6.15.2005

irreductible

Salí a las nueve de la mañana y a las nueve de la noche todavía estaba laborando. Laburando, como dicen los argentinos. Se siente uno muy bien. Tomo la ruta larga porque una compañera va a tomar el seis y la acompaño hasta Bleecker, además, el clima está precioso. Estoy cansada pero en buen plan. Con sonrisa y toda la cosa. Es raro mirar la ventana de mi casa y encontrar a una mujer planchando. Aysh. Me da entre ternura y no-sé-qué. Espero (léase con cara de más vale) que no se trate de otro curso subrepticio de la academia de domesticación. En eso una frase pasa volando sobre mi cabeza. La atrapo con una mano y la traigo a la casa. Batallo con las llaves y la bolsa porque no se deja, se mueve mucho. Con cuidado la pongo sobre el escritorio y la traigo a la pantalla: "...y en esto soy irreductible, no le permito, por ningún motivo, que no sepa planchar".

Eso es lo que quiero en un hombre.