9.22.2008

unannounced

Ayer volvió, precisamente. No es bibenvenida, elle n'est pas la bienvenue. Pero llegó nondelés, y se instaló conchudamente en la parte superior derecha de mi cabeza. Y fue como si todo por dentro se hiciera de gelatina. Y la muy cabrona se paraba en un pie y se hundía en la cavidad del ojo. Luego en el otro y me punzaba la sien. Y bailó y zapateó y me tapó el ojo derecho toda la pinche noche, hasta que yo me quedé dormida, rendida, estúpidamente inútil ante su invasión desvergonzada.

Las cosas entre nosotros nunca han sido buenas, que quede claro. Pero antes por lo menos había una cierta convención: Ella avisaba de su llegada y yo tomaba precauciones para no estar. Le dejaba la puerta abierta, pero yo me largaba a los brazos de alguna poderosa sustancia mientras ella terminaba de estar. Después limpiaba los desperfectos, acomodaba el cuerpo y todos contentos. Es la segunda vez que no lo hace. Ahora le da por aparecerse así, de puntitas. Un poco como aquel jefe que tenía que caminaba sin hacer ruido y se te aparecía cuando tenías abiertas todas las ventanitas del messenger.

Así la pinche puta migraña.

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