1.20.2009

rant

Estoy irritable y sensible. Que nadie me toque, que nadie me diga. Esta mañana, escuchaba Libertad de Gondwana y lloré todo el camino a la escuela. No se me salió una lagrimita. No. El nudo, la garganta, los mocos. Recomponerme en los últimos semáforos y sonreír. Enseñar. El vestidito negro y el dato preciso. Todo mundo sabe qué debo hacer. Me lo dicen. No es nada de esto. Esto que tengo, hago, pienso. La caja esa va mejor allá. El trapeador, los reportes, la conferencia, el empleo de mi escogencia, la ciudad en donde adorno una casa que viéndolo bien, debería estar en otra parte. Hacer esto así, o mejor todavía, no hacerlo del todo. El cuerpo por lo menos me gusta estos días. Está lindo, delgado, bronceado. Se porta bien. Ha empezado a estar más firme, pronunciada la frontera entre cintura y cadera. Lo toco y lo miro y me sorprendo. Aunque claro, duele un poco. Duele ahí donde al dormir no se acomoda. Hombro derecho, pegado al cuello aunque le ordene otra cosa. Así despierto, ajena incluso en este cuerpo que, de seguro, ni siquiera es mío.