6.26.2005

Boston

Me tardé un año en llegar, y lo cierto es que yo no quería venir. Me trajeron. Me mandaron que viniera a este lugar que hasta tiene una línea de metro que termina en Neverland,o Wonderland, ya ni sé. Abro los ojos bien. Quiero verlo todo, registrar cada cosa. La Universidad, el río, el puente, las calles. Me subo al metro y me imagino cómo será vivir aquí. Yo no viví aquí este año que pasó. Yo me quedé en mi país a decidir que podía convertirme en Nueva York. Uno puede dejar de ser ciudad si y sólo si uno es capaz de inventarse otra ciudad. Así que me convertí en edificio y vagabundo y perro y ruido y suciedad y metro y cementerio y árbol e iglesia. Lo hice bien y soy feliz. De pronto, alguien me arroja a esta geografía de ladrillos. Alguien me avienta a la cara un montón de borradores tachoneados, de mapas sin estrenar. Es como visitar la tierra de hubiera. Si me hubiera traido a vivir acá. Hubiera aceptado la carta de esa universidad. Hubiera sido yo la que decidió querer al final. Hubiera no existe. No, no es porque hayamos tomado una bifurcación diferente en el jardín de los destinos que se deciden y no se pueda volver atrás. La razón es otra. Me da la impresión que esta es una ciudad de mentiras. Tan limpia, tan recortada, tan ladrillo y jardín perfectamente cuidados. Esta no soy yo. Es como, como...Cómo es? Todo el mundo conocimos alguien así. Alguien que tenía todas las Barbies con todos los vestidos completos y que las guardaba en su caja después de jugar con ella cada vez. Mentira, después de sacar las muñecas un ratito de su caja y pretender que jugaban con ellas, porque el juego implica maltrato, desgaste, invención, improvisación. Cambiarle el peinado, combinarle los zapatos, pintarle la boca, morderle los pies. Así quedaban las Barbies más disfrutadas, las que usaban las niñas de verdad. Boston no. A Boston la sacan con cuidad del libro de historia y se la muestran a los turistas. Se mira pero no se toca. Los Universitarios creen que la poseen pero no se dan cuenta. Sólo les han permitido usar una calcomanía con sus letras en la camisa. Es lo más cerca que de ella han de estar. Es posible que me equivoque. Es posible que mi observación esté sesgada por lo que he visto, por lo que no he vivido, cómo saberlo. No puedo. Sólo abro los ojos y me imagino. Camino todo el día, en la plaza, en los parques, me subo al metro una, dos, tres veces como si tal cosa. No puedo cerrar los ojos ni un instante. Quiero verlo todo, quiero mirarlos a todos, encontrar. No sé qué es lo que busco pero cuando lo vea lo habré encontrado.

1 Comments:

Blogger Jody Dito ha dicho...

Puede que yo también me equivoque, pero mi experiencia me ha enseñado que la primera impresión, casi, casi, es la auténtica, la que vale.
Lo que ocurre es que esa primera impresión, al ser la primera, pasa fugazmente y como que no nos damos cuenta. Pero si estoy atento, la primera impresión ya me dice cómo es una cosa (ciudad, persona, etc), y más tarde, al recordarla, veo que era así como la ví la primera vez.

2:47 a.m.  

Publicar un comentario

<< Home