2.22.2005

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Uno va haciendo pequeñas rutinas. Leer, estudiar, escribir un poco. Beber té a esta hora y en aquella taza. Esperar a que anochezca, a que el otro llegue para ver la tele. Calentar cualquier cosa, sentarse frente a la cajita y no tener que estar adivinando con el control remoto. Saber que a las nueve es el nuevo de Jack Bauer. Emocionarse, apretar el cojín, servirse más refresco, iniciar una guerra de cojinazos en los anuncios. Después apaga uno la tele, y hay que terminar el paper y el señor que vive aquí deposita una deliciosa quesadilla texmex en mi escritorio. Hay cosas que no tienen precio.