome un taxi. Qué tonta, ya lo sé. No lo pienso en serio. Es nadamás uno de esos actos impulsivos míos, como ir a recoger a un hombre lleno de esperanzas al aeropuerto una noche de diciembre. Sale, él, no Pablo: se ve cansado, se ve contento. ¿Cuándo fue la última vez que su rostro tuvo una sonrisa como esa al verme? Ahora me doy cuenta de que no lo sé. Mira el letrero que llevo con letras moradas y suelta una carcajada, su cabeza me guía a encontrarlo al final del camino que forman las vallas esas que no atino a describir. Nos miramos brevemente y de repente, estamos abrazados, mi suéter negro y su camisa de cuadros rojos. Descubrimos que nos gustan a cada uno las orejas del otro. Descubrimos que podemos besarnos y que queremos besarnos todavía más. Aquí es donde alguien debió escribir FIN.

2 Comments:

Blogger Roberto ha dicho...

es una linda historia. que continue... en la esperanza, en la comunion... de ideas, de presencia... =)

11:20 a.m.  
Blogger Proud Mami ha dicho...

que padre tu post, eso sucedio en realidad? y que mas sucedio, cuenta cuenta! :)

12:06 p.m.  

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