10.29.2010

planta

Esta planta tiene la ventaja de que no se va a morir. Además me la regaló C.

10.25.2010

insomnio

Cada vez duermo menos. Un helicóptero revoloteando las hojas del aguacate. Una duda. Una mortificación.

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10.24.2010

puente

Esta semana me quedó muy claro que tal vez es momento de empezar las despedidas. De cerrar una era y ensayar otra nueva. Por un tiempo, al menos. Como para probarme que se puede. Miro alrededor, y siento una nostalgia muy honda. Nostalgia de las personas a las que amo y de los objetos que me rodean. El confort de lo conocido, lo familiar, lo hasta cierto punto fácil. Los días cansados que se arreglan con transponer la reja y ver los lentes del hermanuel y tomarnos una cerveza distraída y apoyar la oreja en la almohada de siempre.

Dejar el barco en el momento que el barco se está hundiendo. Eso, creo yo, es lo que  más me está afectando en este momento.

10.21.2010

rayuela

No tengo novia, pero la estoy buscando.

Hago una pausa. Los dedos dejan de teclear. Lo miro. ¿La estás buscando? Hago uno chiste. Chacoteo. ¿Dónde la perdiste? Vuelvo a la pantalla. Vino a decirme no sé qué cosa y tengo tanto qué hacer.

No, no. No entiendes. Es que hay un libro, dice. Y después se acuerda que lo trae en la mochila y lo saca. Por supuesto. Me río. Entonces no estás buscando una novia. Estás buscando una Maga. ¿Cómo sabes? Algo le chisporrotea en los ojos. ¿Ya lo leíste? Abandono el teclado y bajo la pantalla. Una sonrisa me invade. Es genuina. Mira, hay un capítulo, dice.

Apenas alcanza a decir apenas. Y lo alcanzo de memoria hasta las hidromurias. Parpadea. Me doy cuenta de la novedad y por un momento recuerdo cuánto me gusta. Cortázar pero sobre todo. El vértigo y la novedad que pueden producir en otros las palabras. Compartir.

Y lo miro y me escucho y cuando se marcha tengo un poquito de taquicardia (de la buena) y cierro brevemente los ojos y digo, gracias. Que la encuentres. Tú sí.

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10.20.2010

adivina


La profesionista soltera adivina con precisión los divorcios recientes de la oficina. Los huele a kilómetros de distancia.


Y luego por supuesto, tiene que esquivar  con elegancia a los sobrevivientes hambrientos.

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10.17.2010

pluma de ganso

contraportadas que hacen que una compre un libro

"Ella no sabía escribir, pero el día en que la tinta de Péricles se volcó, el dedo de ella, deslizándose sobre la mesa, decía: Yo soy Aurora. 
Pero sólo ella sabía que el trazo grueso y negro sobre la mesa decía eso.
 Era necesario que otras personas lo supieran también, era necesario que los hermanos, que Francisquinho, que el padre y la padre -que todos ellos- 
llegaran a distinguir en el trazo oscuro lo que ella distinguía". 
Nilma Lacerda

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zapatos

Un día, del mismo modo que alguna vez en una revista alguien publicó un texto sobre mi fobia a los estornudos o la vez que atropellé un perro, alguien tomará interés por esa manía que tengo con los zapatos. Es decir, con quitármelos.

La explicación tal vez esté en mi infancia. Cuando un ortopedista regiomontano les dijo a mis primerizos padres que yo requería de forma estricta e irrevocable, zapatos ortopédicos. Íbamos al otro lado, a una zapatería que estaba junto a la esquina del "Younger Set" en McAllen. Ahí un viejito me medía el pie en un aparato de metal, apuntaba el color, el nombre y nos decía que volviéramos en una semana o dos. Después yo tenía los zapatos que no debía quitarme por ningún motivo porque de otra forma tendría las piernas zambas y caminaría mal. Mis papás hacían caso y sólo en casa podía despojarme de las terribles botas. Así que aprendí a transponer la puerta pronto para poder andar descalza. Liberarme del zapato.

