2.07.2009

fados

Esta tarde, además de limpiar y escribir, me subí al metro y me fui a la Cineteca. Estaba Fados de Carlos Saura. La primera vez que oí uno fue hace tal vez cinco años. Con el doctor, nos gustaba escuchar fados y beber vino y besarnos en las bocas. Era un romance ibérico de copas y quesos y aceitunas y guitarras. Hoy leí Fados en la cartelera y fui. Sola. Como quien encuentra el último chocolate y lo esconde para comerlo cuando nadie esté en casa. El fado tiene esa cualidad de la luz del ocaso de transformar todo lo que toca en bello. Bella Lisboa y su tranvía y Amália Rodrigues y los aretes de Lila Downs. Bello Caetano y la casa de fados y las cuerdas. Bello, el sábado por fin.

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