8.31.2005

83105

Día del blog, etcétera. En otras épocas habría sido más entusiasta. Hoy, Dulce lo ha dicho mejor que yo.

8.30.2005

disfruto

Disfruto a la gente que tiene mundo pero no lo demuestra. Esa gente que no se le ha ido el mundo a la cabeza. Disfruto sentarme en la banqueta a ver la gente pasar. Disfruto extender una mano y sin abrir los ojos encontrar. Encontrarte. Disfruto ver, oler, asomarme, saborear, leer y no hacerlo en función del blog. Vivir nomás por el puro placer de hacerlo, sin tener que venir a contarlo. Disfruto de un hombro dispuesto, aunque el hombre. Un mail de un desconocido o de una exalumna feliz. Disfruto encontrar la palabra precisa a mitad del párrafo traducido. Disfruto tanto a veces.

8.28.2005

blog y tacos

Últimamente el blog es un fastidio, un lugar ajeno. Últimamente no sé qué hacer con el blog. No la escribancia ni la escribición, eso es otra cosa. Nadamás este lugar que supuestamente es mío y ya. Yo y punto. Pienso en eso este mediodía que me pongo los jeans de anoche sin haberme bañado. Los jeans recién levantados que todavía recuerdan la fiesta de anoche, los mismos que tan pronto se han olvidado de la pulgada y media que debí amputarles antes de llevarlos a la calle del sábado por la noche. Una camiseta cualquiera, amarilla pegadita, las chanclas brillosas de She-ra. A comer tacos a La Esquina. Me gusta el lugar por el lugar en sí, pero los tacos, los tacos, ay los tacos. También me resultan ajenos. Con doble tortilla de maíz. Uno no usa doble tortilla de maíz cuando la tortilla es así de gruesa. Excepto tal vez en Baja California, los tacos esos de pescado o de camarón, pero incluso ahí no siempre. Error número dos: La cantidad del relleno. El principio del taco es la brevedad del relleno. Si no uno se serviría un plato del guiso equis y lo acompañaría con una tortilla, pero no al revés. Un taco no puede nunca llevar tanto relleno. Eso explica la doble tortilla pero no la justifica. Le doy un trago bien helado al jarrito de naranja y hago una nota mental para el dueño de este lugar que como sea me gusta. Me gustan los luchadores en las paredes, me gusta el exterior, me gusta la gente hermosa que viene desmañanada tras el lente oscuro a comerse un taco. Todavía traen pedacitos de glamour en las pestañas y por eso no se quitan los lentes, piden un taco en shorts, se sientan en la barra mirando a la calle. Me gusta saber que detrás de donde dice Employees Only hay un after hours súper exclusivo. Sin embargo, el guiso de papa con chorizo tiene las papas muy grandes. En fin. Suspiro. El blog que últimamente me fastidia. El blog al que no tengo ganas de explicarle nada. El blog que me ha hecho esclava del detalle, de la justificación. Dos, tres, cuatro personas que dicen ¿oye, y entonces quisiste decir tal cosa?, oye, no te entendí lo último que escribiste. Recuerdo una entrevista con, tal vez Umberto Eco. Tal vez Umberto Eco respondió que lo que estaba en el libro (tal vez en El nombre de la rosa) era lo que él había querido decir y ya. Y que si eso no quedaba claro, era una lástima y punto. ¿Por qué le ponen repollo al taco de papa con chorizo? Ahora estoy francamente desilusionada. No hay por ninguna parte una quesadilla, un taco con una embarradita de frijoles. Y qué querías tonta, aquí no lo vas a encontrar. Pues no, ya lo sé, pero como sea. Anoche cuando fui depositada en mi hogar luego de la fiesta esa de argentinos y doctores mencontré un episodio de ER a la mitad. Qué buen timing. Después, después, ah, después. Después todo es de noche hasta que de pronto uno está sentado mirando la calle nublada, la calle que quiere llover con un taco farsante en la mano.

