10.25.2009

misiva

Querido Cuerpo:

Hace un rato que usted y yo no nos dirigimos la palabra. Me contaron que no le gustó que lo haya puesto a correr dos o tres veces por semana desde hace más o menos un mes. Vamos, tampoco hay que ponerse así, porque dicho francamente, usted y yo sabemos que la velocidad a la que me permite darle vueltas al parque tampoco es la gran cosa. La idea es, déjeme contarle, que poco a poco vayamos mejorando esta relación que sostenemos para que yo me sienta siempre contenta de mirarlo y usted disfrute de todas las cosas ricas que yo puedo proporcionarle. Y eso incluye, pero no se limita, a los ravioles con salsa de tomate y carne de puerco con parmesano fresco como los de hace unos días.

Ayer, por ejemplo, ¿vio qué bien le sentaron esos largos minutos con los pies bajo el agua caliente? ¿y después, la lima y el alicate y al final el bonito esmalte rojo que le pusimos a las uñas? No se haga, que más tarde lo vi ufanarse con los zapatos de dedo escotado y mover coquetamente un hombro frente al espejo cuando le puse el vestidito negro que tan bien le queda. ¿Entonces qué son esas actitudes, me pregunto yo, de amanecer con una migraña tan estúpidamente terca en la región parietal izquierda? ¿Para qué la cojera llorona en el parque a la tarde? Entiéndame bien: Usted no va a ninguna parte sin mí y yo estoy atrapada dentro suyo. Y tenemos que ir a la playa en tres semanas, así que no se me descomponga.

Etiquetas: