3.31.2008

recuento

Hace una semana tengo 29. No festejé mucho ni poco, sólo lo necesario. Con la gente más querida, discretamente, a media luz y sin música estridente. En mi casa pastel y palabras lindas. Flores en abundancia. Las de Shamán fueron "para que luego no estés diciendo que nadie te regala flores y andes haciendo el oso en el blogs". Y un cuadernito para que siga escribiendo. Los esmitrramírez me dieron un certificado de regalo para un spa. R me llamó por la madrugada, la primera llamada de cumpleaños, directo desde el otro lado (el de allá). En latitudes subtropicales, el hombre de los lentes de marco rojo tomó un puñado de palabras y las acomodó como pocos podrían hacerlo. Las envolvió y les puso un título en negritas con mi nombre.

Cinco días después, todavía comiendo chocolatitos de cumpleaños y saboreando las flores y las palabras, asisto al regalo que me hice yo. Los boletos más caros disponibles para ver a Café Tacvba. La palabra adecuada es gozar. Brinqué y bailé y grité y canté y en una canción (o dos) estuve por llorar. Estar tan en la piel. Eso es. Tenerme a mí afuera, como una tortuga que ha perdido su concha. Sentirlo todo tanto. Las luces y la música y las palabras y la noche y la gente y mis ojos, tomándolo todo, capturándolo todo. Sonreír todavía ahora, porque sí.

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