8.26.2005

no

¿Cuántas veces puede decirse que no, me pregunto mientras salgo en shorts y chanclas a los últimos soles del verano? (Aquí el verano dura sólo los días que marca la ley, estamos en el primer mundo). Me tomé un jugo de naranja y me salí a la banqueta, de verdad me siento como en mi casa. Todo me parece familiar mientras rumio en el no. En las posibilidades numéricas del no. No es no, decía mi mamá. Ya veremos era el no de mi papá. Después, un novio empleaba un ya veremos en sentido literal y yo me frustraba. Just say no decía el perro ese vestido de detective en la tele gringa. ¿Cuántas veces podemos decir no? No a las drogas, no al vendedor de telemarketing, no al pordiosero en la calle, no no no. Quiero decir, cuántas veces puede uno decirse no a sí mismo. Cinco veces no a fumar, a veces pasa una semana entera, no voy a encender el cigarro y luego, el humo en los pulmones, qué bien. No más CSI hasta que acabe el paper. Media página después, me ocupo de las epiteliales ajenas y ficticias en lugar de tener las mías que se caen por todas partes, ocupadas en teclear. Yogurt el viernes, yogurt el sábado, yogurt el domingo. Tres nos consecutivos al bagel hasta que se impone el reino de la harina y el queso en el plato de mi desayunod. No mover mucho la mano, no mojarla a cada rato, no traerla destapada en la calle. Una semana y medio de no a la mano quemada. Para cuando volteo anda la mano feliz de la vida moviendo tazas de agua hirviente y preparando gelatina y lavando los platos y libre de gasas y vendajes. No a gastar, a cargar más cosas en la tarjeta de crédito. Hasta que se nos atraviesan las ofertas del fin de temporada con cara de inminentes chaquetas de gamuza y cómodos zapatos de asistente de docencia y monísimas blusas de bordados tropicales. No a besar sin verdadero amor, sin las mariposas en la panza, sin al menos un cachito desperanza en el futuro. No descansar el deseo en cachitos de piel ajenos e indiferentes. No ir esta vez al cine, no vaya a ser que piense que. No llamar, no decir, no contarle. ¿Cuántas veces me he dicho este no? ¿Puede uno extender esa promesa de no volver a cruzar una palabra con alguien hasta el infinito?

No, me parece que no se puede.

8.25.2005

necia

Soy muy necia. No aprendo. Dejo todo para el final. Tengo comezón en la mano izquierda, es normal, estoy cambiando de piel. Tengo hambre todo el día. ¿Cómo quiero que otros me entiendan cuando yo no soy capaz de lo mismo? No de entender a los otros sino a mí. Dignidad, me digo, una poca de dignidad. Y ahí voy, la dignidad guardada en el cajón (yo, que no guardo nada, que tengo todo regado), necia necia. Además me confundo. Creo que es todo cool y de repente, un cachito de necesidad. No sé cuándo hay que necesitar y cuándo no. Puedo ir por la vida sin necesitar, claro, cuesta y todo, pero puedo. La vez que lo hice resultó un error, porque él quería ser necesitado. Pero esto no es así. Esto es, ¿qué es esto? No sé, no sabemos. ¿Sabemos quimosabi? Ok. Yo no sé y él tampoco. Mentira. En el fondo sí. En el fondo es un mientras. Cuando haya cambios se hará la notificación. Y no quiero la notificación cuando haya cambios. ¿Dónde oí eso antes? Tal vez será mejor dejar todo, soltar todo, rendirse.


No tenía que complicarme la vida.

8.23.2005

cansada

Estoy cansada. Cansada de escribir, de no dormir, de tanta cosa que me parece inútil. La piel quemada ha empezado a caerse. Pica mucho. Mencantan los amigos que son herencias de otros amigos. ¿Friend-me downs? Todos los jeans me quedan largos, no quiero llevarlos a hacerles la bastilla. No tengo hambre casi. Las trenzas perdieron el brillo juvenil. Al mismo tiempo, ese rayito, estos últimos suspiros. Los libros postergados por culpa de la Mercedes de Dulce. El paper pendiente. Mis paredes desnudas. El calor que ya se marcha y yo sin haberme puesto el traje de baño más que una vez. Estoy cansada.

8.21.2005

3.57 AM

Cuatro tazas de café a las dos de la tarde.


Afortunadamente hubo un late back to back de ER, luego Henri and June en el sundance channel y veinte estantes en el librero que pedían a gritos ser organizados, reorganizados y requeteroganizados. And I keep going, just like that pink bunny. I might as well just go out and smoke for a bit.

