4.15.2005

brie

En la silla negra se sienta el sol a estas horas. En la silla negra me siento yo también, asomada a los transeúntes que ya empezaron su día. Me sirvo un jugo de manzana mientras el café está listo. No hay que tomar café antes de tomar jugo o agua o cualquier cosa. El sol se sienta en mi regazo y en mi frente mientras muerdo despacito mi pedazo de mañana. Llega él y empieza a prepararse cualquier cosa ignorando por completo el tesoro que tiene enfrente, junto al cuchillo y la mermelada. Suspiro contenta y digo las primeras palabras del día: No sabes la alegría que me da que a ti no te guste mi queso brie.

3 Comments:

Blogger Jody Dito ha dicho...

A veces...
A veces siento algo muy grande dentro....


Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.........................................................................
....................................
....................................
....................................
....................
Me porté como quién soy.
Como un gitano legítimo.
La regalé un costurero
grande, de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.


Te toca rellenar lo que falta en el medio del poema.
Me puedes mandar a la mierda si ves que soy un poco pesado, no me importa!
Adios.

2:28 a.m.  
Blogger La Maz ha dicho...

Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

10:55 a.m.  
Blogger La Maz ha dicho...

Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.

10:57 a.m.  

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