10.09.2005

despalabrada


Últimamente ando así como sin palabras. Me siento con la pantalla enfrente y nada. La semana pasada, ¿fue la semana pasada? me fui a tomar el sol a Central Park. Sábado a las ocho de la mañana y ya sin sueño. Así que me bañé, alisté al cuerpo y lo metí en el traje de baño. Fui a la lavandería y de regreso compré uvas y un sandwich de prosciutto con mozzarella y tomate. Tomé la línea naranja hasta Strawberry Fields y caminé a Sheep Meadow. El día era maravilloso. Extendí mi yoga mat, mencueré y apagué el celular. La antología de ensayitas latinoamericanos y mi sudadera encapuchada sirvieron de almohada. Tal vez fue media hora que dormí apaciblemente en medio de las carreolas y los niños que dan sus primeros pasos en el otoño niuyorquino. Después me di cuenta. No había traído cuadernito. Un lapicero nadamás y la mitad de un postit donde apunté el número del arqui. El cielo era del azul de la pared de mi recámara en casa de mis padres. No sólo no tenía los instrumentos. Era la necesidad. Se había ido. Sentirme plena y el cerebro en blanco. Unas monjas jugando en el pasto y yo sin verbalizarlo. Echada de panza, el sol tostando los hombros, los ojos descansando sobre unas líneas que hablan sobre el exilio y la escritura. La escritura y mi no-escribancia. Algo pasa. No puedo, no me sale, no tengo palabras.