the city

So far, estas son las 24 horas más neuyorkinas que he vivido desde que llegué. Al menos consecutivas. Todo empezó anoche, cuando recibí el llamado de las hermanas repúblicas centro y sudamericanas. Nuestra querida periodista argentina se marchaba de vuelta al sur. Fuimos a tomar unos drinks casuales. Un poquito de east village coolness, un martini (más rico cuando un texano espléndido paga la cuenta), luces bajitas. Después una excursión a G&G a bailar una poquitísima de salsa. Una sorpresa grande: Conocí al flamante marido de Gogo-Yubari, recién desempacado de chilangolandia. Nueve horas más tarde terminar de despedir a la esposa del flatmate temporal (qué triste), ponerme mona (y sentirme además), ir a mi cita con Dr. Park. La recepcionista me reconoce (oh, you're the one with the burn), extra points por no mencionar la sopa, me pasa. Me saluda, me revisa, me recorta cachitos de piel quemada, me pone un poquito de antibiótico, me refillea los supplies y me manda al mundo. Está nublado. Tomo un W vacío, qué dicha. Cambio en Times Square, me subo a un 2 que acaba de llegar y no tengo que esperar nadita. En ocho minutos estoy en el upper west. En realidad vengo poco acá. Un bistro francés re-cool. Un café que me transporta del otro lado del océano, la compañía rica. Hablamos de Lula, de Kirchner, del verano, de Fox, las pomadas con nitrato de plata. Nos ponemos al tanto. A veces - es tal vez un minutito- me da un poco de pereza repetir las historias. No quiero ser la mexicana esa que le pasó lo mismo que a la colombiana que tenía ese novio que. Nos tomamos una foto frente al apartamento en el que vivió este año, el mismo en el que Miranda vivió durante una temporada de Sex and the city. Entramos a Gap, a Steve Madden, a Nine West. Se siente rico, probarse un montón de cosas y después no comprar nada, o casi nada. Mirarse en el espejo, tener dos voces que retroalimenten: Esa es linda, la remera mencanta, el azul clarito no está tan padre, ¿dónde estaban esos?, esta no es mi tasha, mh no la otra era mejor. Breve escala en Barnes&Noble. Crisis por la pérdida irreparable del equipo fotográfico de nuestra rubia politóloga guatemalteca. Episodio simpático en un Starbucks con una viejita de camiseta anaranjada y mascota obediente. Enfilamos a Central Park. En la 79 (o es la 81?) y Ámsterdam me detengo a ver un gabinete antiguo que mencanta. Twentyeighthundred, damn it. Y entonces la veo caminar hacia mí. No lo creo. Las chicas están allá. Sólo Miss Guatemala me hace caso y se da cuenta. Nos detenemos a mirar mientras pasa cansada empujando una carreola y llevando a una pequeña de la mano. Rubia y acabada. Cynthia Nixon herself. Gosh, santos pensamientos superfluos Batichica, nada puede hacerte sentir más New Yorky que pasar junto a Miranda Hobbes herself y saberte más sexy y más city que ella. Qué dicha. Seguimos a ver a Paul van Dyke al Summer Stage de Central Park. Nos detenemos a tomar aliento (y fotografías) en el lago. No tenemos boletos, pero se ve a la distancia y también se oye. Entre la multitud unos ojos me llaman. I know you, don't I? Digo que sí sin estar bien segura. Where from? Los dos sonreímos y nos buscamos en los ojos del otro. Qué momento. Luego, para deleite de la concurrencia. Wasn't it at that Hamptons party? Emilio's house!! You're right! Gee, nice to see you. You going in? Not really, we're just walking by. Él entra y nosotras seguimos nuestro camino, atravesamos una clase de tango sabatina. Del punchis punchis a caminito en tres minutos. Sólo aquí. Tomamos el subte hasta Broadway y Lafayette. Excelente cena tailandesa en Saint Mark's place. Luego, a la frontera con Alphabet City a tomar un helado. Me parece que E no podía tener una despedida más nuiyorkina que esta. La vamos a extrañar.

8.20.2005

pediatra

Hace mucho que no veía a uno tan de cerquita.




Aysh, estos doctores.

8.19.2005

waiting

Waiting is not -except MAYBE when it concerns public transportation- a New Yorky thing.

Rushing is.


Perhaps I was always, deep down, a New Yorker at heart.

8.18.2005

(ayer)

Hoy me encontré en la calle, vestido verde lenteoscuro, a una persona que no había visto hacía dos años. Gritó tanto de gusto que una mujer se detuvo a mirarnos y sonrió. Hoy fui a Federal Express a enviarle un paquete a P; en la fila otra mujer se detuvo a mirarme, escandalizada de mi mano quemada. Su esposo estuvo hospitalizado ocho días por una quemadura similar. I wish I knew you so I could dress your wound and give you all the Sylverdine I still have at home. Era un mujer guapa y me conmovió. Hoy en la clínica me reventaron la ampolla tamaño peseta (as in a quarter dollar not as in una extinta peseta española) y la drenaron y me dijeron que lo que en realidad se ve mal es el brazo, la mano como quiera. La doctora me regaló un gatorade. Hoy fui a Jersey, en un vehículo que no era de transporte público. Hace mucho que no me subía a un vehículo que no fuera alguna forma de colectivo. Me senté toda la tarde en un U-Haul mientras unos amigos hacían su mudanza. Hoy pensé en que ya es miércoles y qué barbaridad cómo se ha ido la semana entre una mano y otra. Hoy hablé por teléfono con mi abuela octuagenaria más siete. Me contó de sus otros nietos, de sus plantas, de la comida, de esa vida en la que ya no participo. Hoy me subí tres veces a la línea amarilla y no me perdí ni una sola. Hoy no comí casi nada porque casi no tuve hambre.

