9.22.2008

unannounced

Ayer volvió, precisamente. No es bibenvenida, elle n'est pas la bienvenue. Pero llegó nondelés, y se instaló conchudamente en la parte superior derecha de mi cabeza. Y fue como si todo por dentro se hiciera de gelatina. Y la muy cabrona se paraba en un pie y se hundía en la cavidad del ojo. Luego en el otro y me punzaba la sien. Y bailó y zapateó y me tapó el ojo derecho toda la pinche noche, hasta que yo me quedé dormida, rendida, estúpidamente inútil ante su invasión desvergonzada.

Las cosas entre nosotros nunca han sido buenas, que quede claro. Pero antes por lo menos había una cierta convención: Ella avisaba de su llegada y yo tomaba precauciones para no estar. Le dejaba la puerta abierta, pero yo me largaba a los brazos de alguna poderosa sustancia mientras ella terminaba de estar. Después limpiaba los desperfectos, acomodaba el cuerpo y todos contentos. Es la segunda vez que no lo hace. Ahora le da por aparecerse así, de puntitas. Un poco como aquel jefe que tenía que caminaba sin hacer ruido y se te aparecía cuando tenías abiertas todas las ventanitas del messenger.

Así la pinche puta migraña.

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7.13.2008

tratamiento


Hay que ser o muy profesional o muy idiota para enfermarse justo en la semana que uno se tomó de vacaciones.

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6.05.2008

Gertrudis

A eso de las 3:30 de la mañana una intrépida hormiga aventuróse en mi oído. Dos horas, una inundación vía jeringa y mil setecientos pesos después me voy a la cama. Mañana les cuento.

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1.22.2008

farmacista


Estoy haciendo fila en la farmacia. Dos mujeres en pants preguntan en voz alta mientras examinan los estantes ¿y para el vómito qué será bueno? El muchacho frente a mí cuenta trabajosamente las monedas. ¿Oye, y esto quées, esto jalará? Es mi turno pero la cajera/farmacista me hace una seña y se asoma a la trastienda. Les dice por encima del mostrador: Vontrol también es para eso. ¿Para una niña de seis años, dice una de las mujeres? Abro los ojos. Yo no soy farmacista, pero. La cajera nota mi reacción de reojo y aventura un "puesss sííí" muy débil. No es mi trabajo. Yo no soy doctora, ni mamá ni química. No soy quién. Pero de algo tiene que servir toda mi preparación. La afición a ER, el romance aquel, el flirteo con los anti-inflamatorios no esteroideos, mi hipocondria amateur, la convivencia doméstica con los abuelos. Todo eso me califica, ¿no?

Así que como no queriendo susurro Bonadoxina y me marcho.

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12.26.2007

Kübler-Ross Cycle

Estoy enferma. Tal vez estuve tres horas fuera de la cama en todo el día. Nunca más de una hora seguida. Toso y parece que se me va el alma en toser. Bronquitis, dicen. Yo me siento como deshauciada. Hasta ayer, todo denial. Hoy me quedó claro que no hay más para dónde. Así que, supongo, la bronquitis me viene bien. Uno de estos días me voy a sentir bien, voy a dejar de tener tos y, de paso, voy a darme cuenta de que ha sido una buena decisión. Dentro de unas semanas van a terminar de vencerse los plazos que teníamos. Los días planeados, pues. El brindis ese y la fiesta aquella y etcétera. Ya no hay reservaciones de avión ni planes de mudanza. Pensé que si no lo escribía no existía. Que si no les decía todo estaba bien. Pero no voy a hacer tratos con nadie. Ni siquiera conmigo misma. Tampoco voy a inventar ninguna explicación. Estoy enferma y triste y enferma. En unos días será el 2008. Todo será nuevo, ajeno, limpio. Sano.

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11.13.2007

servicio a la comunidá

Muchos internautas (sudamericanos, particularmente, ¿será que lo padecen más?) llegan acá buscando sobre bruccismo. Yo no puedo ayudarles. A mí se me quitó. Sí, las drogas, sí, la guarda, sí, el yoga. Tal vez esto sea de más ayuda que yo.