Un día fui a Lima. Por la mañana y parte de la mediodía trabajamos arduamente. Más tarde, le pedí a un taxista que me llevara al número tal de cierta avenida en Miraflores. Toqué la puerta. Adentro me esperaba un Editor Famoso. Una recomendación por correo electrónico me precedía. Abrió la puerta. Me invitó a pasar. Era el verano peruano. Se suponía que iríamos a caminar por ahí para que yo conociera la ciudad.  La playa, el ceviche y esas cosas. En mi bolsa había un par de zapatos que suplían los tacones de trabajar. Toma asiento ahí, dijo. Después se puso a terminar de escribir algunas palabras misteriosas mientras yo esperaba. A espaldas de ese man, se me hizo fácil cambiarme los zapatos incómodos por los de la excursión. Hace ya casi tres años de ese momento y todavía me recuerda cada que puede que el día que nos conocimos me saqué los zapatos en su presencia.

Un día te encuentras con una de tus autoras favoritas. Y te chulea los zapatos. Y cuando te pregunta de dónde son, en lugar de concentrarte y recordar, te quitas uno para mirar el interior. De Kenneth Cole Reaction, le dices.  Y después te lo vuelves a poner.

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10.16.2010

memorias culinarias

Ferrán Adrià le apuesta a una cocina de la nostalgia. Lo escribió el Chino en su libro que yo leí antes de que fuera un libro y lo acabo de releer en un perfil de la Vanity Fair que me pareció outdated y redundante y predecible. Aunque todo era cierto. Y estaba bien escrito.


Y yo me comí hoy un sanguche con berenjenas y queso brie. Y que volteo para todas partes y se estaba estrenando el 2004.

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10.09.2010

cuadernito rescatado

2.25.2004


A veces me siento como un abrigo fino que se intenta vender en primavera. Hay que ponerlo en rebaja, porque si no no se vende. Como rebanada de sandía en pleno invierno, deliciosa, muy jugosa, pero no se antoja. ¿Será eso? Fruta fuera de temporada. Ropa de entretiempo. Así me parece a veces que ha sido siempre: "Es que me gradúo, es que tú te vas, es que vivo en otro país, es que tengo problemas familiares, es que soy menos que tú, es que no tengo ganas..... Y resulta que no soy yo. Es nadamás el tiempo, la circunstancia, el maldito tiempo. Siempre igual. Siempre desfasada, siempre viviendo en otro tiempo. En uno distinto, ajeno. Como estar bajo una luz favorecedora todo el tiempo, pero artificial. Y no es cierto. Porque también he sido la indicada por mucho tiempo. Porque yo también sé qué se siente inventarse uno una identidad amorosa solitaria (si es que eso existiera) antes de volver a intentarlo. A veces, sin embargo, a veces me siento como fruta madura. A veces siento que tengo tanto y que no puedo darlo. ¿Será que no puedo darlo? Será que de verdad debo dejar el precio alto, seguir las reglas? He intentado no hacerlo. He intentado lanzarme al vacío, los ojos cerrados, plena, confiada, feliz. ¿Por qué no ahora? ¿Por qué vas a pagar tú por todas las veces anteriores que me aventé sin pensarlo, sin fijarme? 
Y es que siempre acabo pagando yo.

cinemática

Anoche soñé la muerte de mi abuela muerta hace cuatro años. Es la primera vez que sueño en calidad de narrador omnisciente no participante, yo creo. Mi madre se había quedado dormida en terapia intensiva, cuidando a mi abuela. Habían cortado la electricidad. Las puertas de la habitación -transparente- estaban cerradas desde dentro. Mi madre dormía junto a la cama vacía de vida. En mi sueño, la vi despertar sin darse cuenta. Cuando salía al pasillo, atolondrada todavía, había un ejército de enfermeras y médicos, guardando una absurda y silenciosa distancia. Como que habían visto inútiles, morir a mi abuela cuando se fue la luz y los aparatos se apagaron y las puertas se cerraron.

Y yo, que no le busco significado a nada, sólo atiné a abrir un ojo (uno, el otro no lo abrí hasta en la regadera exprés) 69 minutos después de la hora a la que había sonado mi despertador por primera vez.

Y me fui tarde al trabajo. Otra vez.

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10.05.2010

duda

Si la cosa hubiera que ponerse en términos Hornbyescos todavía (todavía lo estoy pensando ese libro), quisiera que te preguntes si soy ese sonsonete constante y conveniente de las noticias matutinas y el anuncio del reporte del tiempo o si más bien, o si más bien soy el soundtrack de tus caminos. De tu vida.

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