8.17.2005

...

A veces no sé a dónde me fui, qué me pasó. A veces, cuando estoy todavía en pijamas tomando café, inventando otra propuesta de paper académico, queriendo mejor terminar If on a winter's night a traveler, o empezar Hiroshima mon amour, dándole la mordida a la mitad del bagel con brie y mermelada de chabacano (medio bagel, hemos llegado a un compromiso), la ropa que me voy a poner ordenada sobre la silla, la lista de pendientes en la bolsa lista para salir a la calle, no sé. ¿Será que de verdad esto soy yo?

8.16.2005

thnkx

Sharing IS indeed overrated.


Excepto cuando a una le regalan Hiroshima mon amour al tiempo que le prestan un libro interesantísimo (The Body Project. An Intimate History of American Girls) el mismo día que la invitan a descubrir un vino español en un lugarcito gallego de tapas.


Excepto cuando luego de los iars y los jospitals y esas cosas una se asusta y necesita decir me asusté.




Gracias.

8.15.2005

ER (visual)

ER
ER,
originally uploaded by maztrich.
(Parental Advisory)

The following image is graphic in its content. Careful.
Las únicas visitas que tienes permitidas al ER de ahora en adelante cuerpo querido, son televisivas. Andas torpe torpe torpe. La semana pasada quebraste un plato y una botella el mismo día. Con lo del plato me voy a tener que entender después con el flasmeis cuando haga la evaluación del reto doméstico y encuentre que la vajilla está mocha. Aunque claro, puedo taparte e inventarle que mi proyecto más bien consistió en rediseñar la vajilla convencional de ocho y convertirla en un modernísimo set para siete. Aunque tendría entonces que quebrar también un plato grande y un vaso y una taza y deshacerme de unos cuantos cubiertos. Qué lata. Luego la botella que tiraste en la fiesta aquella. El índice izquierdo te sangró profusamente. El chino de la tintorería miró el pantalón blanco escépticamente. Y luego ayer, andabas de antojado y me pediste sopa. Te hice el gusto y en lugar de que me ayudaras, torpe torpe vas y haces un batidero con la braun master, la cual ahora obviamente ha dejado de ser mi electrodoméstico favorito . ¿Te fijas qué calientes pueden llegar a estar una calabaza y una zanahoria y dos papas y un pedazo de cebolla? Te puse una rebanada de tomate que estaba sobre la barrita pero te seguiste quejando. Entonces me dí cuenta. Te dolía porque la piel se te había hecho como de hule. Ni chance de peinarte porque con una mano es complicado, con una mano y la otra quejosa lo es más. Nos subimos corriendo a un taxi. Te registré en urgencias, les dije desde cuándo te tengo, dónde te dolía. Lo más humillante tal vez haya sido explicar qué había pasado. Qué importa si es sopa o agua o verduras. Te quemaste y punto. Ah no. Todas las enfermeras, todos los residentes tuvieron que enterarse. Soup girl, me imagino que apuntaron en sus bitácoras. Ahora tienes una ampolla del tamaño de una peseta y otro cacho chamuscado y morado. Two inches long. Segundo grado, le dicen. Qué bueno que te duele, porque si no significaría que te quemaste el nervio. Vacuna contra el tétanos nomás porque es domingo y casi no tienen nada qué hacer. Y ahora tengo que aguantarte quejoso del hombro al pulgar

PS. I'm allright.