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1.27.2007

note to self

La gente no se enferma por andar descalza. Que no se me ocurra nunca nunca nunca decirle a un hijo lo contrario.

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4.29.2005

mesulid

Mi abuela hipocondriaca. Mi tormentoso romance con un médico. Las charlas con sus colegas y amigos. La traumática cirugía de las muelas del juicio (ver). Mi afición por ER. Los dieces en química y biología durante la secundaria y la primaria. Todos esos artículos médicos que me leí. Mi relación personal con el dolor. La temporada que pasé en el hospital. Mi inversión financiera en consultas. La otra abuela, la que sí está enferma.


Nada de eso me capacita, nada de eso me hace autoridad ni mucho menos. Sin embargo, cuatro personas. han llegado a este lugar preguntando para qué sirve el Mesulid . Podría decirles que es un antiinflamatorio no-esteroideo. Podría decirles cómo se siente uno cuando lo toma. Podría explicarles cuáles enzimas inhibe (a mí, que me gustan tanto las transaminasas y las oxigenasas), darles los precios, sugerir una dosis cualquiera. Podría incluso referirlos a la página que explica para qué sirve y quién sí y quién no lo toma. En lugar de todo eso seré responsable.

Pregúntenle a su médico.

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11.25.2004

Dr. Chafo

El dosmilcuatro, cuyo fin espero con ansia loca, ha sido el año de los consultorios y los médicos y las enfermedades y las medicinas. Otra vez es noviembre y otra vez estoy llenando formularios bobos con esperanzas de que alguien financie mi partida. Ya tengo casi todo. De pronto, el punto k de la solicitud salta a mi vista: preciso de un "certificado mèdico de buen estado de salud expedido por alguna institución de salud pública". Damn it. Tengo veinticuatro horas para conseguirlo, de las cuales 8 están estrictamente invertidas en cosas oficinescas y maztriles. Si ellos supieran de mi año, se darían cuenta de que el punto k es una grosería. Tengo una carta expedida por mi doctor (ése que me diagnosticó entristecimiento hace algún tiempo), pero pos no es pública la cosa. Tomo el directorio telefónico. IMSS e ISSSTE descartados dada la premura del tiempo. Ya me puedo imaginar que la ficha me tocaría para el dosmilocho y la cita a ver pa cuándo. En la Cruz Roja me dan varias versiones. Hay cartas de cien pesos y de ciento sesenta. Las únicas horas a las que atienden son las mismas a las que dictaré mi última clase del semestre. Imposible. Me pasan a otro número. Ahí me informan que puedo ir a la hora que yo quiera, que abren las veinticuatro horas (qué conveniente, pienso yo), pero tengo que ir al "módulo" quién sabe cuál. En fin. Me apersono en la cruz roja que está por mi trabajo y por la que paso todas las madrugadas. Está vacío. Me dicen que cómo no, que son treintaycinco pesos. Empiezo a sospechar. ¿De verdad nadamás treintaycinco? ¿No tendrá un modelo menos austero? ¿La va a querer o no?, se impacienta el tipo. EStá bien. Pásele con la enfermera. Me toman la presión, me pesan. Siéntese ahí y espérese a que le llamen. Miro los posters que tratan de disfrazar la pared descascarada. Me doy cuenta de que no es la cruz roja. Esta es la verde. Chin. Ya ni modo. Señorita Maztrich. Paso. Un doctor con la bata más triste que he visto en mi vida me pide que me siente. Me mira cansado y pregunta ¿qué le pasa? Espero que nada, le digo. ¿Dónde siente la molestia? A decir verdad, en esta situación. Yo nadamás vengo a una valoración, le aclaro. Por una carta de buena salud. Ah. Esa cara horrible que ponen los médicos desencantados. Suspiro pesado. Toma el estetoscopio. Me pide que respire hondo y luego ya no hondo. Extrae un bloc gigante de hojas arrugadas y mimeografeadas en verde. Llena el espacio de la fecha. Escribe mi nombre con cuidado. Escribe clínicamente después como que le remuerde la conciencia. Levanta la vista y dice "¿Ha padecido alguna enfermedad grave?". Pues tuve mononucleosis y estuve hospitalizada por ese motivo hace un par de años. Levanta una ceja y su vista se olvida de las letras verdes. "¿Y sabe quién la contagió?". No. Nunca encontramos al culpable. Risa fingida y superficial doctoril. Retorna al papel y escribe sana. Cómo me está cayendo gordo el gremio, me cae.

