6.29.2004

Alguien ha invadido mi cama grande y nueva. Todavía no sé quién es. Todavía no sé si es una o son varias. Han dejado todo sobre la superficie de la cama y he tenido que conformarme con un pedacito twin size. Una caja de vendas estériles casi nueva, una caja muy usada de Dolac y un empaque vacío de Mesulid. Una pluma transparente de la Ford Motor Company que enciende con una luz azul. Un reloj de carátula plateada opaca y extensible de caucho negro, una pulsera de concha nácar y un arete de ámbar sin par. Un libro pesado con todas las letras de las canciones de Joaquín Sabina, un libro amarillo de título ridículo, una antología de pasta dura de poesía de mujeres alrededor del mundo, una caja que contiene un CD que dice "Shamans chois, la música que tú querías escuchar". Hay también (y por lo chocante me atrevo a pensar que son varias las invasoras de mi espacio de dormir), un collar de diamantes falsos, un bote dorado de rímmel y una prenda pequeña y negra que a ciencia cierta no se sabe bien para qué sirve. Dos cuadernitos, uno viejo y terminado y otro muy flojo de pastas anaranajadas, un cartapacio amarillo, cuatro almohadas, tres cojines y yo, perpleja.