8.14.2005

casero

(En mi Moleskin negro)

Ayer me desperté con la camiseta de Brooklyn alrevés. Estaba oscuro cuando llegué y no me gusta prender la luz. Como si fuera a despertar a alguien. Como fingir que hay alguien que se daría cuenta de la hora que era cuando llegué. Como si no estuviera sola. La camiseta alrevés y los párpados pegajosos. Tengo algo en los ojos y todavía no es otoño. Qué raro. La noche anterior había descubierto un lugarcito que me gustó. Iba a una cosa y resultó ser otra, como casi siempre. Hay gente a la que esto le molesta. Not me. Era como, como un lugar en el que tal vez he estado antes pero no sé exactamente. Tal vez fuera una sensación. La de estar cómodo y contento y gustar de lo que uno ve, aunque esto no sea perfecto. Era un café eslash bar. Rojo por dentro. Lleno de sillones disparejos. K dijo que era como estar en Urban Oufitters. Tal vez fuera un poco como eso por la decoración, pero. En el bar de la Casa del Maíz era parecido, aunque sólo fui pocas veces. Son las seis y media de la tarde y vine a desayunar berenjenas a la barra de Café Gitane. Le ponen tapenade y queso de cabra y pesto. Se necesita, creo, cierta actitud para ir a un restaurante lleno de gente cool y sentarse a la barra y no sólo pedir una bebida (a ginger ale, please), sino además comer (I'll have the grilled eggplant). Sentirse agusto bajo la mirada ajena. Todavía no sé si me siento a gusto de verdad, pero es como si tuviera que obligarme a. Hace cinco minutos entró una muchacha despeinada con una faldita minúscula. Pidió una cocacola y se puso a hojear una revista. Tal vez fuera porque había empezado a llover y no tenía paraguas. Tal vez esperaba a alguien o tenía sed o quería leer la revista. Recién pagó dos setentayuno y se fue. Estaba en otra parte. Tumbada en un sillón de un cuarto pintado de rojo con una bohemia de tres dólares en la mano en el medio de la nada de Billyburg. Decidí que me gustaba y, cosa rara, casi inmediatamente después me entristecí. No conozco a nadie con quién volver. K sólo fue por lo del dj que no apareció por ninguna parte. En su lugar había un trío liderado por un pianista inglés que cantaba bien pero que no se sentía a gusto de terminar las canciones. Siempre terminaba con alguna cosa rara, una tecla fuera de melodía, un chiste malo, no sé, muy extraño. K no va a querer volvver. D ni pensarlo, nunca podría traerlo aquí y por ende a ninguno de sus amigos. Luego, pienso en otra gente que conozco y tampoco, son too latino, too loud, too salsa para entenderlo. Tal vez Shamán vendría. ¿Vendría porque le gusta o porque casi siempre consigo que me siga la corriente? A vendría un par de veces por sentirse alternativo. ¿R? Se me ocurrió en automático, como si estuviera pasando lista. Tal vez porque Caetano cantando Billie Jean (por eso me simpatiza este lugar). Él lo disfrutaba todo, creo. Encontrar el placer de un rincón oscuro en un antro perdido al que uno tarda una hora en llegar. Es que además me gusta, me gusta estar ahí, esa música, esa gente a la que no le importo. La mujer del sillón de junto lleva unos shorts que más bien son oversized panties de rayas blancas y anaranjadas y unos zapatos planos y una blusa llena de piedritas brillantes. No puedo importarle menos. Se llevan el plato donde hace unos minutos llegaron calientes y deliciosas las berenjenas. Sentarme en la barra y tomarme un té de menta me sabe tanto a casa, un gusto tan a casero que me asusta.

8.12.2005

vasconcelos 1507

(post atrasado, para C)

No estuve ahí desde el principio, ni tampoco voy a estar ahí este viernes cuando todo de alguna forma termine. El departamento de C en Monterrey.

Nos conocemos desde los tres años. Nos encanta decirle eso a los desconocidos cuando nos presentamos. Cuando escribo desconocidos me refiero a las gentes que hemos ido recogiendo en el camino y que no saben que somos amigas de toda la vida. Claro, si uno escarba en la historia uno se da cuenta que fuimos amigas desde los tres años, pero hubo una pausa en la primaria. A nadie le importa esa pausa. Lo que importa es cuánto nos queremos, porque con todo lo que nos queremos no importan las pausas. Hay relaciones en las que la pausa más insignificante representa el final de la amistad, el distanciamiento, el olvido. En este caso no. Ni cuando ella se fue a Indiana o yo me vine acá, ni cuando nos inscribimos en universidades diferentes. Ni siquiera después de que se vaya a vivir a Baja California con ese marido inminente a quien le permito que se la lleve sólo porque es un buen hombre que la hace feliz. Todavía no se casan, pero hay cosas que sí cambian.

