6.30.2004

Voltando

Me pasé la primera mitad del día visitando mis antiguas escuelas. Los lugares en donde cursé la secundaria y la preparatoria. Sospecho mientras esto escribo, que voy a empezar a escribir blah blah blah y no quiero. Nadamás que hay ciertas cosas que me hace falta decir.

Me ofrecí a recoger las calificaciones semestrales de la preparatoria de mi hermano. Tenía curiosidad por volver a mi antigua escuela. Hacía cinco años que no iba, y de la última vez lo que recuerdo es otra cosa (más adelante escribiré sobre eso, y cómo ese evento terminó de convencerme de que hay que enseñar, dar clases), no la escuela.
Había olvidado muchas cosas. Había olvidado lo difícil que es encontrar estacionamiento, el mal estado de la calle. Lo he visto todo con otros ojos. Entré al salón. Ese no fue nunca mi salón, pero no era distinto a los demás. Todo estaba asombrosamente sucio. Recuerdo que las instalaciones no eran limpias, pero no me parece que fuera tan sucio. Me senté en un banco cuyo asiento estaba medio roto. Las paredes estaba todas sucias, leyendas por todas partes: fórmulas matemáticas, firmas, declaraciones de amor, arte porno, con lápiz, con pluma rosa, con plumón permanente, marcatexto... Ni siquiera se tomaron la molestia de borrar el pizarrón. Llegó la titular del grupo. Nunca fue mi maestra, pero la recuerdo bien. En aquella época era de las maestras jóvenes más llamativas. Pelirroja, delgada, siempre de ropa ajustada, era química y hermana de un diputado. Todo lo que una profesora de preparatoria pública necesita para ser impresionante. La ví hoy casi diez años mayor y con otros tantos kilos encima. En tenis, con la blusa por fuera de los jeans. Ya no usaba zapatos de aguja. El cabello seguía siendo rojo flama; desafortunadamente el peinado también sigue siendo el de esa época. Nos fuimos después de que paramos a buscar la acera en donde mis amigos y yo pusimos nuestros nombres sobre el cemento fresco. 1995. Segundo semestre. Dieciseis años en punto. Hacía calor, era el mediodía. Acababan de darle ese finísimo acabado "hebras de escoba" al cemento fresco. Tomamos una llave, una rama, un lápiz. Dibujamos las iniciales, la fechas, los nombres. Hoy siguen ahí. El trazo asustado de la muchachita que nunca había hecho una travesura semejante. Que no había sido popular, que no había tenido amigos varones mayores que después asumieran toda la responsabilidad y pagaran con blocs la travesura. Con suficientes blocs para aumentarle dos hileras a la barda del frente de la escuela.

Terminaré con el tour a la secundaria después.

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1 Comments:

Blogger Ro Lu ha dicho...

Oh recuerdos recuerdos recuerdos...
que a veces matan y otras tantas, reviven.

12:38 a.m.  

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