11.14.2007

margarito

Llegó hace tres semanas con un niño y los dos se quedaron. No sé bien quién la recomendó. Desde que murió mi abuela ha sido un rosario de mujeres que vienen, prometen, se marchan. Entre una cosa y otra, algunas alcanzan a limpiar, cocinar, cuidar al abuelo. Nos resignamos y entre una cosa y otra, tomamos turnos, apilamos tareas, descuidamos. Alguien la recomendó y llegó un día, acompañada. Pronto se organizaron las apuestas. Nadie se aventuró más allá de la semana. El pequeño lloró los primeros dos días. Mi abuelo siguió siendo él, nosotros nos mirábamos, prepárabamos el plan de contingencia.

El tercer día se me acerca y dice que si le puedo prestar dinero para los pañales. ¿Cuánto cuestan? No sé, es que me lo acaban de dar. Mil cosas se me ocurren pero me callo. ¿Cómo? Es que él lo tenía mi mamá, allá en donde vivo pero me lo tuve que traer ahora, porque me van a cuidar a la niña para que vaya al kinder. Le presto y ¡vuelve! Mientras tanto nos encariñamos con la newfound mascota. Margarito es gracioso e inteligente y nos hace babear.

La semana pasada dijo mi nombre. Aw.

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