7.13.2005

tercera de trenzas

En el tercer día consecutivo de las trenzas y el fleco me doy cuenta. Hoy me las puse más bien con fines indagatorios. Mentira, los descubrimientos fueron hasta después de salir del trabajo, cuando empecé a mirar con otros ojos. Desde hace tres días-cosa curiosa, las trenzas también las tengo desde hace tres días- la gente me sonríe más. En el elevador una practicante adolescente me dijo que iba corriendo a su casa a intentar lo de las trenzas, tanto así le gustaron. Seguro es una exageración pensé mientras tomaba el camino largo para averiguar por qué. Me pasée otro poquito, miré más a la gente. No era casualidad. Más sonrisas, más piropos, más actitudes positivas. Aparentemente las trenzas dicen "Juguemos". Las trenzas indican que la peor de mis tragedias dura cinco minutos y se cura con un cono de nieve de la calle. Dicen dame la mano para cruzar la calle. Con las trenzitas también frunzo menos el ceño, a menos claro, que me detenga a observar una catarina sobre la hoja de una enredadera, o que levante la vista para mirar el sol que derrite la paleta que se escurre como un río anaranjado sobre mi brazo. Con las trenzas uno no le saca la vuelta al charco nunca, uno brinca en el charco con los dos pies juntos. Excepto cuando en los pies van puestas las chanclas plateadas de She-ra. Entonces uno hace caso y salta por encima del charco con la misma valentía, con el mismo gozo de vivir el verano en otra ciudad y disfrazarse de trenzas.