6.08.2007

cataratas II



Ahora que lo pienso, si el muchacho que vendía los boletos nos hubiera advertido que se trataba de un wild ride, no me hubiera subido. Ahora que lo pienso, qué bueno que no nos lo advirtió. Pusimos calcetines y tenis en la bolsa de plástico gruesa, a ver, amárrate bien el salvavidas. Jijijiji. Qué emoción. ¿Eso de allá es Brasil? Sí, pero la parte de ellos de las cataratas no es tan copada. Ahh. La lancha/gomón empieza a tomar velocidad. Más jijiji. Tomamos fotos. Todo es verde. Creo que no me tomé la dramamine. Nos estamos acercando. El vehículo acuático hace unos giros que me dejan la oreja derecha a escasos centímetros del agua. Parece que tengo miedo, dice él, que se da cuenta de los nudillos que se aferran al asiento de enfrente. Ahora sí, dice el guía. Aquí paramos para que tomen fotos. Todos aguardan pacientemente mientras el resto de los tripulantes tomen las fotos de rigor. La nuestra queda linda. Cursi y linda. Damos un par de vueltas más, pero ya no veo nada. Todo es agua y bruma y brisa y garganta y no veo nada. Nos ordenan guardar las cámaras. Ahora sí nos mojamos. Nos mojamos bastante. Yo grito y me río y grito y me exhilareo. Parece que el corazón se me va a salir pero de pronto todo para. Nos desembarcan en unas rocas. Nos ponen nuestras pertenencias en las manos y nos dicen chau. Todos como que nos miramos sin saber bien a bien qué hacer. ¿Cómo detengo la ropa seca con mi cuerpo mojado?

El resto de la tarde la pasamos noviando entre mariposas y cascadas y vegetación. El video es de ahí, de la orillita del arcoiris, casi esquina con la felicidad.

Después tomamos el bondi y volvimos.

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