El domicilio es una de esas cosas. Ah, si esas paredes hablaran. Afortunadamente esas paredes sólo escucharon. Cuánta palabra, cuántos martecitos o miercolitos, cuántos cigarros y copas de vino y programas idiotas en la tele y cuántas lágrimas y cuántos muchachos pasaron por esos sillones tan cansados. Las cosmopolitans en el mueble de la sala, el espejo maravilloso siempre con algún piropo, la barrita confidente, los colchones crujidores que siempre tenían espacio para alguien más, el par de pantunflas extras, el teléfono lejano que sonaba y sonaba por las mañanas sin despertar a nadie.

Ese lugar es además importante por lo que no pasó ahí. Por todo eso que sucedió entre que salíamos y regresábamos. Siempre volvimos. A veces muy noche, todavía risueñas, el rímmel por todos lados. Otras veces temprano, la que madrugara menos tarde con los tacos de barbacoa o la comida china o las hamburguesas de las alitas. Salíamos juntas, en uno o dos coches, con o sin acompañantes pero siempre las unas con la otra. Después, los regresos. Tal vez alguna no volviera hasta el día siguiente, todavía con las estrellas encendidas en los ojos. A veces a mí me devolvían primero, por motivos de deslucimiento o cansancio extremo. La llave bajo el tapete, como recompensa después de subir la rampa del estacionamiento con los tacones sexis y la noche encima o los papeles del trabajo que necesitaban terminar de leerse. La casa de C, pero el hogar de todas. Al menos así lo sentí yo.

Hubo una temporada en que todos los fines de semana dormí ahí (o no). Ahí fue donde el doctor depositó sus últimas palabras escritas en una hoja de máquina insolente. Ahí fue donde nunca recogió el libro de las pastas rojas que le devolví. Ahí llegué con todas las alegrías y los miedos y las frustraciones y ahí siempre estaba eso que llamamos tal vez hogar. En enero pasado, cuando ya mi cuarto había sido desmantelado y volví a vivir un par de semanas a Monterrey para terminar de arreglar cosas, ahí me instalé. Cuando no me cupo más para empacar, ahí dejé mi taza de café verde vintage. C prometió devolvérmela algún día. No es tanto un lugar como una época tal vez. Esa que vivimos al estar recién graduadas, ser solteras asalariadas. Tener todo el tiempo del mundo luego de la hora de salida, quejarse un poco del jefe, soñar con los muchachos del fin de semana. Una vida de celulares y cigarros y vino tinto y revistas de modas y mientras. Una vida transitoria. Sabíamos que eso no era. Sabíamos que eso no podía ser, debía haber algo más, una promoción, un mejor sueldo, una maestría, un auto nuevo, un anillo de compromiso, yo qué sé. En realidad yo no sé nada. Sé que muchas veces esa fue más mi casa que mi casa. Sé que voy a extrañar mucho a C. Pasar por Vasconcelos y saber que no está, que ya no hay refugio nocturno, ni pijama prestada ni hombro para descansar las lágrimas, ni cenicero en donde se depositen los chismes ni copas de la felicidad compartida. Hay personas que son como lugares, hay lugares que son como personas.

8.11.2005

duda

El texto del mensaje: "¿Alguien se apunta hoy en la noche a hamburguesas y cervezas? Con o sin señora, donde ustedes quieran yo estoy puesto. Avisen si hay interés".

Los desatinatarios: Ignacio, Rodolfo, Òscar, Juan, Favio, Mauricio, Daniel, Eugenio, Edgar, Diego, Paulo, Guillermo y...la Maztrich.

La pregunta: Si es sin señora yo comoquiera voy, ¿no?




 

8.10.2005

spoiled

A veces pienso que le estoy haciendo daño. Llévandolo a ver Rent y y actualizándole el guardarropa y arrastrándolo a Brooklyn a ver a Plastilina Mosh y Kinky en concierto. Lo pensé por primera vez cuando se comió un pan con brie en el Met medio a fuerzas. Lo sospeché cuando empezó a tararear five hundred twenty-five thousand six hundred minutes en el metro y me corrigió sobre la etiqueta propinística con el taxista aquel. Luego me doy cuenta de que lo hice comer falafel y estamos viendo Flatliners tirados sobre el sofá mientras le explico por qué esa película era recool. Lo estoy echando a perder.

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8.09.2005

talla

Mi sol ha vuelto a brillar y el mundo a sonreír.

No, no es por la perspectiva de retornarle la normalidad a esta casa con el inminente regreso del flatmate.
Tampoco por la compañía deliciosa de los últimos días.
No me alegra pensar que son mis últimas semanas en el trabajo antes de que empiecen las clases.

