8.17.2009

hurto

Cuando hace mucho viento, los aguacates que caen del árbol con estrépito sobre la lámina del patio no me dejan dormir. Entonces me muevo en la oscuridad de las sábanas y deseo que nadie vuelva a traspasar la ventana de la casa sin permiso. Alguien estuvo en mi cuarto esta semana. Sacó una maleta del fondo del clóset y la vació desordenadamente sobre mi cama. Después abrió mi alhajero y tomó una pulsera de oro -pero no los aretes que le hacían juego-, una de jade y el broche de estrellas de cristal austriaco que me regaló mi mamá en navidad. También se llevó mi pasaporte, presumiblemente una blusa rosa de alforzas que me gusta mucho y el aromatizante de fresia. No se llevó mi Powerbook ni mis zapatos favoritos. Tampoco los boletos del US Open. Más bombas caen sobre la lámina. Pienso en los dedos que recorrieron mis cosas. Que descartaron y eligieron. Que finalmente tomaron. Después me pregunto cómo hizo para salir de la casa con una maleta tan grande. También por qué no se llevó mis cuadernos ni el reemplazo de mi tarjeta de crédito. Me doy vuelta. Tengo sueño.