5.25.2007

Mayo 25

Mayo 25

Mi primer rumeit cumplió años ayer. Lo festejamos antier por esas cosas de los viajes. Pero no le dije. No le dije que lo extraño mucho. Extraño sus sentido del humor y sus chismes y trotes cada que llega con alguna novedad. Extraño que me regañe porque hago ruido en la mañana o que se impaciente por mi forma de conducir. Extraño esa forma que tenemos de relacionarnos que está entre el gruñido, el pellizco y la carcajada. Extraño bailar con él una cumbia e intercambiarnos libros de Sanborn's. Él no lo sabe pero pienso en él muy seguido, cuando me doy cuenta de que me conoce mejor que muchos. Él, a quien yo quería ponerle Ana Luisa o Pared cuando naciera. Él, que me hacía llorar aunque yo era más grande porque me mordía y me pateaba. Con el que aprendí a jugar Mario Bros, y a nadar. El compañero de hallazgo que los regalos de navidad no los trae Santa Clós sino que se esconden desde noviembre en el closet de las toallas. El que tuvo que crecer antes que yo. El que me financió las clases de inglés con sus ahorros y al que le perdí su primera bicicleta en un viaje inocente al supersiete. Tanto que le debo. (Además de la bici y las clases de inglés). Tanto que nos parecemos, aunque nos acusemos mutuamente de ser adoptados. Tanto que lo extraño, a veces, cuando estoy en un aeropuerto rumbo a Argentina y pienso en su cumpleaños.

Feliz cumpleaños, hermano.

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