5.12.2005

4:47 A.M.

Están tocando el timbre, me levanto con un salto. Está oscuro, es de noche. No entiendo pero tomo el teléfono y contesto. Me acuerdo de decir Yes? en lugar de bueno. ¿Qué horas serán? Una mujer dice algo del otro lado pero no entiendo nada. Repito confundida Yes? Esta vez sólo entiendo que dice Appartment ten. Hay una urgencia en su voz, algo que me apura. Acerco el dedo al buzzer. Todo está en silencio. Está oscuro, es de madrugada, estoy sola. Despacito, como para que la mujer no se dé cuenta que la voy a ignorar, cuelgo el receptor en su lugar. Este es el cinco, no el diez. Tengo miedo. Tal vez era una vecina que se quedó afuera. Pero es muy tarde, y yo no conozco a la vecina. Tal vez, hace algunas horas, ¿cuántas horas? Ah, van a ser las cinco, entonces hace como tres horas, una pareja peleaba en la acera del edificio. Lo sé porque todo estaba callado excepto sus palabras iracundas que se colaron por la ventana y me impidieron dormirme inmediatamente. Hasta me asomé con cuidado por la ventana, pero no distinguí nada. ¿Y si era la mujer que discutía? ¿Y si necesitaba ayuda? No se me ocurrió asomarme a la ventana que da a la calle. Me asomé por la mirilla. Tonta, si tú no le abriste cómo va a entrar al edificio. Me acomodé en mi cama con el ojo pelón. Ahora ya sabía la hora, la circunstancia, el sentimiento, que no la razón. Después empezaron a timbrar en el departamento seis. No sé si alguien le abrió.