7.11.2005

taxista ruso

Salí a fumar. Ahora no me crucé la calle a mirar el escaparate de la librería. Hoy me senté en mi stoop. No es cierto, no es un stoop de verdad, es sólo un par de escalones bajos y anchos. No son lo suficientemente altos para acomodar con propiedad las piernas como hace la gente en un stoop de verdad. ¿Cómo se dice stoop en español? No es exactamente un porche. En un porche la gente tiene mecedoras y más espacio. Aquí no hay espacio, pero hay stoops y la gente se sienta en ellos en el verano a comerse una nieve o a besarse o a fumar o a platicar casualmente con el vecino que entra o que sale. Yo me senté hoy frente a mi edificio como si ese escalón fuera un stoop de verdad. Con la actitud de estar sentada como cualquier niuyorquina en su stoop en una noche de verano viendo pasar a los perros que llevan a sus dueños a pasear. Enciendo un cigarro y me doy cuenta que en el aparador de la tienda donde llaman a la policía cuando a la vecina de arriba tira los frijoles tienen una foto de Frida. Tiene trenzas pero no sonríe. Nadie le sonríe. Es de noche y hace calor. De pronto se abre la puerta y sale otra mujer con trenzas. Esta sonríe, lleva una camiseta morada y unos pantalones rotos doblados de tal forma que alcanzo a mirarle los tobillos y una parte de las pantorrillas. Ya no es lunes, ahora es sábado. La mujer grita Taxi y se precipita frente a un auto amarillo como si fuera el último taxi de la noche. Con un brinco me pongo junto a ella. Frida nos mira impasible, desde sus trenzas que no sonríen. El taxista es un viejo de barba sucia. Gritando le dice que sólo la lleva si es uptown. Las trenzas dicen a la trece es uptown y se montan antes de que el viejo diga cualquier cosa. Me monto yo también en el taxi sin que ninguno de los dos se percaten. One-three, rrrright? Entre la quinta y la sexta, le indica la de la blusa morada. El hombre enciende la luz interior y la hace repetir el número frente al retrovisor. Está medio sordo y lleva un acento grueso y pesado, como los abrigos que impiden que la gente se congele en Moscú. Pero no es moscovita, es un hombre de campo. Conduce con la mano derecha vestida de guante manchado de rojo. En la izquierda lleva un crucifijo de plástico dorado, como si las calles fueran vampiros. Así enfrenta las calles, como si fueran el conde de Transilvania. I dhink muvi dhiaderr derr. Yes, sir, I'm going to the movies and I am already late. El sir es respetuoso pero le marca una distancia al conductor. Es un sir lleno de autoridad de pasajera, la autoridad de la que en algún lugar de los jeans o la sudadera que esconde parcialmetne la blusa morada esconde los dólares que compran la capacidad de dar una orden. No rrosh, no rrosh. I wanna leave you like you come, yust the same, you know. I rrosh, we crrash, yourr faderr, very sad. You young, you enyoi life. See those ladies with they walking sticks crrossing the strreet, fifty yirrs ago, I tell you, they look just like you. So what you arre late. You worry you arre not late for churrch, that you worry about. Your frriend calls, wherre arre you, the movie is starrting, no prroblem, you get ice crrream. Movie is not imporrrtant, you come in safe in my carr, you get off safe. Las trenzas empiezan a mirarlo con curiosidad. La autoridad se ha convertido en reverencia, en humildad. Sigue hablándole fuerte pero ahora es para que la escuche. Articula frente al retrovisor y sigue diciendo Sir, pero como ahora con mayúsculas, como si le hablara a un abuelo. ¿Dónde están los abuelos de esta mujer que tiene prisa por llegar al cine? Quisiera seguirme con el taxista, pero no puedo, la miro pagar y sonreír y la acompaño. Me escabullo con ella en el cine. El de la taquilla acaba de decirle que la ama y que se apure, la película ha comenzado. Me siento junto a ella. Es una película francesa. Tiene un feeling conocido, pero no la ha visto nunca. No sabe por qué, no sabe si la luz o la historia o qué. Yo sí sé pero no se lo digo. Yo alcancé a ver el cartel y leí Francois Ozon en los créditos. Esta mujer, cuando no tenía trenzas, vio tres películas seguidas de ese director. La primera fue el día de su cumpleaños número 25, con un hombre que dijo que la amaba. Era sobre una escritora y una alberca. Se besaron mucho en el cine. Después también. La segunda película la vieron en una sala semivacía, mismo hombre, pero entonces ya sólo fingía que la amaba. Era un musical lleno de divas. Discutieron en el auto, por la película, por cualquier cosa. Media hora más tarde los cuerpos se habían reconciliado y nadie hablaba de la película. La tercera vez fue una película triste con una mujer hermosa. No consigo recordar si blusamorada y el hombre eran felices o no. Recuerdo sólo la película, Sous le sable, se llamaba. Ah, la arena. Esto recuerdo: En esa época ambos estaban leyendo una novela japonesa en donde también la arena era importante. Ellos ya no se importaban el uno al otro, pero no lo sabían. Trenzas felices no piensa en nada de esto. Ella mira la película y desea vivir en Francia. Repite para sí las palabras, arrastra las erres en silencio junto a la pareja de la pantalla. Sonríe con la música, una música anticuada y cursi que posiblemente está en italiano. De vez en cuando mira de reojo a la pareja frente a ella. Se imagina que ellos sí son felices, no como los protagonistas que se acaban de divorciar hace una media hora. Cuando se prenden las luces, tengo que recordarle que las filas son estrechas y que es preciso salir, a los demás espectadores no les importan los créditos musicales. La sigo despacito, le doy su espacio. Vuelve a pasar frente a los carteles y a ignorar a Ozon. Se ha detenido frente a otro cartel. Lo mira como quien duda antes de cruzar la calle. Es el único momento en el que frunce el ceño. Suspira. Lo mira como si quisiera llevárselo consigo. Después se marcha sola, ya no la sigo.


Me he quedado frente a Vanessa Redgrave que posa para David Hemming desde algún lugar en Londres. Ahora sé qué es lo que está pensando y esta vez soy yo quien sonríe.


I am in Paris.

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1 Comments:

Blogger La Maz ha dicho...

Tanta sabiduría al volante...

Gracias ché...

9:40 p.m.  

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