7.18.2005

extremos

De un lado el gozo de la vida. Paulina que nació hoy, cesárea, 53 centímetros y casi cuatro kilos. Daniel, cuyas fotografías a escasos 18 días de nacido ya circulan en el ciberespacio para que su tía postiza constate que tiene los ojos verdes y el ceño fruncido. Alejandro, que llega en noviembre y se sienta derechito en la panza de su mamá que me manda los ecos que lo demuestran y las fotos de la barriga.

Por otro lado la angustia vestida de leucemia. Los malditos pronósticos y los números traicioneros con sus porcentajes tramposos. ¿Qué no se dan cuenta? He IS the only him we've got. Las ganas de abrazar y decir no pasa nada. Seguir diciendo por favor Dios. Confiar.

Entonces, entre un milagro y otro. Entre el que sucede y el que queda por suceder, me doy cuenta de lo vacía que estoy. Me siento tonta por entrar llorando de coraje a mi casa luego de tener que comprar algo que no quiero sólo porque se me cayó sin querer. Me siento torpe porque quebré un plato hondo en la cocina. Destierro las trenzas si con ellas pierdo mis poderes de coordinación de gente adulta, si a causa de ellas no veo más allá de mi nariz.

2 Comments:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Querida desconocida, no destierres esas trenzas que son un simbolo de la sensibilidad maravillosa con la que ves el mundo.
Gracias por escribir,

Gastón

1:33 p.m.  
Blogger La Maz ha dicho...

Gracias Gastón! Bienvenido por estos rumbos, qué gusto saberte por aquí

3:55 p.m.  

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