9.02.2006

balance

Aquí no tengo cafetera. No tengo aceras por las cuales transitar. No lo tengo a él, ni a Miss G ni un edredón de flores y una deliciosa almohada de plumas de ganso (ésa ahora pasa las noches con él). No tengo que subir dieciséis escalones para estar en casa, ni tampoco tres pisos hasta el once. Aquí no tengo librería enfrente, ni veinticinco tipos de queso en la tienda de la vuelta, ni chino de la lavandería justo en Spring. No tengo hamburguesas gourmet de doce dólares ni iglesia histórica frente a mi ventana ni sofá uptown y downtown.

Aquí hay montañas y amaneceres. Hay café caliente de ocso y periódico los sábados por la mañana. Aquí no hay que cargar el súper a la calle, ni salir con costales de ropa sucia cada dos por tres. Aquí está mi hermano y su gato (hay un gato ahí), y están también los tres aparatos de celular: el del plan familiar gratuito y mi línea de toda la vida y la línea esa que va directo al corazón, llamadas internacionales por diez pesos la media hora (malditas letras chiquitas). Aquí hay porche y jardín, hay fin de semana en pijamas leyendo el diario y tomando café y mirando las hojas y la bugambilia de mi abuela, que no está.

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1 Comments:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Dos preguntas, por curiosidad; una, ¿hay alguna de las dos cosas que prefieras más que la otra?
dos, ¿en ese caso, por qué no la eliges definitivamente?

5:47 p.m.  

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