3.19.2009

presque--rien de rien

Estos días han estado nublados. No me cabe la menor duda de que si no veo este sol de casi primavera es porque la sombra de los treinta -de mis treinta- está ahí para que no se me olvide que ahí vienen. Que ya llegaron y más me vale. Jueves. T-4. Siento eso mismo que debe pasarle a Jack Bauer mientras el relojito bipea como idiota. Me siento tonta. Tonta de preocuparme. Tonta de no estar lista. Can I get an extension?, me gustaría saber. ¿Hay manera de mover un poquito el deadline? Porque me faltan algunas cositas. Abro la Moleskine. No hay lista. Síntoma. Desde hace un año y pico he dejado de hacer listas. Simplemente hago o no. Pero sin escribirlo. Porque me he inventado una rara superstición en contra de las listas. Antes lo anotaba todo, lo preveía todo, lo planeaba todo. Y después de apoquito iba tachando. Ah, la satisfacción de no tener ese pendiente, el que sea. Hojeo la Moleskine roja del 2009. Nada. Registro pagos cada quince días. Hago garabatitos aniñados cada veintipico. Lo importante no está en el papel ni sobre las líneas. It's in the back of my fucking head. Encaramada en mi hombro derecho, la desgraciada. Treinta y ni libro ni hijo ni árbol. Nada. N-a-d-a, lo escribo en la oficina, con el café frío por un lado y Charriots of Fire afuera, en el patio. Muy apropiado para escribir sobre el cliché. Muy cheesy la obsesión. Muy soltera-profesional-siglo-veintiuno. Bridget Jones, Rachel Green y Carrie Bradshaw santodiosquéspanto. Antier fui al gimnasio y corrí. Nada raro excepto que yo no suelo correr porque me agito. Pero el martes el dedo subió la velocidad bip bip biiip hasta que para quedarme en la banda hizo falta correr. Correr como si no hubiera mañana. Como si pudiera volver ahí, a donde los treinta no nublan nada. Correr de espanto porque no quiero convertirme todavía en esa persona adulta. Porque ahora será verdad. Porque se acaban las excusas y los mientras y la oportunidad de subirme a bailar en la mesa, borracha sin mayores consecuencias. Porque ahora sí hay que ahorrar y preveer. Y comer pan y queso y pasta todos los días ha dejado de ser posible y en vez me obligo a la manzana en la mañana, ya se sabe que one apple a day keeps the doctor away. Y el doctor, tan away el güey, con la manzana o sin ella. Y aquel otro, ese chico preguntándome cuándo voy a renunciar y a tomarme la vida en serio. A crecer y ser valiente. Un ratito más, quiero decir. Para ponerlo todo en orden. Para seguir usando fleco y haciéndome trenzitas a la hora del yoga. Para olvidarme de ir al dentista sin arriesgar una muela. Para hacer berrinches que se quitan con un nuevo par de zapatos o un cigarrito irresponsable. Para no tener que preocuparme por el fin del mundo as I know it.

4 Comments:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Al día siguiente del día negro te darás cuenta de que eres la misma. No amanecerás con chonguito cano ni vestido oscuro de estampados diminutos ni zapatos de suela antiderrapante negros. Y que lo que hay delante de ti y aun no conoces es lo que vale la descubrir.

Llegar al "tercer piso" (así dice un amigo y siempre me da risa el término) es realmente divertido.

11:16 a.m.  
Blogger Antropomorfo ha dicho...

Coincido, los treintas son una etapa mucho más fácil que los veintes, en verdad es una década que se disfruta padrísimo. Beso

12:06 p.m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Venga, los 30 debe ser la etapa del profesionalismo pleno. Eso sí, la transición siempre se deja sufrir, deja un insomnio y un obligatorio (y a veces, penoso) recuento de año.

10:42 p.m.  
Blogger La Maz ha dicho...

Se agradecen las porras. Al final, con flores y vino y pasteles varios del otro lado de la acera (o en el piso de arriba), me animé y salté. Gracias por estar ahí, esperándome.

¿A dónde ahora?

1:32 a.m.  

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