5.30.2007

Misionera

Abrí los ojos una mañana en el filito posterior de mayo y estaba en Misiones. Afuera hacía frío. El colectivo (qué fácil escribo colectivo en lugar de camión) se mueve despacito y alcanzo a ver la helada y sí, la tan prometida tierra colorada. Todo está en silencio, la gente duerme la novena hora del trayecto Buenos Aires-Posadas. En poco más de una hora nos van a venir a ofrecer el desayuno. Me siento estúpidamente torpe cada vez que alguien me habla y me niego a contestar si no es através suyo. Té, le digo a él en lugar de dirigirme a la asistente de abordo, como si ella o yo habláramos idiomas diferentes. Vuelvo sobre la frase "asistente de abordo" qué nivel, la transportación terrestre en este país. Hace frío pero la recepción no puede ser más cálida. Espero no estar muy despeinada mientras asiento educadamente. Durante la comida espío los ojos y las barbas y los gestos tratando de adivinar a cuál se parece más. De alguna forma evito sentirme en la película cliché de boy brings girl to meet everyone, etceteri etcetera. Serán dos semanas. No sé si todo podrá ponerse en palabras.

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