11.20.2004

Sustituta

Por alguna razón -ah sí, karma- este último semestre me he apuntado varias veces para sustituir clases ajenas. Normalmente no me correspondería hacerlo porque yo sólo estoy en la prepa en la madrugada. PERO, si un día yo necesito que alguien vaya a cubrirme en la madrugada, necesito ser la maestra esa que nadie conoce pero que ha cubierto al menos una vez a todo mundo, y con la que todos estamos muy agradecidos... Así que repente me toca ir al grupo de Miss E. Nada complicado, pues Miss E. ha dejado preparada la actividad, la lista y las instrucciones. Reviso la actividad cinco minutos antes de llegar y me doy cuenta de que es muy corta y a lo más les tomará media hora completarla. Así que llego, tomo lista parsimoniosamente, como si fuera necesario aprenderme sus nombres. Me doy cuenta de que son pequeños. Mis alumnos siempre son "grandes", de esos que van corriendo a los dieciocho como si los diecisiete fueran apestosos. Estos acaban de despertarse de la siesta de los catorce, me parece. Quieren saber quién soy y qué hago y si pueden llevar clases conmigo después. Se enteran de que no soy nueva a pesar de que nunca me habían visto antes. Les impresiona que hago otra cosa además de dar clases. Además hoy tengo tacones y pelo suelto y aretes monos y blusa de botones. Los jeans y los tenis se quedaron en otra parte. ¿Y entonces a qué vienes aquí? dice uno como si yo fuera una cosa rarísima. "Como servicio social, duh", contesta la niña del fleco en los ojos. Sonrío. Quieren saber de qué se trata mi clase. Ahhh, entonces tú nos puedes explicar qué está pasando con Bush y Kerry ahorita Miss. Primero vamos a hacer lo que les dejó Miss E. Es sobre el tema X, que ya vieron la semana pasada. A ver, ¿qué saben de X? Muy bien. Les pido atentamente que se aferren a esos pedacitos de conocimiento y se recuerden de traerlos consigo cuando sus cerebros lleguen a mis manos, tres semestres después. Asienten con seriedad y se ponen a trabajar. Se suponía que individualmente pero no todos traen el libro así que tienen que compartir. Aysh. En "parejas de dos, máximo", les digo y no todos me hacen caso. Hay un grupito de niñas que está comadree y comadree. "A ver, pero hace cuánto de esto? y cuánto duraron?" Les pido que se concentren en la tablita que tienen que llenar. Los dos de al fondo me llaman con ànimos de conquista adolescente disfrazada de duda histórica. Sonrisa de lado, ceja levantada con incredulidad fingida me aproximo y les sigo el juego mientras les señalo la página en la que deben buscar las respuestas. De la esquina de las comadres surge un grito que detiene el flirteo guerrofríesco que me ocupa. "Miiiiissssss!!!! ¿y tú tienes novio Miiissss???" Aysh. Apenas nos conocemos y ya con estas confianzas. Pónganse a trabajar, y me doy cuenta de que una de ellas está al borde de las lágrimas. ¿Te puedo ayudar en algo? La comadre gordita me mira con resignación apretando la boca y me dice "No, Miss, es que no le podemos ayudar, pero pues se le va a pasar". Los dramas adolescentes. Qué deliciosos y destructores. Las abandono temporalmente mientras voy y entretengo con más trabajo a los nerds que ya terminaron. De repente niña-al-borde-del-llanto se pone de pie, me avienta la hoja en la cara y dice con voz telenovelesca "Ya no puedo más. Ya no puedo estar aquí. Me voy". Y me entrega la tablita que debía contener datos llena de A's y rayas y A's y más A's encima de las A's. En una esquina chiquitita, otra A junto a una M garigoleada. Busco el espacio en donde se suponía debía ir el nombre. Marcela. Ah, mugroso A. ¿Cómo alcanzarla en el pasillo y secarle las lágrimas y decirle que sí se puede cuando yo misma a veces no sé si se pueda? ¿Cómo hacer que el "todo pasa por algo" suene genuino en estos labios qur también tiemblan de vez en cuando? No puedo. La dejo marcharse a llorar al baño, es todo lo que puedo hacer. La dejo ir a lamerse el corazón de paleta roja a una esquina. La dejo garabatear iniciales frustradas en el espacio en donde había que poner conocimientos. La dejo que se mire el moretón tres, cuatro días, hasta que desaparezca. Quiero abrazarla y secarle las lágrimas y decirle bonita, hace diez años yo era tú y yo también salí corriendo de mi clase de Biología por culpa de otra A que hoy ya no me causa nada. Una A grandota y de voz grave que me cambió por una A bonita y alta que no era yo. No te va a pasar nada, te lo juro. Te vas a reponer, te lo aseguro. Es preciso que llores, pero también es preciso que aprendas. Y me quedo callada y sólo la miro marcharse y tomar su mochila y dirigirse al primer corazón roto de la vida mientras retomo al grupo y les recuerdo que nos quedan quince minutos más de trabajo.

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