8.08.2004

Fin de semana

El alcohol, - no el tiempo, no el amor, no el perdón, no el olvido- cura todas las heridas.


¿Cómo llegué a este lugar lleno de gente, música, risas, alcohol y humo? ¿Cómo es posible si yo ya estaba en pijamas? ¿Por qué vestirme de año nuevo y jeans, lentejuelas con pantalones rotos, pintarme los ojos, abrillantar los labios, subirme a los tacones? ¿Cómo si yo ya estaba en pijamas, ya le había prometido a Tolstoi y a Anna mi viernes? Por culpa de una llamada de amor, por eso. Pero del otro amor, del que sí dura, del que sí es incondicional, el que no necesita palabras bonitas, ni ropa interior nueva, ni piernas depiladas, ni nada de nada. “Yo sé – me dice por teléfono con cara de nomeinterrumpas- que hay que respetar el dolor y la soledad y el cansancio ajenos, pero no lo voy a permitir. No puedo permitir que desaparezcas de la faz de la tierra así como así. No voy a dejarte que sigas agachando la cabeza y quedándote escondida abajo de las colchas. Te estoy hablando para que te arregles porque vamos por ti en este instante. Ya lo sé que no somos nosotros con quieres estar. Ya lo sé que no quieres vernos a nosotros, que nosotros no vamos a llenar el vacío que tú tienes. Pero nosotros a ti sí, porque te extrañamos. Porque no merecemos privarnos de la tú que conocemos por culpa de alguien que ni alcanzamos a conocer. Porque él no ha perdido un segundo en quererte y lo tuyo ya es demasiado. Estamos saliendo por ti. Vístete”. Y entonces termina uno tomándose una botella de tequila y cantando a todo pulmón, y abrazando a los amigos y sonriéndole a desconocidos a las cuatro de la mañana. Y se siente una feliz y amada.


No es todos los días que una se levanta con crudas deliciosas de tequila a la una de la tarde. No es todos los días que viene el carpintero a instalar un armario. No es todos los días que se va una en shorts de playa al súper y compra guantes y fibras y amonia y cosas así. No es todos los días que una se arrodilla y lava una pared. No es todos los días que una llena una caja de hojas con pantallas de blogs impresas y las quema. No es todos los días que una regala un par de aretes a alguien a quien siempre le gustaron. No es todos los días que tira una a la basura la ropa interior esa que nunca se usó de tanto estar en todas partes menos en el cuerpo. No es todos los días que pone uno una fila de discos bajo las llantas del auto antes de salir de la cochera. No es todos los días que se baña uno durante una hora y termina de llorar las últimas lágrimas ahora sí. No es todos los días que se va uno a las doce de la noche a festejar el cumpleaños de una catalana en una terraza llena de luces de colores. No es todos los días que los hombros al descubierto se ven tan dorados al sol. No es todos los días que el cuerpo se mira tan en armonía. No es todos los días que la cena la prepara un cocinero vasco y prueba uno croquetas y cerveza y jamón y vino tinto y salmón y, y, y. No es todos los días que los ojos se ponen brillantes cuando alguno dice “oye, ¿y qué fue de...?” No es todos los días que una puede recuperarse así sin pensarlo y responder “Ya no quiero saber nada más sobre ese asunto”, y esbozar una sonrisa genuina (porque ahora sí ya se han ido los discos y los aretes y las palabras y los recibos y la ropa interior y todo de todo) y seguir la charla por otro lado. No es todos los días. Nadamás ayer.

1 Comments:

Blogger Roberto ha dicho...

No es todo los dias que se lee algo asi, requiere valor conciencia y mucho amor... como dices ese que es incondicional y quiere todo... lo mejor para ti. Ese amor que es el tuyo por la vida y la libertad de querese a si mismo.
Gracias... por lo que haces por ti, que al final haces al mundo mas facil.

7:47 p.m.  

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