2.23.2006

secreto

Cuando te conocí caminabas así, como si tuvieras un secreto. Cruzamos Bowery. Volvemos de una expedición de reconocimiento en el Logüer Ist. La miro para ver qué clase de secreto. Un secreto de esos que hacen que a sus poseedores les brillen los ojos y caminen dando brinquitos. Fuimos hasta allá porque leí de un lugar donde hacen cupcakes y galletas sin gluten y sin harina de trigo y de esos Miss Guatemala sí puede comer. Fuimos porque además el artículo de New York Magazine decía que la muchacha dueña debía de vender varios cientos de quequitos de harina de garbanzo y fava beans para poder pagar la renta y quisimos contribuir un par de dólares a su negocio, que resultó ser una dulzura en medio de un barrio feo y oscuro. De regreso es cuando me entero que he perdido mi secreto, o que he dejado de caminar como si lo tuviera. Hace un par de semanas que duermo poco o casi nada. Me ocupo todo el día en cansarme, leo, voy, vengo, me subo a la bici, escribo la tarea, traduzco un poquito, tomo una foto aquí o allá, leo las noticias, preparo de comer, recojo los platos, mando mails, me cepillo los dientes, me lavo la carita. Me acuesto con Italo Calvino un ratito y después apago la lámpara, tipo dos, tres de la mañana. Nada. Me doy vueltas. Cuento hasta diez mil. Prendo la luz, leo otro poquito, el sol empieza a asomarse. Así no se puede. No sabía que se me notaba tanto. ¿Qué se me nota? Quién sabe. El flasmeis hoy me dijo que qué tenía. Nada. ¿Lloraste? No, me desvelé. Esos ojos no son de desvelo. Mañana tomo un camión a las ocho de la mañana. Hace una hora me tomé un té que debe hacerme dormir. Voy al norte, a presentar un peiper. Me aterroriza. Leí el pronóstico del tiempo y, si hace calor, estaremos a menos ocho grados centígrados. ¿Por qué me inscribí? Todo sea por darle una vida mejor a las botas, claro. Para que disfruten la nieve que mi vida newyorkina no les ha podido dar. ¿Y si me abuchean? Ya leí treinta veces el peiper, ya practiqué frente al espejo. Qué tarada, ¿no? Capaz sale algún gringo que trae datos que yo no leí. Además me pusieron en la mesa con los sociólogos. Eso significa que a los de política no les pareció que mi trabajo tuviera suficiente política. ¿Será? A lo mejor la academia es un error. Ahí se fue tal vez la chispa juvenil de mis pupilas. Ahí o en leer la sarta de tonterías que escriben en el foro de mexicanos universitarios expatriados que escriben cosas como "el populismo es gastar de más" y se insultan educadamente mientras discuten las elecciones del 2006. Juro que dos de las horas que maldormí antenoche las pasé soñando en lo que iba a responderles. En fin. Tal vez allá alguien tenga un secreto que pueda prestarme. Tal vez luego de este fin de semana regrese con un secreto que presumir abajo del abrigo.

1 Comments:

Blogger Jody Dito ha dicho...

Yo te doy un secreto, feminista perezosa. ¿sabes cual?

Todo lo que cuentes, yo, lo sé. Y, puede que otros, también.

12:19 p.m.  

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