10.01.2005

silly little movie

Hay una peliculita tonta que acabo de ver por segunda vez en la vida. La primera vez fue hace mucho. Es raro la forma en que funciona la memoria. Esa cualidad como hojaldrada que tienen los recuerdos dice María Luisa Puga en Antonia. Cuando el maestro de literatura preguntó qué quería decir esa línea yo dije "la memoria es muy frágil". Hoy digo otra cosa. Lo escribo. La memoria tiene muchas capas. Finitas y frágiles, pero muchas. Addicted to love. Tengo ocho años menos, llegamos tarde al cine a oscuras. Está empezada, es la premiere regiomontana patrocinada por Telmex. Mi tío le dijo al muchacho ese por el que todavía suspiran mis tías y mis abuelas: "Vayan al cine, nosotros no podemos ir". Toda la vida pensé que era una película que sucedía en Francia. Go you to know why, si la cosa es justamente en Nueva York. En mi barrio pa ser precisos. ¿El parque donde hay niños con pistolas de agua y changos de labios pintados? Hoy comimos ahí el falafel de los fridays, sobre el pasto todavía verde, todavía iluminado por el calorcito que se ha quedado un par de días más. Me río de mí por pensar que esta cosa era en Francia, y quiero adivinar que es Wooster, seis cuadras más al oeste. Es la segunda vez que veo esta película pero la música. Otra capa. Serge Gainsbourg y Jane Birkin (¿o es ésta la versión con Brigitte Bardot?). El CD lo compré mucho después. Estaba en oferta en Mixup y recordé vagamente que el soundtrak me había hecho feliz ese día que llegué tarde a la función patrocinada por mi tío que estaba ocupado para ir. Lo compré sola, de los tres o cuatro cidís que compré sin que nadie me dijera qué música debía gustarme. Lo compré por la memoria de algo que no pude explicar. ¿Dónde quedó ese disco? Hubo una época que lo oía diario. Mucho después, claro. Lo presté. Quiere venganza, que sufra. La verdad es que la película no es tan buena. Ahí está Dean & DeLucca, mira, mira. Je t'aime, moi non plus. Un otoño de hace un año saliendo de mi clase de yoga, estoy echando gasolina y Serge Gainsbourg canta en la radio de un oscuro programa alternativo mientras yo me regaño por haber permitido que ese amigo le prestara al hombre por el que lloro todas las noches mi disco de Addicted to love. Así es la vida. Una película, un par de canciones. Un otoño feliz, un otoño lloroso. Un otoño niuyorkino de hojaldre de recuerdos.

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