7.25.2009

date #3

Supongo que en esta era de redes sociales las citas totalmente a ciegas son una bestia en extinción. Los celestinos de ahora tienen a su disposición (o en su contra) una variada gama de recursos electrónicos. Facebook nadamás es la causa de que yo me niegue rotundamente a conocer a tres cuartas partes de la población masculina disponible. Después de todo, quién quiere tener nada qué ver con alguien que cada media hora abre otra galletita de la fortuna, se describe a sí mismo como maravilloso en la cama en una nota de su propia inspiración titulada "Veinticinco cosas que no sabes de mí", y piensa que cortar a sus exnovias de las fotos en las que sale más o menos decente es aceptable. Nadie. Una vez me lo dijo miss guatemala, "vos, si en la foto en facebook son feos, en persona son horribles". Pero nada detiene a un par de amigos con buenas intenciones y un día de febrero encontré un mensaje en el inbox en donde un querido amigo esposo de una más querida amiga se encargó de presentarnos virtualmente. No le importó que vivamos a muchos kilómetros de distancia, ni que él apenas conozca al individuo. Aparentemente si hablan inglés, a mí me van a gustar.

Así que nos mensajeamos de manera polite y listo. Hasta que sucedió que yo aterricé en la playa donde viven mis amigos celestinos bienintencionados y el foreign blind date (fbd) un día cualquiera de finales de junio. Y bueno, tenía que suceder. Quedamos de encontrarnos a mitad de mi estancia playera: Ni tan al principio que fuera a imaginarse que el viaje era sólo por él, ni tan al final para que si algo salía bien, no había que perder el tiempo. Total que fui en parte porque estar sola tanto tiempo en la playa, bajo el sol, a no le hace bien al cerebro, evidentemente. Y en parte porque la mejor manera de refrescarse del calor que hace en la playa, bajo el sol, es con cerveza y cocktails y todos sabemos que la cerveza y los cocktails no son buenos consejeros.

Quedamos en un lugar coqueto de la marina al atardecer. Escogí un vestido beige de día y flats, como diciendo: no es que me importe tanto. La primera sorpresa fue que era más guapo en persona que en las fotos. La segunda que recién se había tirado de un avión en Las Vegas, "sólo porque tenía miedo de hacerlo". La tercera que estuvo casado hace poco. Pero ya no, aclara. Entre la primera y la tercera tomamos vino, compartimos una ensalada, miramos caer la luz del sol y los pelícanos, compramos helados y caminamos despacio. Nos miramos. Pregunta cosas que no estaba preparada para contestar y me enoja darme cuenta de que me brillan los ojos y se me quiebra un poquito la voz. (tonta, tonta, tonta, pienso para adentro). Pero la suya no tiembla y me tranquiliza. Después es hora de irnos. No hay para un beso más que en la mejilla y un abrazo amistoso. Ahí queda más o menos todo.

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