8.27.2004

Redención docente

Ayer estuve molesta todo el día. Fui una maestra horrible y terrible. No debería decirlo, pero ellos tampoco fueron los alumnos ideales. Tenía razón mi querido profesor de Literatura de la carrera. Es mentira cuando dicen los papás que quieren a todos sus hijos por igual. A los maestros nos pasa lo mismo. Hay grupos a los que queremos más. Hay grupos con los que trabajamos mejor. El de ayer nadamás no coopera. Entiendo que es muy temprano. Entiendo que les dé flojera. Pero he tenido otros grupos a la misma hora, he tenido grupos casi igual de pequeños, y se podía. Y reaccioné mal ayer. Ayer me cansaron y yo a ellos. Les grité, fui sarcástica, irónica, muy dura; castigué, amenacé, en fin. Esa no debería ser la estrategia. No sé si soy yo. Pero luego, con el grupo de hoy, las cosas son diferentes. Llegué ligeramente atrasada. La perspectiva de no tener clase los puso de buen humor y afortunadamente no se les quitó cuando yo llegué. Son muchísimos en esta clase. Un salón lleno de adolescentes que hablan y dicen y preguntan. Treintaypico contra mi. No siempre alcanzo a devolver todas las bolas. Me cae rebién este grupo. De repente, uno dice: "Miss, you look very pretty today", y se pone colorado. Me doy cuenta de que ya no soy la novata de hace tres, cuatro semestres. Ya no tartamudeo, ya no me volteo, tampoco me jalo la blusa para que no se asome el ombligo bajo la blusa de rayas amarillas y naranjas. Lo miro sonriente y le digo, "Thank you, but we're still going to have a class today". Y nos reímos todos y empezamos la clase. Mientras venía pensando en eso, una hora después, recuerdo algo que pasó esta semana y que no había escrito. Estoy esperando a Pablo para comer. Hay mucha gente por todas partes. De pronto me cruza apresurada una figura que no alcanzo a distinguir. Escucho Miiiissss y volteo hacia la voz que camina rápidamente cargando una mochila verde. Alcanzo a recordar su nombre: "Mario..." y sin dejar de caminar me sonríe y me avienta un beso y dice adiós. Fue todo. Todavía me entra un calorcito rico en el corazón cuando me acuerdo.

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