4.28.2008

periodo

Cada tanto tiempo, el cuerpo habla, me dice. Se pone redondo, maduro. Repleto. Es como si se llenara de sí mismo. Como que me advirtiera. Lo miro y lo amo. Le paso una mano por encima, lo recorro con la mirada y sonrío. Con un orgullo que no puedo explicar.

Antes, al principio, estos momentos eran queja, grito, sacudida violenta.

Luego nada. Le daba cosas para que se callara. Fingíamos que se callaba. Y tanto silencio se convirtió en dos, tres, cinco, ocho kilos. Yo de la vista gorda. Y el cuerpo. Atontado.

Ya no. Ahora tenemos otra relación.

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