sábado

Me desperté temprano, las uñas rojas sólo en los pies. Cómo batallé ayer y esta mañana para decidir y hoy, el cuerpo bien humectado, la falda se sentó seriamente sobre la rodilla, guiñando un poco en la abertura. La blusa de alforzas decimonónicas de tul beige abrazando el torso de una manera poco victoriana, aunque disimulara hasta el encaje del cuello. Los ojos en humo, como la falda y una flor de chifón sobre el pecho preferido. Un bautizo en sábado de lluvia. Llegar tarde, no alcanzar siquiera a persinarse atolondradamente. Entonces sé por qué he venido aunque tarde. Aquí descansa algo de mi abuela. Me dirjo en silencio a la puerta lateral. Está lloviendo, y las nubes me tapan los oídos. Excepto los tacones que hacen toc toc toc sobre las baldosas que me conducen. Respiro hondo. Todo está oscuro. Atravieso el área superior de las criptas. Toc toc toc. No son los zapatos, el taconeo lo llevo dentro. Encuentro el camino y uno, dos, tres se iluminan los escalones. El dedo se dirije al interruptor como si supiera desde antes. Una, dos, tres puertecitas que no se abren. Una puertecita con el nombre correcto y entonces. No sé a qué vine y de pronto las lágrimas. Iguales a las que me acompañan justo desde que escribí "entonces¨ hace justo una línea. Mi abuela que no está. ¿Dónde estás abuela? ¿por qué no me abres? ¿por qué no estás para que veas que ahora sí, con la boca bien pintada, y la blusa hermosa de tul y guipiur? ¿dónde te fuiste doña ene ahora que me falta un regazo, tu regazo, el regazo proverbial de la madre con mayúscula? ¿que me digas que no me importe nada, que los mande a todos a la tiznada? ¿por qué no te esperaste a que te cotnara esto? Pos qué chingados, dirías, y hasta ahí. No puedo saber más allá qué dirías. No hay dónde sentarme. En mi bolsa presumida no hay cosméticos que corrijan esta visita y todavía falta el desayuno, los regalitos, las flores.