11.25.2004

Dr. Chafo

El dosmilcuatro, cuyo fin espero con ansia loca, ha sido el año de los consultorios y los médicos y las enfermedades y las medicinas. Otra vez es noviembre y otra vez estoy llenando formularios bobos con esperanzas de que alguien financie mi partida. Ya tengo casi todo. De pronto, el punto k de la solicitud salta a mi vista: preciso de un "certificado mèdico de buen estado de salud expedido por alguna institución de salud pública". Damn it. Tengo veinticuatro horas para conseguirlo, de las cuales 8 están estrictamente invertidas en cosas oficinescas y maztriles. Si ellos supieran de mi año, se darían cuenta de que el punto k es una grosería. Tengo una carta expedida por mi doctor (ése que me diagnosticó entristecimiento hace algún tiempo), pero pos no es pública la cosa. Tomo el directorio telefónico. IMSS e ISSSTE descartados dada la premura del tiempo. Ya me puedo imaginar que la ficha me tocaría para el dosmilocho y la cita a ver pa cuándo. En la Cruz Roja me dan varias versiones. Hay cartas de cien pesos y de ciento sesenta. Las únicas horas a las que atienden son las mismas a las que dictaré mi última clase del semestre. Imposible. Me pasan a otro número. Ahí me informan que puedo ir a la hora que yo quiera, que abren las veinticuatro horas (qué conveniente, pienso yo), pero tengo que ir al "módulo" quién sabe cuál. En fin. Me apersono en la cruz roja que está por mi trabajo y por la que paso todas las madrugadas. Está vacío. Me dicen que cómo no, que son treintaycinco pesos. Empiezo a sospechar. ¿De verdad nadamás treintaycinco? ¿No tendrá un modelo menos austero? ¿La va a querer o no?, se impacienta el tipo. EStá bien. Pásele con la enfermera. Me toman la presión, me pesan. Siéntese ahí y espérese a que le llamen. Miro los posters que tratan de disfrazar la pared descascarada. Me doy cuenta de que no es la cruz roja. Esta es la verde. Chin. Ya ni modo. Señorita Maztrich. Paso. Un doctor con la bata más triste que he visto en mi vida me pide que me siente. Me mira cansado y pregunta ¿qué le pasa? Espero que nada, le digo. ¿Dónde siente la molestia? A decir verdad, en esta situación. Yo nadamás vengo a una valoración, le aclaro. Por una carta de buena salud. Ah. Esa cara horrible que ponen los médicos desencantados. Suspiro pesado. Toma el estetoscopio. Me pide que respire hondo y luego ya no hondo. Extrae un bloc gigante de hojas arrugadas y mimeografeadas en verde. Llena el espacio de la fecha. Escribe mi nombre con cuidado. Escribe clínicamente después como que le remuerde la conciencia. Levanta la vista y dice "¿Ha padecido alguna enfermedad grave?". Pues tuve mononucleosis y estuve hospitalizada por ese motivo hace un par de años. Levanta una ceja y su vista se olvida de las letras verdes. "¿Y sabe quién la contagió?". No. Nunca encontramos al culpable. Risa fingida y superficial doctoril. Retorna al papel y escribe sana. Cómo me está cayendo gordo el gremio, me cae.

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