6.15.2007

recoleta, tereré y francis ford

Hoy seguimos con e l tour de Buenos Aires. Pasamos un buen rato esperando el camión que no llega. El colectivo que no shega. Hoy vamos a ir a la Recoleta. Seguimos en el mismo trip cheto de ayer: hoteles, joyerías, gente bien vestida. Upscale turistas. Comemos, much to his dismay, en La Biela, un lugar medio fresa old fashioned con meseros de esos de toda la vida. Cruzamos la calle al cementerio. Buscamos a Eva, a Sarmiento, a Rosas. Ahí están. Callados y muertos. Me parece que nunca había visto tantos mausoleos. Pasamos mucho rato ahí, entre los que ya se fueron. Hay tantos nombres que no me dicen nada. Tantos otros que deberían y mi memoria que anda de vacaciones. Hace bueno hoy, así que no importa estar afuera. Hay un sol muy chido. Caminamos a la iglesia de junto. Es mucho más linda que la catedral del centro. Adentro, we concur, es un poco mórbida. En el Centro Cultural Recoleta hay una de esas cosas de performances y arte. No le entendemos a todo. Hay un como booth para tomarse fotos kitsch de boda, y gente con poemas escritos en la frente. Y todo el mundo tiene cara solemne. Sin saber what to make of it, emprendemos la retirada. (Freaks). Cruzamos un par de calles (calles grandes, avenidas) y entramos al museo. Un museazo. Gratis. Pasamos un ratote viendo cosas. Los grabados de Garabito nos entretienen del frío. Salimos. Caminamos de vuelta a un shopping. Queremos o no queremos ir al cine. Queremos, pero. Peleamos. Odio que peleemos. En un silencio forzado tomamos un bus, luego otro. Si supiera a dónde ir. No hay. Estamos juntos. Esto es lo que tenemos. Es rush hour. Me pierdo en mirar los rostros de las personas que suben y bajan y suben y bajan y vuelven a subir. Nos tomamos de la mano sin mirarnos a los ojos. Como diciendo, dale, ya fue. Yastuvo, en mexicano. Vamos a verla a ella. Nos avienta las llaves envueltas en un pañuelo. Las atrapo, creo. Me emociona conocerla. Porque es fellow blogger, pero también porque. A ella y a Nina. Él se sorprende de que yo sepa de Nina. Nos reímos. Yo sé muchas cosas. Tiene música muy chida. Libros que quiero leer. Y chipas. Uy cómo me gustan. Mate también. Me voy dando cuenta que puedo tomar mate con todo mundo menos con él. Bueh. Es que él es un fundamentalista. Le gusta amarrrgo, amarrrgo. Si está bien lavado también puedo aunque no tenga azúcar. Toda la gente que hemos conocido me da la razón. Que me lo den suavecito. Es como si fuera un bebé. Nina también es un bebé, que quiere estar, participar, comer chipa, todo. Hablamos un montón. Me explica cosas. Todos me quieren explicar cosas de él. Ella además es misionera. Entiende el salto. El viaje. Lo que significa. A veces pienso que más que andar de museo en monumento, el verdadero viaje estuvo aquí, en los livings de los amigos. Que lo que me voy a llevar estuvo aquí, en torno a la bombilla. Esto. La amistad por afinidad. No sé.

Más tarde fuimos al Cuartito. Qué pizza más rica, y eso que no me dejaron pedir la que yo quería (sí, se lo voy a recordar a ese pseudo amigo toda la vida). De pronto, es él. Francis Ford, con la misma bufanda que traía anoche en el partido de Boca. Un gran barco que surca el mar de mesas y vinos y se sienta ahí, justo ahí. Qué grande, Francis. The perfect nightcap.

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