6.13.2007

porteña


Volvimos a Buenos Aires a las ocho treinta de la mañana. Acá hace frío de verdad. Sin amilanarnos (we New Yorkers don't care about the weather, do we?) vamos por unas facturas a Almagro. Después nos tomamos el 26 rumbo a la Boca. Caminamos una bocha, unas callecitas calladas que finalmente nos llevan a un sanatorio donde hay un poco más de movimiento. Cómo los comercios que hay frente a los hospitales son siempre los mismos, en todos los países. No todos los de Boca van a votar a Macri, a juzgar por una pared que dice Somos Bosteros No Boludos. Se siente la elección en el aire. El aire frío que me pega en la nariz y se burla de mi chaqueta de mezclilla. ¿Falta mucho? ¿Ya te cansaste? Sólo preguntaba che. Llegamos a La Boca. Abro mucho los ojos. Es regrande. Me impresiona un poco que no esté rodeada de estacionamiento, que enfrente haya casas, así, cruzando la calle. Me quedo de este lado de la acera. Como quien no se atreve a entrar a una mezquita por temor a ofender. Pero una foto sí ¿no? Bueno, una foto. Mafalda y Maradona para los turistas, todo en azul y amarillo. De la mano llegamos a caminito. Sé que debe costarle. Traerme a hacer turismo cliché. Así que vamos rapidito. Hasta que me topo con un escaparate maravilloso de cosas antiguas. ¿Y si compráramos algo? Como para, no sé, tener algo que poner cuando tengamos dónde. Ok, no. Un niño nos approchea en la parte más turística. Nos ofrece algo. Sonrío. No somos turistas, le dice él, lo más argentinamente que puede. "A ver, que hable ella". Nos reímos. ¿Esha? "Sí, sí, esha no ej de acá. ¿Peruana? ¿Boliviana?" Nos reímos más. "Que diga algo". Riendo nos alejamos a mirujear aquí y allá. Unos anillos preciosos, de hueso y plata. Suspiro. No vine a gastar dinero. Ése es Puerto Madero. Después tomamos un colectivo vacío y bajamos casi en Defensa con Brasil. Queremos comer pero nos dicen que ya no hay. Vamos entonces a Hipopótamo (o el Hipopótamos, no sé, uno de ellos es un lugar indecente pero ya no recuerdo cuál), a comer. Pedimos ravioles, una suprema, vino. Todo por cuarenta mangos, que es casi nada. Tan casi nada que salía más caro pedir dos copas de vino que una botella completa. No entiendo cómo funciona este país. Le saco una foto a este aparato que tanto me maravilla. Me encanta las burbujas aquí, son diferentes, te llenan la nariz y tienes ganas de reír y de decir aaahhh. Yo sería muy contenta con un sifón en México. Volvemos a emprender el viaje. Caminamos por San Telmo. Lindo todo. La gente como que fue y asaltó los cajones de las abuelas y las tías y fue a venderlo todo. Y yo que quisiera llenarme de cosas viejas y ponerlas en un estante de una casa que no tengo, pero tal vez pronto, no cobran por soñar. Por la noche vino Pablo. Vimos el partido de Boca en la tele y cenamos los cinco, sentados en torno a un salami y unas empanadas.

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