9.02.2004

Julieta

Uno de los dilemas sobre los que no escribí ayer por alguna razón, y tal vez el que más me preocupaba, era el del taller. A quién llevo al taller. Julieta o el plato frío. El taller. Ah, tampoco había escrito sobre eso. Mh. Cómo hay cosas que ignoramos sin querer y otras que no podemos dejar de escribir. Como la lluvia, que ya logró colarse en este post aun cuando en la mañana le advertí que no se lo permitiría. Le dije mientras se posaba insistente en mi parabrisas que ya sabía que sólo quería llamar la atención y hacer que todos habláramos de ella: locutores alarmistas y alumnos retrasados y comentaristas meteorlógicos informales y colegas empapados y todos los que nos vemos obligados a nombrarla a ella. Estaba en el taller y en Julieta. Sigo en mi campaña intensiva de ocupar el poco tiempo libre que me queda, qué más bien es una estrategia para terminar de atarantar a esas neuronas resistentes que el alcohol no mata y que siguen pensando en él. Terapia ocupacional, le dicen. Me he inscrito en un taller literario. O algo así. Un grupo de personas reunidas en torno a la lectura y a la escritura, que no son sino una misma cosa vista de lados diferentes: Leemos lo que otros han escrito y escribimos cosas para que los demás lean. La semana pasada, la tarea era leer a Kafka y llevar a alguien. Que sea un personaje vulnerable, dijeron. Llegué temprano y me tocó acercarme a la mesa llena de desconocidos y presentarme sola. Jau aquard. En fin. ¿Y tú qué? preguntaron. Yo, yo también escribo y pues...Me miran todos sentados en medio de este cafecito al que nunca antes había venido. Creo que escribo en voz baja y quiero saber si puedo levantar la voz. Todos llevaban a sus personajes. Muchachos drogadictos, pintores frustrados, mujeres controladoras y asustadas, viudas con caras de femme fatale, Lenguaje vestido de persona, soldados polacos improbables...¿y tú? Yo no llevaba la tarea, nadamás un cuadernito de pastas rojas con flores secas barnizadas encima. Lo abrí y busqué a un personaje vulnerable. No batallé mucho. Estaba ahí, casi al principio. Una mujer y su dolor visto en retrospectiva. Una mujer que preparaba un plato frío para servirlo en la más esperada de las venganzas. Sin pensarlo dos veces empiezo a leer sin darme cuenta de lo que estoy haciendo. El corazón quiere salírseme por la garganta y se me nota en la voz, que lucha por salir de ese breve espacio ahora obstruido también por la vergüenza y los nervios. Qué raro. Normalmente leo bien. Parece que lo mío no. Termino y siento miedo de voltear a mirarlos. Todos callan. Quien dirige la sesión sólo dicta una sentencia: "Me parece que eso que tienes ahí es el principio de una novela, pero no sé si estás emocionalmente preparada para escribirla. Piénsalo y nos dices la próxima semana". Ayer todavía no lo decidía bien. Opté al final por llevar mejor a Julieta. Le puse unos tenis y un impermeable y nos subimos las dos en mi coche (ella iba sentadita sobre los renglones apretados y negros y yo manejaba) y nos fuimos a que la conocieran. A que me dijeran qué les parecía. Estuvo calladita mientras hablábamos de Kafka. Se asomaba de repente entre las hojas, y se aburrió un poco mientras miraba que los cafés y los cigarros transcurrían y nadie le hacía caso. Luego llegó su turno y todos voltearon a mirarla. Le presté mi voz y les contó cómo le había ido en la escuela, y les dijo sobre las ranas verdes y el delantal y las uñas de su mamá. Me sentí orgullosa de ella cuando le sonrieron todos. Después, cuando todo hubo acabado, nos fuimos Julieta y yo y nos comimos un sandwich delicioso y un jugo de manzana.

2 Comments:

Blogger Proud Mami ha dicho...

Estaria padre conocer un poco mas a Julieta.

2:13 p.m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Gracias por presentarnosla
Delicioso
:0)
aly
www.conejoaureo.com

5:23 p.m.  

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