11.01.2004

Cuadernitos

Ya funciona el último vínculo del texto. Sorry.

Hace justamente un año empecé mi segundo blog. Una página más personal e íntima en donde empecé a subir escritos de una naturaleza diferente a los que aquí publico. Cuentos y uno que otro poemilla cursi. Sobre todo, lo que normalmente hay en los muchos cuadernitos que cargo conmigo todo el tiempo y en donde recojo muchas cosas que de otra forma se me perderían. Más rápido de lo que me dí cuenta los cuadernitos se convirtieron en otra cosa. Dejaron de ser por sí mismos y empezaron a ser la mitad de un diálogo con una persona que estaba lejos. Lautriz escribía en los cuadernitos y el lector le contestaba desde un departamento en el piso 22 de un edificio a orillas del lago. Era delicioso, debo confesarlo. La mezcla entre realidad y ficción. De la otra pantalla nacieron Laura y Artemio y los cuadernitos retomaron la historia muchas veces. La anticipación cada mañana, esperando "lo más nuevo, lo último". Un vacío delicioso en el estómago al reconocer las pistas, las indirectas, los coqueteos. Un día, de pronto, se publicó en ese otro lugar azulito y austero un cuento sobre una seniorita ele y su estudiante enamorado. No me cupo la menor duda y, temblorosa, me dejé ir. Escribí sobre madrugadas de estrellas y julietas (ahí nació Julieta) y cuarentonas enamoradas. Para sus ojos. Escribimos tanto y de tantas formas que un día de diciembre logramos que las líneas se convirtieran en realidad y el lector se vistió de Artemio con una camisa de cuadritos y se apersonó en el aeropuerto de esta ciudad. Hacía apenas cuatro meses se había marchado. Hacía apenas cuatro meses nos habíamos despedido como buenos amigos, ignorantes de a dónde nos habrían de llevar las palabras. Laura se puso unas botas y una bufanda y fue a recogerlo como si nunca lo hubiera visto antes. Apenas un par de noches y hubo que separarse. Pero ya la cosa existía con carne y hueso. Nos dimos cita al fin de año con la esperanza de que más bien fuera el inicio de una vida, de un proyecto. Y nada. Un día, meses después, todo se fue al carajo. Un día decidí que las casi cuarenta mil palabras que vivían cómodamente ahí debían ser ejecutadas. Y así fue hasta que hoy, justamente hoy, día de los muertos y los difuntos y los que ya no están, han vuelto para recordarme un poco que yo también tenía palabras de amor para dar.

Lo logro, despacito, lejos de su mirada.

1 Comments:

Blogger Roberto ha dicho...

Feliz Aniversario, llena estas de palabras, y sabes es muy fuerte leer a un ser lleno de ideas, de letras, por que se que viene de un ser lleno de vida.
Un abrazo

2:49 p.m.  

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