4.26.2005

tuna sandwich

Burlón, desdeñoso. Cuando llegué todavía estaba sobre el escritorio, carcajeándose. Tenía todo el día así. Yo no lo supe hasta demasiado tarde, cuando lo extrañé por primera vez. Me desperté con una lista interminable de pendientes. Después del bagel matutino, haciendo gala de toda suerte de previsiones, de esas que de ordinario acompañan a la gente que no es como yo, la gente organizada, se me ocurrió. Saqué los restos de la ensalada de atún de ayer y los acomodé en medio de dos panes. Envolví amorosamente el emparedado y lo metí en una bolsita ziploc para que no sufriera ningún desperfecto. Así no perdería tiempo a la hora que me diera hambre. No podía darme el lujo del tiempo, había muchas cosas que completar. Instalada en el octavo piso, con mis chorromil libros enfrente, la computadora y una serie de notas plagadas de caligrafía indescifrable, me congratulé cuando mis vecinas de tortura sugirieron hacer un break para ir a comer algo. No, thank you, I packed my own lunch today. Ellas se marcharon y yo persistí en mi aventura gandhiana una hora más. Cuando volvieron precedidas por los aromas que despedían las bolsas de estraza que las acompañaban, busqué la bolsa. En el camino a la biblioteca me había gastado nueve de los once dólares que me quedaban en cualquier cosa. Dejé sólo el dinero necesario para comprarme un refresco y unos fritos. Encontré el dinero y entonces me dí cuenta. Hasta entonces reparé en el delicioso día que estaría viviendo el desgraciado. Sentado, cómodamente sobre el gabinete (a esa hora lo primero que pensé fue que estaría en el gabinete), muerto de la risa. Mi sandwich de ensalada de atún. La prueba irrefutable de la inutilidad de mi previsión, la evidencia de que soy un caso perdido. Acaso estaría rodeado de hormigas, regodéandose de la bonita bolsa protectora que yo le había puesto y que lo salvaba de ser transportado en migajas al hormiguero más cercano. Burlándose de ellas desde su prisión de plástico mientras yo revoloteaba una vez más la mochila y la bolsa y lo maldecía. Maldito, maldito sanwich de atún.

3 Comments:

Blogger Jody Dito ha dicho...

Todo, todo tiene vida propia. Hasta tu mood ring (ya ves que cambia de color cuando le da la gana).

Y todo, todo pasa por una razón, quizás ese atun pudiera haberte sentado mal, el sandwich lo sabia e hizo algo para protegerte.

Eso solo ocurre a las personas que tienen "puntos-extra-de-la-vida". Tu debes ser una de ellas.

A veces yo tampoco sé si debo escribir aquí o no. Si es no, dimelo, no me molestaré.

9:39 a.m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Curse you tuna sandwich

---Lil brother

8:11 p.m.  
Blogger La Maz ha dicho...

JaJa. Entonces a quién le hago caso?
Bueno, al final creo que a ambos les hice caso. Llegué, le grité hasta que me cansé y lo metí al refri (no fuera a ser). un día después me lo comí.

2:44 p.m.  

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