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9.20.2004

Resulta

Me mira con tristeza (¿por qué me mira así?) detrás de sus lentes y me dice "Quiero ayudarte". No puede. Antes no usaba lentes. Antes, cuando yo era niña, era uno de mis ídolos de carne y hueso. Mi dentista. Odontopediatra. Una de las palabras difíciles que aprendí a decir cuando todavía tal vez ni siquiera iba a la primaria. Yo quería ser como ella. Un chaquetín, un consultorio bonito con vitrales de jirafas y calcomanías para regalar a los pacientes que se portaban bien. Un sillón -una unidad- para niños, pequeñito. Una asistente güerita con frenos. Fui a visitarla por todo este lío que empezó como una otitis y que va por otro lado. Ahora las dos tenemos canas (yo sólo una, conste). Las dos usamos lentes. Yo ya no fui odontopediatra y ella ahora además es ortodoncista. Me vuelvo a sentar en la unidad, pero ahora las piernas me cuelgan. Sonrío ante el espejito engastado en una muela de madera que me presta. ¿Te fijas? Por alguna razón, muerdes hacia un lado, y este desgaste de aquí, eso es otra cosa. Me invita a su despacho. No descansas en la noche, ¿verdad? Te despiertas cansada todavía. ¿Qué te preocupa tanto? La miro sin entenderla. Me duele mucho el oído, es todo. Me explica que por alguna razón, estoy apretando los dientes por la noche. Lo de la articulación temporomandibular es cierto, pero es lo de menos. El problema es que estás apretando. Los músculos masticadores son los más fuertes que tenemos en el cuerpo (tantas esperanzas que estaba yo teniendo en mis brazos marcaditos), y es mucha la presión que ejerces sobre la mandíbula, sobre los dientes. "¿Qué te pasa? Quiero ayudarte, pero no puedo". Le cuento a mi madre todavía sin creérmelo muy bien. Está lloviendo, maneja despacito mientras yo hablo y hablo. Nos detenemos en un semáforo. Me mira con unos ojos como los de la odontopediatra que no puede ayudarme y me dice "No eres feliz". Voy a contestarle y no puedo. Está en verde. Nos vamos.

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9.09.2004

Otitis

Molesta todo el día. Salgo de la peor clase de yoga a la que he ido. Corrijo. Salgo de la clase de yoga en la que he sido la peor de las alumnas. Cero concentración. Consecuencia: Cero equilibrio, cero relajación, nadamás esfuerzo inútil. Un oído parece que está a punto de explotar. Estoy mareada. Manejo quién sabe cómo a mi casa. Sigo mareada, sigue el oído. No es la primera vez. Pero ahora me asusto de verdad. Tomo las llaves y llamo a alguien. Vamos al hospital. Qué divertido, con lo mucho que me gustan. Llegamos a urgencias. Sin mirarme dos veces, otitis. Infección muy avanzada, diagnostica mientras mira con cuidado mis pants celestes y termina de marcharse. No alcanzo a mirar el nombre de la bata. Tampoco se presentó. Antibióticos, desinflamatorio. Proceso kafkiano salir de ahí, pagar. Compro sólo el antiinflamatorio. Ahora soy más inteligente. Ahora sé que los doctores dicen mentiras. También sé (y me lo dijo un doctor que también dice mentiras), que los antibióticos no le hacen nada a las otitis de los niños. Se curan a pesar de los doctores. Yo soy niña, pero no le hace. También me propongo curarme a pesar de los doctores. Duermo mal. Despierto peor. La tentación de no ir a mi clase es muchísima. Me la aguanto. Me visto. Llego y sorpresa, mis alumnos se han convertido en pared. Podía haberme quedado a darle la clase a mi maceta y ésta habría tal vez reaccionado más. Las hojas tal vez se hubieran movido a mi paso. ARGH. Salgo furibunda con ellos, furibunda con mi dolor. Me abstengo de fumar. Voy con el otorrino. Pienso en el canal de eustaquio, o la trompa de eustaquio y esas cosas. Espero leyendo una National Geographic. Por fin es mi turno. Me revisa. Hay que hacer siempre la clínica. No matter what. El paciente dice muchas cosas, uno supone algunas otras. Por eso mejor, la clínica. Me lo dice como si yo también fuera una de sus alumnas. Me doy cuenta de algo. Me gusta ser alumna. A lo mejor por eso... ahhh. El problema no está en el oído. Tómate esto. Ignora a los de anoche del hospital. No saben nada. ¿Para qué los pasó entonces?, pienso yo y me callo. Me callo porque pienso en mis alumnos que algún día dirán alguna burrada y me callo.