Lo que pasa es que me dí cuenta de que no estoy gorda. El cuerpo es perfecto. El problema lo encontré en la etiqueta de los pantalones que me quedan apretados. Esos mismos que me habían convencido de empezar la dieta y etcétera. Son talla dos. Mi edad más de 10 veces ese número. A mi edad una no puede usar ropa de esa talla a menos que una sea petite o bu-lí-mi-ca (a esta edad no se puede ser anoréxica, of course). Termino mi razonamiento en voz alta, el júbilo de pensar en lo que voy a comerme al rato y mi hermano me mira con desconfianza. "¿O sea que estás feliz -ahora sí- de que tu cuerpo refleje tu verdadera edad?" No mentiende. "¿O sea que no eres gorda, nadamás eres vieja?" Aysh. Los hombres de 17 no entienden nada.

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8.08.2005

miedos y lunes

(para P, que me dejó pensando toda la mañana)

La protagonista de Truth and Beauty pregunta constantemente a sus amigos "Will I ever have sex again?". Lo que en realidad le preocupaba no era eso, lo que en realidad le preocupaba era si todo iba a estar bien. Esta mañana por alguna razón le pregunté algo a P y me contestó otra cosa. Me dijo: Vas a estar bien, justo cuando necesitaba que alguien me lo dijera. Aunque yo anduviera preguntando otra cosa. Después nos pusimos filosóficos y empezamos a hablar de la vida. De las cosas de la vida y eso. La vida no es eso que está después de la maestría o el doctorado, y si la vida no está allá, del otro lado de la meta que tengamos (ya sabemos por ejemplo, que no está del otro lado del altar, luego de la boda) entonces eso sólo puede significar que la vida está acá, de este lado ¿sabes cómo? Y no, no es de mientras, tenemos 26, 27 años (yo tengo 25), y la vida no está más allá, la vida es esto. Pensamos que esto es mientras, pero así pensaba lucy, y se murió a los 33, la vida no estaba después de la cirugía, su vida eran todas esas cirugías. A lo mejor la vida son las maletas y los aeropuertos y los encuentros casuales

A lo mejor la vida no es una novela, sino un blog.

8.06.2005

crisis

No había escrito al respecto porque la ropa sucia se lava en casa y etcétera. Pensé que tal vez había sido un descuido ayer en la mañana cuando lo encontré, ufano y sucio junto a las toallas. Me puse a hacer café para darle chance de que se diera cuenta. Entró, terminó de arreglarse y después me cedió el baño. Se fue dejándolo atrás, para mi horror y escándalo. Después dudé y regañé injustamente a mi hermano quien, de sobra sé, sería incapaz de tal cosa. Esta mañana sigue ahí, insolente, con su elástico Calvin Klein y toda su grosería. Suspensión de actividades hasta que la crisis sea resuelta. A ver si mañana que llega el verdadero habitante de esta casa viene y pone orden a este caos de flatmates temporales e indecencias desconsideradas.

8.04.2005

aprendizaje

Cosas que uno aprende de uno mismo hablando con los demás.


Diálogo uno, caminando por la 34 entre la Quinta y Broadway. Ambos miramos los chicles de la acera.

- Gracias por traerme, yo sé que te costó mucho. Prometo además que nadie sabrá qur has venido a este lugar hiperturístico.
- No inventes, me gusta mucho la ciudad y me gusta enseñártela.
- Es que no lo digo por eso
- ¿Ah?
- Por la gente. ¿No te gustan las personas, verdad?

Diálogo dos. Por MSN.
- Es que no puedes decirme que te gusta. Ese güey te vale madres
- ¿Entonces no me gusta?
- No, te gusta la idea de él.
- Mh, cómo en un personaje?
- Sí, como en, te gustaría hacerlo cuento o novela.
- Ah, y no tengo imaginación y por eso me hace falta involucrarme con alguien como él...
- Ándale, algo así

8.03.2005

Paulina

Qué cansancio. Anoche se me fue el sueño. Por alguna razón pensé en Paulina que apenas tiene dos semanas en el mundo. Entonces prendo otra vez la luz y escribo.


