11.20.2005

otra

Muy seguido me dan ganas de ser otra. Exiten varias maneras de lograrlo.

La más fácil es por vía cutánea, por decirlo de alguna manera. Anoche por ejemplo, con los jeans y la blusa sin mangas de cuello alto con el agujero estratégicamente colocado y el fleco recogido hacia atrás como en tiempos de la Bardot, con los ojos enmarcados de negro y los labios brillosos sin color. El domingo anterior, con las botas y la micromini negra y un suéter grandote celeste de botones marineros y el pelo recogido. Entre semana, con la falda de lana y el suéter ocre y los tacones de trabita y los lentes y el pelo recogido. A la clase del viernes, en tenis y jeans y bufanda de colores y gorra de los NY Knicks. Con trenzas y camiseta morada o aretes tibetanos y espalda descubierta. Otra.

Cuando viene A, o con el flasmeis, que saben decir güey y entienden te la bañaste y nambre nah y referencias y códigos y programas de tele. Con el güero y sus amigos, en lengua vehicular llena de as wells, honeys que por traducidos saben a sacarina y una politeness inaudita. En la reunioncita de la mini-OEA, en español semi culto, negociando las albercas y las piletas, optando por piscinas que nadie usa en realidad. Identidades lingüisticas.

Otras veces, ser otra requiere un poco más de esfuerzo, como ponerse el delantal metafórico y pasar horas en la cocina, o ir a las cosas del voluntariado y arremangarme el egoísmo y la indiferencia, como sentarse frente a la coreana y extenderle las uñitas, o acostar las cejas a la merced de la cera caliente, levantar la mano y preguntar o extender la tarjeta y cargar bolsas. Cachitos de agenda.

Ser otra de verdad. Decir otras cosas. En el papel se vuelve de verdad, se materializa. El deseo, la duda, el enojo. Ahí, en el papel, sí que puedo ser otra. Soy otra a la fuerza: Alumna, cuando El propósito de este ensayo es analizar las herramientas de política exterior...; maestra cuando las instrucciones para la presentación de la última semana de clases se encuentran desde ayer a su disposición en el fólder del curso...; ama de casa cuando el pavo, descongelarlo desde el miércoles, lavar refractarios, comprar mantequilla y jeringa (sobre la jeringa más después). Ensayar ser otra en los renglones. Decir cuando sea grande quiero ser divorciada y convertirme en Julieta, o hace veinticinco años despierto junto a él y no lo entiendo y sentir el bochorno de la cuarentona de la vida robada, o escribir que uno sabe matar conejitos en una biblioteca solitaria y asustar a la muchacha de junto en el metro, o exclamar frente al micrófono qué privilegio devolverle luego de treinta y siete años a esta ciudad la banda de música y mirar al pueblo agradecido con mi marido, alcalde de esta metrópoli fronteriza.

Cómo quiero ser otra. Cómo me hace falta ser otra.