1.11.2008

regreso

Ayer cuando salí de mi oficina (mi oficina que después de un año y medio tiene fotos en los marcos y plantas en el escritorio) encendí el radio y un hombre con acento decía un poema. El sol pintó de rosa y dorado el cielo en Holanda. Era Radio Netherlands, believe it or not, describiendo las condiciones meteorológicas. Fui al súper y tomé el carrito, no la canastita. Antier fui a tomar unas cheves con lo que quedó del club de vino y queso. Comí con G un día, visité a B otro, tomamos café con E. Estoy haciendo ejercicio sin inscribirme en ninguna parte, believe it or not. G quiere saber por qué. Me cansé de mi propio bs, le dije, ya basta de excusas, I mean, después de todo, it seems that everyone and their cousin are already doing that. Para ir a correr al parque del barrio no hay pretexto. No hay que esperar la quincena, ni el tráfico ni la ropa ni el yoga mat. Me pongo los tenis y la shuffle y me salgo. Noimporta si son las diez de la noche. El parque no cierra. No importa si no tengo dinero. Y así. El fin pasado tiré ropa, zapatos, acomodé el clóset, desempaqué la última maleta, guardé la perenne mochilita de fin de semana. Y entonces me doy cuenta.

Independientemente de lo que digan las millas frecuentes y el título de mi maestría y el contrato laboral y el recibo del celular, acabo de volver a Monterrey. Esta semana, recién llegada. Un año y medio tarde, posiblemente. Bromeábamos cuando algún despistado me preguntaba qué tal seguía la vida en Niuyorc que lo que pasaba es que me faltó la fiesta de bienvenida así que el retorno nunca fue oficial. Y entre broma y broma, ya se sabe. Así que sépanlo. Volví a la sultana del norte. Aquí estoy, la semana entera, todo el día. Mi vida ha perdido su carácter de mientras, su estatus de pausa. Tramité el cambio de domicilio, la licencia nueva, la credencial del IMSS. Tengo los dos pies bien puestos aquí. Y la mirada en el cerro de la silla. Y el corazón en el pecho. El mío.