Camino al trabajo, una música viejita, un flashback a otro corazón roto. What it takes, de Aerosmith.

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7.20.2004

Hoy fui a ver a un doctor. Tengo algo en un pie. Hace mucho que no lo veía, a mi pediatra. Pero el especialista no estaba. Estoy en mi pueblo y fui a visitarlo. Ya no es el mismo de antes. And then again, yo tampoco. Las hojitas en donde anotan peso, talla, temperatura y presión sí son las mismas. El mismo membrete, el mismo marquito. Yo ya no peso lo mismo que la última vez. Estuve en el consultorio como una hora. En la mesa de exploración, tres minutos. Media hora para que me preguntara qué me llevaba por ahí. Antes de eso, qué hago, qué quiero, a dónde voy. Hay que ser prácticos. Hay que preocuparse por el futuro. Por los hijos que todavía no tienes. Por lo que vas a ofrecerles. Mijita, es muy difícil la vida. Es muy difícil encontrar el camino. ¿Se me nota tanto? ¿De veras me veo tan a la deriva? Vas a necesitar un compañero, me dice. Te va a hacer falta. Esto que quieres hacer es otra cosa. Esto en lo que te estás metiendo es bien complicado. Y vas a necesitar quién te apoye. Pero piensa, piensa, piensa. Necesitas decidir bien. Porque además para las mujeres como tú la cosa está complicada. Sabes que de aquí en adelante con cada paso que das, tus opciones de trabajo y de encontrar un compañero adecuado se reducen. Y que nadamás puedes ofrecerle lo mejor a los que vienen después que tú. Mi pie. Mi pie. Mi pie. Qué angustia. Yo nadamás tenía mal un pie, no la vida. Vemos mi pie en treintayocho segundos. Estetoscopio, oídos. ¿Fumas? Nunca me habìa preguntado eso antes. Contesto en un susurro: Ya no. Me da vergüenza. Ya no necesito el banquito para bajarme del a mesa de exploración. Ya no necesito tampoco saltar. Volvemos a su oficina. Me explica rápido lo que tengo. Me imprime unas hojitas, como siempre. Acerco mi silla, como cuando era pequeña. Saca un marcatextos y me va subrayando lo que necesito saber. El nombre. Me hace repetir algo en latín. Me enseña el diagnóstico diferencial. Esto es esto porque no es esto otro. ¿Viste la línea? ¿los puntitos? Por eso sabemos que es esto. Esto es lo que podemos hacer. Una, dos, tres alternativas. ¿Qué prefieres? Tal cosa. Perfecto. Escribe la receta. Yo y la silla nos volvemos a nuestro lugar. Me vuelve a insitir en las cosas de la vida. Mi mamá quiere que le pregunte por qué se me cae el pelo. Por puro compromiso pregunto. Se ríe. "Cuando por fin te vayas, cuando por fin arregles todo, se te va a componer eso". Yo no le he dicho nada. Lo único descompuesto que le enseñé fue mi pie. Empiezo a pensar que ya está viejito. Luego pienso en todos los niños mocosos y tosientos y ronchudos que hay afuera y me doy cuenta de otra cosa. A este doctor no le importa mi cuerpo. Al menos no le importa tanto. Eso es fácil. Eso sabemos cómo tratarlo. Le interesa lo importante. Quiere que sea feliz. Me lo dice al final. Pero no es un augurio, es un diagnóstico. Mi doctor casi nunca se equivoca.

