9.01.2004

Esos hombres

Pueden comerse platos enteros de palmito, beber botellas de complicadas y exclusivas cosechas extranjeras. Pueden piropear en idiomas extraños e inventar intrincados metalenguajes para dirigirse a sus más recientes conquistas. Conocerán la correcta pronunciación de los apellidos de autores oscuros y platos rimbombantes de países exóticos. Podrán saber de memoria pasajes enteros de la obra de Cortázar, o ejecutar con maestría melodías clásicas en el piano. Entenderán de Jüng, Lacan y hasta de mis complicadas teorías sin importancia. Serán apuestos y exitosos, o talentosos y desenfadados. Divertidos, buenos besadores, caballeros postmodernos en modo de seducción perpetua. Impecables, perfectos. Pero hay algo que los muchachos urbanos no consiguen. Hay habilidades que no les enseñan en las caras escuelas a las que van. Cosas que no aprenden en sus noches de cantina cuando fingen que también son como el resto de la gente. Ah, pobrecitos ellos. Malaventurados ellos, los que no son de mi pueblo. Ellos, que nunca podrán tomar una cintura entre sus brazos y apretarla contra sí y dirigirla en una noche de corridos, cumbias y polka.

Sigh. Es tan difícil satisfacer a las cumbieras intelectuales de provincia avecindadas en las metrópolis.

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1 Comments:

Blogger Latro ha dicho...

Tienes toda, pero toda la razón.

4:54 p.m.  

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