Querida Paulina:

Eres un sueño hecho realidad. No me refiero al deseo que tenían tus papás de que vinieras al mundo, ni tampoco al proyecto de vida que emprendieron el día que se casaron. Eso ya lo sabes, así como algún día sabrás leer estas líneas. No te escribo para contarte del amor con el que fuiste concebida porque eso no me corresponde a mí. A mí me corresponde contarte sobre cuando tu mamá y yo te soñamos. Jugábamos a imaginar cómo serías, qué nombre llevarías. Hoy sabemos que te llamas Pauina y que tu papá tenía que ser Óscar para que tuvieras la boca en forma de corazón. En aquellos días no sabíamos nada. Éramos pequeñas, tal vez como tú cuando leas esto sola por primera vez. Teníamos cada una un bebé pelón, y tu mamá y yo jugábamos a imaginarnos que eran de carne y hueso. Les inventábamos todo lo que no podíamos imaginar pero que no por ello deseábamos menos. Éramos inseparables, aunque ella tenía la letra bonita y yo no. Espero que tengas bonita letra Paulina. En esa época deseábamos muchas cosas, todas con las mismas ganas: Una bicicleta morada, unos patines nuevos, un casette del artista del mometno, alguna pulsera de colores o unos aretes estrafalarios (esos para mí, tu mamá siempre más discreta). Eso y crecer. Crecer y tener las cosas de la gente que crece y es feliz y lo tiene todo. Entonces pensábamos en tí, pensábamos también en los primos que houy que escribo todavía no tienes. Es de noche Paulina bebé y no te conozco y no puedo dormir. ¿Cuánros años irás a tener el día que tu tía Maztrich tenga un primo para tí? No lo sé. Sé sin embargo que esta noche estoy en Nueva York escribiéndote cosas sobre un edredón de flores rojas. Tu tía la bohemia, diría tu papá que el otro día me decía que me quedara más tiempo en Nueva York para que cuando seas más grande te manden a visitarme. Entonces yo te llevaría al teatro y a los conciertos a los que tu mamá y yo nunca fuimos de niñas y te enseñaría a preparar berenjenas a la manera rusa (bueno de Georgia, ¿sabes dónde queda?) y que tu mamá no conoce porque esos son trucos y cosas que aprendí después, en ese cacho de vida en el que no hemos sido inseparables. No sé, a lo mejor te enseñaría cómo con una baguette (tu mamá dice bolillo) y un poco de tomate y queso podemos hacer bolipizzas igualitas a las que hacíamos a tu edad en la cocina de tu abuelita Norma. Quién sabe Paulina, quién sabe cómo vas a ser, si vas a tener el pelo chino o no. Quién sabe dónde voy a estar cuando tengas edad suficiente para estas cosas Paulina. Quién sabe si sabrás quién soy. Sé sin embargo que deseo que seas más feliz que nosotras a tu edad. Que llegues más lejos el más lejano de nuestros sueños y que de vez en cuando me dejes asomarme en tus ojos al reflejo de la memoria de mi amistad con tu madre. Besos Paulina.

8.02.2005

truth & beauty

Terminé de leer Truth & Beauty de Anne Pattchet y si no fuera porque mi hermano me trae de guía de turistas, no sabría qué hacer conmigo misma. De vez en cuando, entre que le pongo pausa a las obligaciones traductorias y saco la brújula para llevar al muchacho este a ver una obra en Broadway me quedo pensando. Tendría que haber mandado ya el borrador de la propuesta para un paper que tengo que escribir y nada. Nadamás me puedo quedar dándole vuelta a las palabras de esta mujer. Desear que se me pegue un poco de belleza o de verdad. Una amistad así.

Me regreso a un párrafo que tiene la esquinita doblada (qué malo es doblar las esquinitas) y siento que me hablan al oído: "That guy you're seeing, he'll figure you out, too, then he'll drop you, because he'll know that you're not ever going to be the thing you say you're going to be, because you don't do anything, you aren't anything. You aren't the girl with all the promise, the girl who's going to be the real writer. He'll see that you're nothing, you're just something to fuck".

Después, cuando se me cruzan los cables y leo algo varias veces empiezo a traducir: "Empezaba a preguntarme si estaba lista para ser escritora, no alguien que ganara premios, publicara libros y a quien se le concediera el tiempo y el espacio para trabajar, sino alguien que escribiera como camino en la vida. Tal vez escribir vendría sin recompensas. Tal vez la salvación que iba a ganarme a través del trabajo sería sólo emocional e intelectual. ¿No sería eso suficiente, ser una mesera que pudiera encontrar un par de horas escondidas en el día para escribir?". Lo vuelvo a leer como si la siguiente estación fuera la última, y es la última porque aquí tengo que bajarme. Y no es que tenga que bajarme, pero. (¿Escribir como un camino de vida?. No, escribir para liberarme de las historias que cuentan los rostros cansados del vagón a mediodía. No ser escritora, nadamás contar. Decirme, esto pasó y después irme ahora sí a mandar la propuesta del paper. Interesarme por lo que debería ser lo mío y seguir garabateando en el cuadernito, para salvarme)

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