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6.26.2004

Nadamás a mí. Último post sobre muelas.

18 horas después de la intervención del miércoles.

Riiiing.
- Mhbueño?
- ¿Senorita ele? Le hablamos del consultorio del doctor X. ¿cómo pasó la noche?
- Adolorida, con molestias, pero ya un poco mejor, gracias.
- El doctor quiere verla esta tarde o mañana para una cita de control. ¿Puede venir?

Qué raro pienso yo, y acepto.
Nada de raro, dice el dotor D: O te fuiste sin pagar o te dejaron algo adentro.


Un par de horas antes, me imagino que fue así:

- Doctor, fíjese que estaba guardando el instrumental y estaba viendo las fresas...¿por qué esta de aquí es más chiquita que las demás?
- Nooo, a ver...Ah jijo, esta está rota...fue la última que usamos ayer, ¿verdad?

Medio dopada y acompañada de mi madre, me apersono en el consultorio.

- Seniorita ele, pase por aquí, le vamos a sacar una radiografía.
- Ahora por favor pase acá, en un segundo viene el doctor, ahorita está hablando con su mamá.
- Hola gorda, a ver, abre grande. Te voy a suturar biieeen bonito...

Y veo las tijeras y el hilo y el proceso por una pequeña aberutra que hay entre el paño azul y el dentista y me siento feliz de no haber preguntado nada.

- Mira gorda, te voy a enseñar por qué te volví a molestar...

4 mm de acero, en el alveolo.
(Del lat. alve?lus, dim. de alv?us, cavidad).
1. m. celdilla (? de los panales).
2. m. Cavidad, hueco.
3. m. Anat. Cada una de las cavidades en que están engastados los dientes en las mandíbulas de los vertebrados.

RAE

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6.22.2004

Dolor de muelas

Ayer por fin fui a ver dentistas. Fui primero con mi ex-ortodoncista al que hace como diez años no veía para que me quitara un aparato que ya más bien parecía pieza de arqueología y me refiriera con alguien para la extracción de los terceros molares (i.e., muelas del juicio). Soy muy mayor para andar ya en estas cosas. En el consultorio había puros muchachitos que podían ser mis alumnos. Preguntas de rutina: ¿diabetes en la familia? ¿hepatitis? ¿toma algún medicamento? ¿embarazos? ¿le dan miedo los doctores o los dentistas?
Respuestas de rutina: Mi abuelo. No viral, por mononucleosis. Sí, dependiendo de la ocasión. Ahorita no, gracias. ¿Qué? Mh, depende en qué situación.
Prometo NUNCA JAMÁS ir al consultorio de un dentista, o a ningún otro lado, y sostener una conversación como la siguiente:

