10.17.2010

zapatos

Un día, del mismo modo que alguna vez en una revista alguien publicó un texto sobre mi fobia a los estornudos o la vez que atropellé un perro, alguien tomará interés por esa manía que tengo con los zapatos. Es decir, con quitármelos.

La explicación tal vez esté en mi infancia. Cuando un ortopedista regiomontano les dijo a mis primerizos padres que yo requería de forma estricta e irrevocable, zapatos ortopédicos. Íbamos al otro lado, a una zapatería que estaba junto a la esquina del "Younger Set" en McAllen. Ahí un viejito me medía el pie en un aparato de metal, apuntaba el color, el nombre y nos decía que volviéramos en una semana o dos. Después yo tenía los zapatos que no debía quitarme por ningún motivo porque de otra forma tendría las piernas zambas y caminaría mal. Mis papás hacían caso y sólo en casa podía despojarme de las terribles botas. Así que aprendí a transponer la puerta pronto para poder andar descalza. Liberarme del zapato.

Un día fui a Lima. Por la mañana y parte de la mediodía trabajamos arduamente. Más tarde, le pedí a un taxista que me llevara al número tal de cierta avenida en Miraflores. Toqué la puerta. Adentro me esperaba un Editor Famoso. Una recomendación por correo electrónico me precedía. Abrió la puerta. Me invitó a pasar. Era el verano peruano. Se suponía que iríamos a caminar por ahí para que yo conociera la ciudad.  La playa, el ceviche y esas cosas. En mi bolsa había un par de zapatos que suplían los tacones de trabajar. Toma asiento ahí, dijo. Después se puso a terminar de escribir algunas palabras misteriosas mientras yo esperaba. A espaldas de ese man, se me hizo fácil cambiarme los zapatos incómodos por los de la excursión. Hace ya casi tres años de ese momento y todavía me recuerda cada que puede que el día que nos conocimos me saqué los zapatos en su presencia.

Un día te encuentras con una de tus autoras favoritas. Y te chulea los zapatos. Y cuando te pregunta de dónde son, en lugar de concentrarte y recordar, te quitas uno para mirar el interior. De Kenneth Cole Reaction, le dices.  Y después te lo vuelves a poner.

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