3.09.2009

indiferencia

Cuando yo lo ví todavía respiraba. Eran las cinco de la tarde del domingo. La calle estaba desierta excepto por él, que yacía en la esquina de Múzquiz frente al parque de béisbol, una cuadra más adelante de donde yo una vez atropellé un perro que no se murió. Cuando divisé el bulto, me bajé a la calle y disminuí el paso. Todo estaba en silencio. Una pareja se miraba a los ojos sentada en el zaguán a seis metros de donde estaba el hombre tirado. Despreocupados, echando novio. Lo miré con pudor y seguí adelante. Tan pronto como alcancé a subirme a la acera otra vez, escribí mentalmente: En este barrio nunca veíamos cosas así. Este era una colonia residencial. Nunca de clase alta, pero sí de gente de trabajo. Dignified, pensé y recordé la sesión sobre la dignidad humana de mi clase de Ética. Luego me distraje eligiendo la pasta para la sopa.

Luego de que pagué, retomé mi postit mental y me lamenté de no haber comprado nada que pudiera ofrecerle: un pan, una fruta, algo. ¿Cómo me le voy a acercar, me reí? Acá, garrapatié en mi conciencia dominical que hoy vestía de chanclas y no se había peinado, acá mi abuela se hubiera sorprendido de ver un hombre sucio y despeinado tirado en plena banqueta. ¿Qué nos está pasando? Al doblar la calle vuelvo a divisar el bulto y algo en mi interior se oprime un poquito. Pero no es suficiente. Otra vez me bajo a la calle y aprieto el paso. Me detengo bajo la sombra de los árboles y veo que está temblando. ¿Será eso una convulsión? Miro a la pareja. Siguen ahí, ahora están de pie, recargados sobre un auto. El tipo me da mala espina. Leo un letrero detrás de la mujer "Se rentan cuartos baratos por tiempos cortos". O algo así. ¿Qué diablos es este lugar? El cuerpo mueve despacito la pierna sin tumbar el refresco que está a su lado. No está haciendo frío. ¿Se le habla a la policía? ¿A una ambulancia? El tipo me ve con cara de qué tanto miras mientras la mujer le toma la mejilla. El bulto tal vez sea de ellos. Tal vez este no sea mi problema.

Vuelvo a casa, con algo apachurrado adentro. Se lo cuento a mi hermanuel. Cenamos. Vemos tele un rato. Trabajamos. Después él tiene que ir a la farmacia. Cuando vuelve me lo anuncia. Sigue ahí pero ya no respira. Ahora hay dos policías preguntándose qué hacer, tratando de volver todo a la normalidad. Excepto a él. Que no volverá a vivir. Que no se volverá a levantar.