-Ay, mira nadamás en dónde nos venimos a encontrar.
-¿Cómo estás? ¿No me digas que al tuyo también le van a quitar las muelas?
- Sííííí ya le urgía y ahorita aproveché las vacaciones para traerlo. Nomás que yo lo quería traer temprano a las tres pero este flojonazo dijo que mejor después de la siesta a las cinco y media.
- Oye, por cierto, gracias por invitar a mijo a la boda de tu hija, la pasó muy bien. Es una lástima que no traigo aquí mi lista de pendientes para que veas que tengo todavía en las prioridades que me falta mandarle el regalo.
- Ay no, ni falta que hace. Este güerco invitó a sus amigos a la boda de su hermana porque pues luego ya ves que se aburren.
- ¿Y cómo estuvo la boda?
- Ay in-cre-í-blee me divertí como loca. No sabes, nos pasaron a mis comadres y a mí a bailar. No no nononononono nos pusieron canciones de mi época, que la Chica Ye-Yé y esas cosas y bueno, nos dimos una divertida bruuuta.
- Qué bueno. ¿Y ya nadamás te queda este chiquito?
-Sí, y mi hija la mayor que se va este verano a Venezuela con su novio.
- .... (ceja ligeramente levantada de la interlocutora).
- Es que mira, ella ya es una mujer de veinticuatro años con un novio de treinta. Ya están grandes, ellos saben lo que hacen. Eso sí, va aquí molcas de respeto con su hermana, no creas qeu va ella sola, pero mira, que hagan lo que quieran, yo ya les inculqué lo que debía. Aunque sí lo que no quiero es que se me case este año, en un año no quiero sber nada de bodas, pero nada nada.. y es que además es una tristeza muy grande.. ¡su recámara vacía! Ay no, imagínate, ya no va a haber nadie en la recámara de las niñas, no no es una cosa tristísima, no sabes. Y bueno, ya nadamás me va a quedar el chiquito que ahorita todavía andamos gastándole, ya sabes, págale y quítale y inscríbelo y tráelo a la consulta y ayy no no no ya quiero salir de esta. Las niñas ya acabé con ellas, ya las educamos y ya están por salir, pero este todavía me queda y pos ni modo, aquí andamos. De hecho él ya entró a carrera también, acaba de terminar su primer semestre de carrera y soy la más feliz, nadamás me reprobó una materia.
-¿Cómo, que no es de la misma edad que mijo? Si el mío todavía no acaba prepa.
- No, lo que pasa es que mira, dizque me lo expulsaron del XXXX, y lo saqué y luego me hablaron para decirme que se habían equivocado y que tenían su lugar, pero él ya no quiso regresar por nada del mundo y lo metí a la escuelita esa de Fulanita de Tal y mira, rebién, en año y medio sacó la prepa y todo y hasta pasó el examen de admisión para la universidad, no no no, muy bien, ella es una mujer desas bien cuerdas y bien inteligentes y me lo dejó listísimo y ya pues en la carrera y te digo, nadamás me dejó microeconomía ahorita, súper súper bien.

-Señorita ele? (la recepcionista/asistente/practicante me llama)
-¿Sí?
-¿Me termina de llenar estos datos por favor?- Me paro junto al mostrador mientras un hombre sudoroso que acaba de entrar se acerca también y le dice:
-Señorita, no me podrá por favor dar una pastilla paldolor de muela?- la recepcionista/asistente/practicante lo mira sin querer mirarlo y lo miro yo también. Trae una bolsa de supermercado toda arrugada en la mano y la piel muy quemada por el sol.
-¿Aquí es la consulta de un dentista, verdá?
-Sí mire, pero nosotros no recetamos sin consultar.
Lo miro otra vez y pienso en que yo hoy no pude terminar de trabajar en el aire acondicionado por el dolor. Pienso que yo traigo un paquete de Dolac en la bolsa y que me las he estado tomando como si fueran dulces y tampoco me hacen nada. Me dan ganas de ofrecerle un poquito de Dolac y pienso en lo afortunada que soy y en lo tontas que son esas señoras y en el dilema que tiene ahora la recepcionista/asistente/practicante y en eso sale el doctor y me llama y escucho que le dice bajito al hombre del dolor de muelas que sólo quiere una pastilla regalada:
- Aquí a la vuelta hay una puerta, por el pasillo, ahorita lo veo ahí y veo qué le puedo dar.


ME RECHOCA, ME ARCHIRRENCABRONA QUE LA GENTE DIGA ¿UN AMIGOOO? Y ALCE UNA CEJA. SÍ SÍ SÍ SÍ TENGO AMIGOS-AMIGOS ¿ALGÚN PROBLEMA?

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